Capítulo 29: Olvidarte...

1 0 0
                                    

Ya han pasado varios días desde "la charla"...Ha sido raro por resumirlo de alguna forma.

Nos vemos de vez en cuando y nos saludamos como vecinos cordiales, el "hola" y "adiós" típico de las películas americanas donde el vecindario entero vive en una burbuja de felicidad basada en bizcochos rellenos de amabilidad que se regalan unos a otros.

Un trato cordial, como si nunca hubiéramos cruzado más de un par de palabras, como si nunca hubieran existido las risas, la tensión, las miradas furtivas, los roces, los castos besos que se terminaron convirtiendo en lujuria, las sábanas deshechas, las noches en vela, el amor, el dolor, el adiós...

Como si nunca hubiera pasado nada.

No puedo decir que esté bien, más bien diría que estoy mal, lo suficientemente mal como para moverme por casa como un alma en pena o ponerme el uniforme del trabajo del revés. Pero no estoy lo suficientemente mal como para no ir a la universidad, así que he vuelto a mi rutina con la salvedad de que ahora es Wolf el que me lleva a clase y ya no escuchamos la música de Murciélago a no ser que parezca en la radio.

Digamos que prefiero guardar mi lado fangirl mientras pienso en qué cojones voy a hacer con mi vida. Aunque no sé a quién intento engañar si cuando llego a casa me pongo sus canciones a todo volumen (en los cascos por supuesto, no voy a subirle el ego) mientras miro nuestras fotos en mi móvil...

Empieza a rondarme el pensamiento de que tal vez soy masoquista porque no es normal hacerme tanto daño a mi misma de gratis...

-Necesito despejarme...- me cambio de ropa a una camiseta blanca, una chaquetilla azul ajustada, unos pitillos negros y unas zapatillas blancas. Cojo las llaves, el móvil, los cascos y el monedero y los meto en el bolso, cierro la puerta y camino hacia la parada de bus.

Esta vez no voy con prisa, es más, tengo tiempo hasta de pasarme a por un pequeño snack al kiosko de la esquina.

- ¿Cuanto es?

-2,50

-Muy bien.-abro la cartera y le entrego un billete de cinco.

- ¿No tendrás los cincuenta por ahí? Es que ando mal de cambio- el hombre de sonrisa apagada me sonríe y se la devuelvo mientras vuelvo a abrir el monedero, nada, ni una moneda...

Antes de decirle que no tenía nada busco en los bolsillos de mi pantalón por si por obra y gracia del Espíritu Santo yo y mi excepcional despiste hemos dejado monedillas sueltas en el pantalón, y sí, resulta que había.

-Tenga, los cincuenta.

-Creo que se le ha caído algo señorita- el hombre señala detrás de mí y me giro encontrándome con lo que parece ser un papel marchito.

"Por lo menos acepta esto, por si alguna vez necesitas hablar con alguien o por si cambias de opinión"

-Tenga, la vuelta. Que tenga un buen día- sin ser muy consciente de mis acciones pongo la mano esperando el manojo de monedas y retomo mi rumbo predestinado. Hacia la parada de bus. 

Para cuando llego, el autobús ya está a punto de marchar, echo a correr y me monto en el bus de un salto.

Ja, y yo que decía que iba sin prisa...

Ya ni me acordaba de Kurt. Es increíble como unos meses pueden cambiarte y borrar de tu mente a gente que en un principio fue tu motor para seguir adelante.

Mi relación con Kurt fue algo así como arrancar un coche metiendo segunda, fue forzoso y en vez de cambiar a tercera cambié directamente a cuarta, y luego a quinta hasta que me estrellé, el dolor metió la palanca de retroceso sin que yo me diera cuenta. Cerré los ojos sin pensar en el tráfico, en todos los coches con los que me podía chocar y terminé en un túnel oscuro e interminable de dolor, y al final me salí de la carretera y abrí los ojos no había coches, no había nada a mi alrededor más que un precioso y tupido verde que quería recorrer, Derek, pero esta vez quería disfrutarlo, así que metí primera, pero el coche ya tenía sus achaques, y el volante estaba duro, era difícil de manejar cada poco necesitaba parar pero dentro de ese inmenso verde encontraba todo lo necesario parareparar el maltrecho coche.

Milagroso... Tal vez, pero preferiría decir que fue algo por lo que trabajé, a ningún niño le gustan los doctores, a ningún animal los veterinarios, y supongo que a ningún coche los mecánicos, y él era mi mecánico, por eso el coche se resistía tanto, temía lo mismo que el niño al que van a vacunar, lo mismo que el perro al que le quitan algo clavado entre las patas.

Temía el dolor.

Poco a poco el coche fue mejorando, el volante era fácil de llevar y las marchas entraban solas, y entonces metí quinta y el dolor volvió, pero en vez de retroceder y cerrar los ojos ví que aún existía una última vía, el freno.

Derek no es Kurt, y no pienso volver a cometer con él los errores del pasado. Derek nunca me haría tanto daño como para que olvidarle no supusiera nada más que un inexperto corazón roto, con Derek acabaría rota, como una muñeca de trapo de la que has tirado tanto de los brazos que sin remedio se ha roto dejando a la vista todos los secretos que escondía el relleno blanco que la daba forma.

Me pongo los cascos, la mente sigue funcionando a cien por hora y no me está ayudando a olvidarme de mis problemas.

Pongo el modo aleatorio y escucho los primeros acordes de la canción *"Scary Love" de The Neighbourhood*

Sigo mirando por la ventana del autobús y con un gesto desenfadado dibujo un corazón en el vaho del cristal. Lo observo por un minuto y me desespero al ver que todo se reduce a mi corazón, a cómo al principio cualquier canción que me recordara a él me ponía feliz, y cómo ahora duele. 

Duele ver que no puedo mandarle canciones que me gusten, duele no poder ni siquiera escucharle cantar.

Duele saber que cuando una canción me recuerda a él es porque no puedo olvidarle, porque por mucho que me joda...

Le sigo queriendo.

Escucho la canción con los ojos cerrados y la frente pegada al helado cristal que refleja las titilantes luces de una ciudad adormecida por los cantos de un atardecer que advierte el final de otro día.

Pulso el botón de parada y, mientras escucho al letra de la canción lo recuerdo. Recuerdo la primera vez que me llevó en moto, me acuerdo de cómo la ciudad se desdibuja entre luces parpadeantes y paisajes inocuos mientras me llevaba a ese edificio abandonado, me acuerdo de cómo me quemé con el tubo de escape y de que cambió la moto por un coche para que yo no tuviera que volver a ir en la moto.

Pero ahora todo eso es pasado...

Bajo del autobús y ojeo la vista tras la humareda negra del autobús.

Me froto las manos y, bajando un poco la bufanda, exhalo una bocanada de aire. El vaho parece transformarse en la mueca que él solía hacer cuando no quería que el vieran sonreír, e impasible, observo cómo se desvanece entre mis dedos, desdibujándose como si, al igual que esas memorias, nunca hubiera existido.

-Mente en blanco Olive...Mente en blanco.

Con esta nueva mentalidad me reajusto la bufanda alrededor del cuello y subo el volumen de la canción.

Camino por la acera esquivando a cualquiera, con la vista en el suelo, sin mirar mucho a mi alrededor. No quiero encontrarme con nadie, ni que nadie me reconozca. 

No tengo ganas de hablar, de intercambiar unas cuantas sonrisas y decir el típico "A ver cuando quedamos" cuando las dos partes sabemos que nuestro trato cordial se queda en eso, cordial, no vamos a quedar y que ese café sólo será un tema recurrente cuando nos veamos, algo pendiente que  terminará en un " A ver si esta vez podemos quedar y tomarlo de verdad".

Sigo caminando hasta lo que considero son las líneas de un paso de cebra, cuando de repente oigo un claxon y me quedo petrificada en medio de la carretera mientras el coche se acerca a mí a toda velocidad. 

Your love is scaring me (no one)

No one has ever cared for me (ooh, baby) 

As much as you do

-¡OLIVE!- me giro instantáneamente cuando unos brazos fuertes y cálidos me envuelven.


My green abyss.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora