Capítulo 10: Las consecuencias de una noche loca (Parte I )

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Abrí los ojos, sentí un agudo dolor en las sienes y volví a cerrarlos mientras con una mano me masajeaba la zona de donde provenía el dolor.

Aún con los ojos cerrados me incorporé en la cama, apoyé la cabeza sobre mis rodillas y al ver que el dolor no cesaba me dejé caer como un peso muerto sobre la cama.

Un brazo quedó flotando en el aire, y el otro chocó contra algo peludo que reposaba en mi cama. Sonreí

-Gordi-Gordi-Susurré aún sin abrir los ojos. Me acurruqué justo a su lado y acerqué su cuerpo a mi pecho mientras acariciaba su pelo. Lo tenía más suave de lo normal.

Me acerqué a él para darle un beso y conforme me acercaba me di cuenta de que su pelo olía diferente. Le di un beso y me di cuenta de que no era mullido, estaba besando algo recio.

Sentí cómo ese algo se movía y me aparté hasta caer de la cama.

Me moví a rastras por el suelo hasta llegar a la ventana y abrí la persiana. En un primer momento quedé cegada por laluz, pero después pude centrar mi visión en el punto que creaba mi incertidumbre.

Era un cuerpo, de un hombre alto, torneado y de piel pálida. Su pelo negro le tapaba la cara.

Apesumbrada me llevé las manos a la cabeza, olvidándome del dolor que hasta hacía unos segundos me torturaba.

¿¡Qué demonios hacía un chico en mi cama!?

Un momento...

De repente empecé a atar cabos y con terror comencé a observar la habitación.

¡ESA NO ERA MI HABITACIÓN!

Horrorizada comencé a caminar dando vueltas por la habitación ¿¡Dónde demonios estaba y quién era ese hombre!?

Respiré hondo e intenté calmarme, miré al suelo y entonces caí en un detalle que antes pasó desapercibido para mí.

¿Dónde estaba mi ropa?

Busqué con la mirada un espejo en la habitación, me acerqué a uno que había justo al lado del armario.

Estaba descalza, llevaba una camiseta ancha y de manga larga. Las mangas sobrepasaban mis manos haciéndome ver como una niña pequeña.

Me puse de lado frente al espejo y comprobé que solo llevaba puestas mis bragas, y que debido a la largura de la camiseta que, por surte, me llegaba un poco más arriba de las rodillas, no se veía nada.

Me alejé del espejo y justo cuando me di la vuelta para buscar mi ropa, la encontré perfectamente doblada sobre una silla.

Respiré aliviada. Bueno, medio aliviada, no estaba en una situación muy buena que digamos.

Fue ahí cuando caí en la cuenta del dato más importante para resolver el enigma:

¿Quién era ese chico? Y sobre todo ¿Qué hacía yo en su cama?

Inhalé hasta sentir que llenaba mis pulmones y poco a poco me giré para enfrentar a mi compañero de cama.

Me acerqué sigilosa, intentando hacer el mínimo ruido posible. Bordeé la cama hasta quedar cerca de la ventana, y me quedé observando al sujeto que yacía dormido en el colchón.

Su pelo le tapaba el rostro, y las sábanas le llegaban hasta los hombros, por lo que armándome de valor me acerqué más a la cama. Deslicé mi mano por las sábanas, alcanzando un borde del cual tiré poco a poco, llegando hasta la espalda baja del hombre, dándome cuenta de que ... ¡ESTABA EN CALZONCILLOS!

My green abyss.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora