24. I Need Your Love, I'm A Broken Rose.

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Mandó otra carta a los días después.

«Fecha: fingiré que es Miércoles, aunque no lo sea, porque los Miércoles eran tus días favoritos.

Mi querida luna

Te necesito.

Mis manos tiemblan mientras escribo esto. Cada vez que recuerdo tus prometas rotas, la herida en mi corazón se vuelve más profunda.

Necesito verte. Necesito ver tus ojos, su sonrisa. Necesito tocar tus labios de nuevo, por mas extraño que parezca. Mis lágrimas necesitan descansar, y yo necesito salir de este rincón obscuro en el que me ahogo minuto tras minuto, con mi propio sufrimiento. Te necesito.

Resiste, por favor. Y sálvame de este agonizante dolor.

Un triste sol que está cansado de brillar solo, y que se pregunta cada día: ¿cuándo volverá su luna, para poder brillar junto a ella? —Enid Sinclair.»

La envío, y luego lloró toda la tarde.

Caleb, el joven chico de la celda de al lado, le contaba sobre su vida con tal de consolarla, pues estaba harto de escucharla llorar.

—... Y ella me escribió "quiero ser abrasada" ¡y yo lo malentendí! Y cuando ya ni siquiera quedaban sus cenizas, me di cuenta que solo tenía mala ortografía y lo que realmente quería era un abrazo, no que la "abrasara". —y luego se echó a reír, contagiando a Enid.

Caleb era un chico de cabello rubio y alborotado, rostro fino y cuerpo escuálido. Provenía de una familia disfuncional, y su padre padecía el mismo trastorno que él. Fue un chico con mal suerte y una infancia difícil, no tenía amigos y siempre le costó encajar. Se terminó desviando, perdiendo el control y realizando cosas de las que se arrepiente completamente. Está dispuesto a mejorar, pero debido a su situación económica y social, nunca recibió ayuda de un profesional, y sólo le prestaron atención cuando perdió completamente el control y quemó viva a toda su familia.

Enid se sentía cómoda hablando con él. Le recordaba a Merlina: tenían el mismo humor roto y obsesión por lo espeluznante.

Uno de los guardias le pidió que se callara, y él, respetuosamente, le pidió que mejor le besara el escroto y dejara de molestar.

Al menos no estaba sola en ese lugar. Pero aún así, su corazón seguía sintiéndose vacío.

[...]

Caleb se fue a la semana después.

Lo internaron en un hospital psiquiátrico. Al padecer el trastorno de piromanía desde pequeño y apenas haber cumplido los quince años, el juez a cargo de su caso llegó a la conclusión que sería mejor intentarlo y ayudarlo con su problema, a simplemente destruir aún más su vida.

Enid volvió a estar sola. Se había encariñado con aquel muchacho, aún si era algo extraño. Después de todo, era amiga de Merlina ¿Quién es más extraño que ella?

Sumida en la oscuridad, la porrista contaba cada una de sus lágrimas, sin tener algo mejor que hacer. Su pie se movía inquieto, y sus pensamientos no la dejaban dormir.

En Mi Hombro | Wenclair AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora