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AILA

Las cosas no estaban saliendo exactamente como lo había planeado cuando me decidí en venir a vivir a Inglaterra, se suponía que yo estaría más tiempo con Maxwell, conversando con él, conociéndolo y pasando tiempo de calidad que me ayudara a olvidar su abandono, pero tal parecía que era algo que nunca iba a ocurrir y por el contario a mis expectativas, nuestra relación no hacía más que empeorar. Llevaba casi un mes junto a él y lo único que sabía suyo era que se acostaba con la novia de su mejor amigo, que le encantaba ponerme incómoda en cada oportunidad que tenía y que era un maldito adicto al sexo.

Estás últimas semanas habían sido insoportables para mí, Maxwell había estado trayendo una mujer distinta cada noche a la mansión, sus gemidos se oían hasta mi habitación, eran muy altos y no parecía importarle, hasta estaba por pensar que lo hacía a propósito para molestarme y la verdad era que lo estaba consiguiendo, no podía dormir casi con esos sonidos obscenos saliendo de la habitación contigua a la mía, era incómodo y desagradable.

Me levanté del sillón de la sala, dónde estaba viendo una película (la cual no tenía la menor idea de lo que se trataba), mientras Lillie me preparaba un aperitivo, me iba a dirigir a la cocina para ayudarla en cualquier cosa que necesitara cuando escuche la puerta siendo abierta y azotada con fuerza, me detuve a medio camino y dirigí mi vista allí y me encontré con la escena más desagradable del mundo, Maxwell se estaba besando con una mujer sobre el sillón donde hace unos segundos había estado yo sentada. Hice una mueca de desagrado cuando contemplé como la chica hacía movimientos obscenos con sus caderas y soltaba altos gemidos.

¿Acaso Maxwell no tenía ni el mínimo respeto por su casa?

¿O al menos por los que habitaban en ella?

Ya cansada de esto retomé mi camino hacia la cocina, una sensación desagradable asentada en mi estómago, Lillie estaba terminando mi aperitivo, se le veía un poco agitada, miré el reloj colgado en la pared y me di cuenta de que ya casi era la hora de la cena y al parecer ella no la había terminado, a lo mejor ese era la causa de su intranquilidad, suspiré un poco culpable y me acerqué a ella, tomando lugar a su lado.

-Déjalo, ya lo termino yo por ti, puedes seguir con la cena

Ella me miró un poco apenada, sin embargo, no replicó y enseguida comenzó a moverse por la cocina buscando las cosas necesarias para terminar la cena, yo me dediqué a terminar mi sándwich, me serví un vaso de jugo y luego me senté en la silla frente a Lillie, mirándola hacer su trabajo.

Un fuerte gemido llegó a mis oídos desde lo que parecía ser la planta superior de la mansión, yo no pude evitar cerrar los ojos en claro desagrado mientras dejaba caer el sándwich de nuevo en el plato, mi apetito se había ido del todo. Lillie me miró y se notaba igual de incómoda que yo, suspiré y me acomodé mejor en la silla.

-Dime, Lillie, ¿Esto siempre fue así? -Pregunté luego de dar un suspiro -¿Maxwell traía una mujer distinta cada noche a su casa y hacía que sus empleados se deleitaran con los asquerosos gemidos de sus ligues?

Ella dudó un poco en responderme, pero finalmente negó suavemente con la cabeza, lo que me hizo alzar una ceja incrédula.

-La verdad es que el señor Maxwell muy pocas veces traía una mujer a su casa, siempre las llevaba a un hotel -dijo seria -A la única mujer que conozco que vino a esta casa repetidas veces fue la señora Melissa

Mi sangre hirvió al escuchar el nombre de esa víbora, me molestaba tanto el solo hecho de pensar en ella, no la soportaba, no conocía mucho a Samuell, pero estaba segura de que él la quería mucho y no se merecía lo que le estaban haciendo, estaba segura de que si se enterara estaría completamente destrozado y Maxwell definitivamente perdería a sus amigos, dudaba mucho que los chicos lo perdonaran por hacerle algo así a Samuell.

Pasión & PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora