Jungkook, un apuesto ingeniero, soltero, maduro y sobre todo idealista, sueña con su chico ideal, está seguro que el hombre de sus sueños está en alguna parte esperando ansiosos por él hasta que se topa con la personificación de su persona soñada a...
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"No tienes ni la más remota idea de todo lo que pasa por mi mente cuando el deseo por ti crece dentro de mí."
—¿Como me veo?. —Jimin soltó un suspiró nervioso dio una vuelta con gracia esperando verse perfecto para la familia de Jungkook.
Su novio sonrió complacido, sus ojos enamorados se iluminaron, sea lo que sea que Jimin vistiera siempre brillaba. —Deberíamos irnos, te vez demasiado apuesto y en este momento eres demasido tentador.—Jimin sonrió poniéndose de puntitas rozando suavemente sus labios.
Jungkook se acercó a él reposando sus mejillas rosadas, como amaba a ese dulce chico. —Serás el centro de atención esta noche cariño.—Con un último beso a su nervioso chico, salieron de casa del rubio.
Cuando Jimin divisó el camino de cipreses perfectamente alineados y un inmenso lago artificial iluminado se dio cuenta que estaba lejos de Brooklyn, Carroll Gardens donde había crecido Jimin, era una barrio de inmigrantes europeos y muy pocos asiáticos, era lindo, seguro pero muy lejos de Soho, lleno de tiendas costosas y cafeterías que precisan salidas de una revista parisina, eso no ayudo con sus nervios para nada.
Ni siquiera se dio cuenta cuando la camioneta de Jungkook se detuvo frente a una enorme casa que ocupada al menos media cuadra, combinaba a perfección la arquitectura moderna con un Hanok (casa tradicional coreana), era bellísima, la cerca delantera de ladrillo negro y altas columnas blancas, madera de cedro, tejas negras, sus ojos parpadearon repetidas veces convenciéndolo de que veía era verdad era real el jardín iluminado que enmarcaba la casa era como salido de un cuento, había bambú real en un costado y un estanque de piedra climatizado con peces carpas, imponentes ventanales de vidrio ahumado de piso a techo, Jimin estaba fascinado, viniendo de una familia de ingenieros y arquitectos era de espésese.
Sus pasos se detuvieron cuando llegaron a la puerta principal, jungkook le sonrió, sus ojos le trasmitieron tranquilidad, no había porque preocuparse, el timbre fue tocado, esperando que las oyeras dobles se abrieran.
Una hermosa y elegante pelinegra fue la encargada de recibirlos, el jardín interior de casa, las risas y la calidez los recibió, la dama mayor sonriente era Jeon Seojin la más dulce pero también la más indiscreta de las tías de Jungkook, ya le había hablado de ella, era la casamentera de la familia.—Jungkookie, mi niño llegaste.
Jungkook puso los ojos en blanco, fingiendo que el dulce apodo le molestaba. —Tía Seojin, tiempo sin verte.
La adorable dama acaso no recordaba que era un hombre de casi treinta y dos años, ya no era un pequeño y pobre niño, víctima de su lápiz labial rojo cereza que manchaba sus lindos mofletes llenándolos de marcas de besos que tardaban en borrarse días enteros, su imagen de hombre maduro, profesional y sexy estaba en juego ahora.
Seojin era la casamentera innata autoproclamada de su familia, por supuesto Jungkook odiaba que lo quisieran emparentar con alguna o algún desconocido.
