Epilogue

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Enid soltó un largo suspiro, aun sin abrir los ojos después de su tan placentera noche. Con dificultad y sin absolutamente nada de ganas, abrió los ojos y echó un corto vistazo al reloj en la mesita de noche de al lado de la cama.

Eran las 9:30, ¿y Merlina ya se había levantado? Su novia no paraba de sorprenderla...

Estiró un poco su brazo en dirección a la mesa de noche, intentando alcanzar sus lentes para levantarse de una vez por todas. A un lado de los lentes, había un cuadro con una hermosa foto que le recordaba al momento mas feliz de su vida.

Su matrimonio con la mujer de su vida. Aquella pelinegra cascarrabias y torpe en ocasiones, con tiernas pecas en sus mejillas, piel canela, ojos profundos y un gran gusto por lo espeluznante.

Cada vez que veía aquella fotografía, su corazón saltaba de emoción y era abrazado por una cálida sensación. Recordar aquel día de hace 5 lejanos años le ponía feliz al instante.

Al final, no aguantaron mucho siendo solo novias, pues en vez de casarse a los 25, fue a los 20.

¡Ah! Y adivinen quién fue su fotógrafo de bodas...

¡Exacto! Caleb, el pirómano quinceañero, que de pirómano y quinceañero ya no le quedaba nada. Sobrevivió al manicomio y volvió con más fuerza que nunca, todo un crack.

Sin duda alguna, su boda sería un momento inolvidable.

Finalmente se levantó, aunque con algo de desgano. Tomó ropa limpia y entró al baño. Salió al rato después, ya bañada y vestida.

Tarareaba una vieja canción de Taylor Swift mientras tendía la cama (sí, porque podrá tener 80, 90 o 100 años, pero Taylor Swift seguirá siendo su artista fav). Escuchó golpes proviniendo del jardín de su hogar, seguido de las risas de su amada.

Dios, ¿Qué ente  con superpoderes fue capaz de hacer reír a su amargada esposa?

Enid sonrió inconscientemente, sintiendo las mejillas cálidas. Podrían pasar 30, 40, o hasta 100 largos años, pero Enid, al igual que Merlina, seguirían estando enamoradas de la otra con la misma intensidad que el primer día de noviazgo, y cada uno de sus besos serían igual de especiales que los primeros.

[...]

Merlina limpió la gota de sudor que caía por su frente, para luego tumbarse en el pasto, exhausta.

A su lado, aquel pequeño niño de cabello castaño atado en dos colitas, ojos oscuros y mejillas rosáceas, comía papitas mientras observaba atentamente como Dedos batallaba contra una paloma que no lo dejaba en paz.

Cuando vio que su madre se tumbaba a su lado, cansada, le ofreció papitas sin decir nada, simplemente extendiéndole la bolsa.

—Ah, gracias, Oli. —Dijo, mientras metía la mano a la bolsa de papas y sacaba una. Luego de eso, el niño también se tumbó, observando atentamente cada detalle del cielo azulado. —En una semana es tu cumpleaños, ¿estás emocionado? —El niño asintió, jugando con sus pequeñas manitos. —¿Qué te gustaría de regalo, mi pequeño demonio? —Pareció pensarlo a profundidad durante algunos segundos. Después de un rato, señaló un avión que se veía a lo lejos, en el cielo. —¿Un avión? —El niño asintió con emoción. —¿De juguete? —Merlina río cuando vio al niño hacer un puchero. —¿Uno real? Anda... Ya veré dónde consigo uno.

El niño sonrió. No hablaba, rara vez lo hacía. Cuando nació, no lloró, ni lo hizo hasta el tiempo después. Sus primeras palabras fueron "Pericles es un imbécil" y después de eso con suerte a dicho dos palabras más, pero vaya que era inteligente, demasiado. Era un pequeño diablillo, se la pasaba haciendo travesuras con Dedos o escondiendo cosas de sus madres, como los libros de Merlina o el móvil de Enid.

En Mi Hombro | Wenclair AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora