4- Confusión

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—¡Despertate!—exclamaba Rodrigo mientrás golpeaba a Ángel con su almohada—dale, bella durmiente.

—Tan bella no creo que sea—comentó Messi, que se cepillaba los dientes.

—¿Qué hora es?—dió señales de vida Di María, que abría poco a poco sus ojos.

El Papu Gómez sacó su celular del bolsillo de su pantalón.

—Son las seis y cincuenta, y justo, ojo—habló David Beckham de baja calidad.

—Ay, teníamos algo pendiente, ¿no?—preguntó De Paul.

—Teniamos que ir al living a las siete—respondió Lionel.

Di María apenás se levantaba, y lentamente se colocaba sus prendas de vestir. Los demás lo apuraban, incluido el Papu Gómez.

—¿No van a bajar a desayunar?—cuestionó Alejandro.

—No, así estamos bien—le contestaron.

—Dale, Peter, no tenemos todo el día—lo apuró Rodrigo.

Bajaron rápidamente al living, se dieron cuenta que habían llegado tarde porque el resto del grupo estaba allí.

—Buenas noches—saludó Julián.

—Igualmente—respondió Di María.

—Bueno, he ido a verificar si están los neerlandeses en la cafetería y están todos allí, hasta Van Gaal—habló Gvardiol, el enmascarado de veinte años.

Messi bufó al oír ese nombre.

—¿Van Gaal? ¿Él no había renunciado?—hizo presencia Luka.

—Sí, pero parece que quiso estar con ellos, por lo menos una última vez. Eso si, no podré acompañarlos, tengo un pequeño inconveniente que arreglar—dijo el croata.

—No hay problema pero, ¿Cómo los espiaremos sin pasar desapercibidos?—preguntó Sosa.

—Hay una camioneta negra afuera de la cafetería, el chófer es de confianza porque es amigo mío, y de los asientos no se preocupen, hay suficientes—comentó Josko con una sonrisa en su barbudo rostro.

—¿No te parece sospechoso esto?—le susurró Julián a Sosa.

—¿Por qué sospecharía de un amigo como Josko? Es ridículo—le contestó el rubio croata.

Todos se dirigieron hacia la puerta, pero se vieron interrumpidos por los brasileros, que entraban en multitud.

El grupo se saludó con los otros sudamericanos. Neymar seguía con un rostro triste y serio a la vez, el partido perdido le afectó gravemente. Rodrygo abrazó fuertemente a Luka, como si fuera su padre. A Antony le brillaron los ojos cuando vió a Borna Sosa, el croata reaccionó igual y con el detalle de que sus mejillas empezaron a actuar por su cuenta y se ruborizaron. Julián contempló la situación y no evitó en entristecerse.

La escena pasó rápido, porque los dos grupos tenían cosas pendientes que hacer. 

—¿Está es la camioneta de la que Gvardiol hablaba?—preguntó Kramaric.

—Seguro—contestó Messi.

Entraron. Por conveniencia de la trama, a Luka y Ángel les tocó la mala suerte de sentarse juntos, aunque en las esquinas se encontraban Kramaric y Julián.

—Bueno, nos toca esperar—comentó Messi, muerto de aburrimiento.

Luka, incómodo, se acercó más a su compañero croata, asfixiandolo. Andrej, harto del calor qatarí, lo empuja con la cadera hacia el argentino, marcando un nulo espacio entre los dos.

—¿Por qué me empujas?—combatió Modric.

—¡Por qué me estoy asfixiando!

—Perdón, perdón.

—Miren, ahí salen los perros rabiosos—señaló Tagliafico.

Alexis, Rodrigo y Julián se rieron al comentario de su compañero.

—¿Por qué se acercan para acá?—preguntó Sosa.

A todos se les aceleró el corazón cuando la puerta de la camioneta se abrió y vieron con claridad a la manada neerlandesa, con una expresión de superioridad en sus amargados rostros.

—Pueden ganar un partido, pero no escapar de nuestras garras—habló De Jong.

—¿Qué se creen? ¿Gat—

Messi es interrumpido por un neerlandés, que lo agarra de la remera y lo saca del vehículo, empezando a golpearlo.

La misma acción se repitió con el resto. Golpe por aquí, golpe por allá, por cualquier parte del cuerpo humano existente. 

La multitud de gente que caminaba por las calles qataríes se reunían a ver el violento escenario, unos estaban decepcionados, otros sorprendidos, algunos pasaban de largo y muchos grababan.

Di María que estaba peleando con uno de los neerlandeses, mira por accidente a un costado de la multitud espectante y nota la presencia del hombre a que se le había surgido un "pequeño inconveniente" riéndose y grabando con su celular. Se sacó de las manos al holandés y fue directo al croata que hacía de enmascarado en los partidos.

Al tenerlo cara en cara, tira de su celular, molestándolo al instante.

—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Estás enfermo?!—gritó el croata traicionero.

—Vos tenes que explicarme muchas cosas porque no entiendo para nada que haces acá.

Lo tomó de los pelos y lo llevó al patio del Hotel, extrañando a todos los presentes.

—Ahora que estamos solos, ¡¿Me puedes explicar que hacías allá?!

—Me dió risa, nada más.

—¿Y el pequeño inconveniente?

—No tengo nada que explicarte, vos viste lo que viste y ya.

El croata se quiso retirar pero el contrario, muerto de enojo, lo agarra del brazo y lo tira a la enorme pileta del Hotel.

—Para que veas que con los argentinos NADIE pero NADIE se mete.

El argentino se retiro a su habitación, tenía muchas cosas que pensar, como lo que acababa de hacer.

—Ya me vas a conocer, ya me vas a conocer—se repetía el croata.


El último Mundial - ModríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora