05. Silence, Ladies

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Hoy, como todos los lunes, Merlina y Enid tendrían clases de Historia y Ciencias sociales juntas, a primera hora. La gótica, que como siempre iba con sus auriculares puestos, ingresó al salón de clases, desganada, y se sentó en el único pupitre disponible, uno que justamente estaba delante de la rubia insoportable.

Se sentó, tiró su mochila a un costado y guardó sus auriculares. Un recuerdo vino a su mente, e inmediatamente se volteó hacia atrás, en donde se encontró con la rubia.

— Hola. — Saludó, notando que la porrista se encontraba algo distraída. — ¿Leíste el libro que te presté?

— Ah- ¡Se me olvidó por completo! Lo siento... — Se lamentó. La pelinegra solo bufó y volteó a adelante, pues el profesor ya había empezado con la clase.

Los minutos fueron pasando. La clase transcurría con normalidad, o al menos así fue hasta que Merlina sintió como alguien tocaba su hombro.

— Pss, Merli, pasale esto a Ajax. — Susurró la rubia, entregándole un papelito doblado a la pelinegra, quien alzó una ceja.

— ¿Quién es Ajax? — Se cuestionó mientras tomaba el papel de la manera más discreta posible.

— ¡El que se sienta adelante tuyo!-

— Silencio, señoritas. — Exclamó el profesor, mirándoles fijamente. Ambas chicas volvieron a su posiciones, y cuando el viejo se distrajo con otra cosa, Merlina aprovechó a pasarle el papelito a Ajax, quien levantó el pulgar al leer el papel, emocionado a la rubia.

Merlina escribía el contenido de la clase en su andrajoso cuaderno lleno de penes dibujados que ni ella sabía de donde habían salido, probablemente fueron los chistositos fanáticos del Béisbol: Les gustan tanto los penes que no pueden parar de dibujarlos, vaya golosos.

— Merlii, toma. — Volvió a susurrar la rubia mientras le entregaba otro papel, irritando a la gótica.

— ¿Por qué no se lo entregas tú? — Masculló. El profesor, con el ceño fruncido, volteó a verles.

— Señoritas, esta es segunda vez que llamo su atención. Silencio, estamos en clases.

Merlina se enojó, y con desgano tiró el papel al pupitre de Ajax, sin llamar la atención del profesor. El chico pareció reír por lo bajo, acomodando su gorra.

" Estos tortolitos enamorados me matan de diabetes con tanta dulzura. Asco", pensó Merlina, quien ahora se encontraba echada sobre su pupitre.

— Merlinaa, pásaselo, porfa. — Volvió a susurrar. Merlina le arrebató el papel de las manos, ya harta, y por mera curiosidad, lo abrió. — ¡N-no lo leas!

Aquel comentario se escuchó más fuerte de lo que debería, y el profesor, que era viejo pero no sordo, lo escuchó. Y sacando vapor por las orejas, se acercó a ambas chicas.

— ¡Suficiente! Han interrumpido durante toda la clase y no voy a tolerar eso. Páseme el papel, Addams.

Merlina se lo entregó sin dudarlo, pero se arrepintió completamente cuando aquel viejo pelotudo empezó a leerlo en voz alta.

— Ya que tienen tantas ganas de hablar, podrían compartirlo con el resto de la clase, ¿No? — Aclaró la voz y empezó a leer — “Oye, quería preguntarte si querías ir atrás a los contenedores de basura otra vez y continuar con lo de el otro día.. ” — El señor arrugó la hoja, no quiso continuar leyendo. Miró a ambas chicas, alzando una ceja, mientras que los demás presentes reían por lo bajo. — Supongo que esto no me incumbe, no me interesa que ustedes dos vayan a besarse a los contenedores de basura, señoritas. Pero aún así, me veo en la obligación de enviarlas a dirección por interrumpir mi clase con sus juguitos de adolescente.

— ¡Pero-. — Merlina quiso defenderse, no quería quedar como idiota frente a toda la clase, pero el profesor la calló, apuntando a la puerta.

Refunfuñando, la pelinegra se levantó camino hasta la puerta, seguida por la rubia, y luego dio un fuerte puertazo, provocando aún más enojo en el profesor, quien tuvo seguir con la clase, intentando callar las risotadas de los alumnos ante aquella extraña escena.

Enid dio una patada al aire, frustrada.

— ¡Ahora por tu culpa no podré juntarme con Ajax! — Gruñó cruzándose de brazos. Merlina frunció el ceño, intentando mantener la calma, no quería cometer una locura.

— ¿Yo tengo la culpa? Tú eras la que me estaba pasando papelitos cuando fácilmente pudiste preguntarle en el receso en vez de tenerme como mensajera. ¿Te das cuenta de lo vergonzoso que fue eso? Lo que más quería era tener el perfil lo más bajo posible, y ahora los del equipo de béisbol tienen una razón más para molestarme.

Enid, sin saber qué responder, optó por irse directo a la sala de detención. Merlina no tuvo más opción que seguirle, con unas enorme ganas de asfixiarla a ella y a los demás.

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Por fin, después de estar una hora más de lo habitual gracias a su castigo, ambas chicas pudieron salir de clases.

Merlina fue la primera en irse. Caminaba a paso rápido, casi corriendo, solo quería sacarse a la rubia de encima. Pero como siempre eso era imposible.

— Hola, Merli... — Saludó la rubia, a la cual ya se le había pasado el enojo. Merlina no respondió, así que se vio obligada a hablar nuevamente. — ¿Estás enojada?

— Un poco. Pero se que aunque lo este, a ti no va a importarte y seguirás pegada a mi como si fueses pegamento. — no se dignó a mirarla, simplemente aceleró aún más el paso,

— Lo siento... — fue lo único que salio de sus labios en ese momento. Ambas caminaron a la estación de tren, sin dirigirse la palabra. Llegaron, subieron al tren y como siempre se sentaron una al lado de la otra.

Y como siempre, Enid empezó a caer dormida en el hombro de la gótica.

Pero esta vez Merlina no aguantó esto y removió levemente el hombro, despertando a la contraria.

— Sin contacto, lo entiendo... — Murmuró rascándose la nuca. — Por cierto, toma tu libro. Dudo que llegue a leerlo ahora, tal vez en un futuro podrías pasármelo. — Exclamó mientras sacaba el texto de su mochila, entregándolo a la gótica, quien lo guardó apenas lo tuvo en sus manos.

El trayecto siguió silencio, y por primera vez, Merlina pudo descansar a gusto sin sentir la cabezota hueca de la rubia sobre su hombro.

El tren se detuvo y la primera en levantarse fue Enid, quien tomó su bolso y no se dignó en despedirse, pues no quería molestar más a la pelinegra.

Merlina, si bien no se entristeció ni nada por el estilo, alzó una ceja, confusa, pues durante el poco tiempo que llevaba conociendo a Enid, esta siempre se despedía, rebosante de alegría.

Esta vez fue diferente.

Esta vez, extrañó aquella extraña sensación sobre su hombro mientras viajaba en aquel tren.

En Mi Hombro | Wenclair AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora