9- Davinia la bruja

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Pasado el día anterior, estaba toda la selección argentina reunida formando un círculo en una habitación que apenas le llegaba la luz solar, pero la compensaba una vela roja que había puesto el Dibu.

—¡Ay, Dibu! Esta vela no alumbra nada, sacala—se quejó Dybala.

—Cállate, nene, las velas rojas simbolizan en la salud fortaleza y vigor—respondió el Dibu con los ojos cerrados—por cierto, Messi, ¿cuando viene la brujita de Gulubú?

Todos no evitaron largar una pequeña risilla ante ese último comentario del portero.

—Dibu, más seriedad, por favor, Davinia viene en un ratito, solo que se atrasó un poco con el viaje.

—¿Encima le pagaste el viaje? Vos sos, che—dijo indignado Foyth.

—¿No podes dejar de estar enojado un rato? Te lo dice un amigo de todo corazón—habló Di María, que hizo que Foyth se enojara un poco más.

Y entonces, la puerta se abrió. Todos giraron a ver, y pudieron observar a una señora mayor de baja estatura de un aspecto marginado, con una manta color azul oscuro tapando su casi rizado y canoso cabello. La mujer tenía el aspecto de aquellas llamadas "locas de los gatos".

—¿Me han traído hasta aquí porque un espíritu maligno los está acechando? ¿No es así?—pronunció sus primeras palabras la supuesta bruja, en un tono tan ronco que incomodaba.

—No, en realidad—respondió el Dibu— un negro nos hizo macumba afric—Messi lo interrumpió, dejandolo sin finalizar la frase.

—Sí, como usted dijo—habló de vuelta Messi, sonriendo.

—Les hago una pregunta, ¿Quiénes son los muchachos que están afuera?—la bruja preguntó.

Julián y Lionel se miraron, confundidos.

—Unos...amigos—contestó rápidamente Julián, el verdadero "pensar rápido".

Davinia no dijo más. Empezó a arrojar sal alrededor de los argentinos. Algunos trataban de contener la risa de la situación, otros, en cambio, se tomaban la situación con bastante seriedad como lo hacía el arquero.

—¿Qué está haciendo la vieja esta?—le susurró Lautaro al Dibu.

—Alejando a los enemigos—le respondió el más alto, aún con los ojos cerrados—a los negros envidiosos.

—Ah...—dijo Lautaro, aún más desorientado.

De un segundo a otro, la mujer empezó a pronunciar palabras inentendibles en latin, sin dejar de dar vueltas alrededor de la ronda. En sus manos sostenía una vasija pequeña con agua dentro y, de repente, comenzó a tirar agua con sus manos a cada uno de los jugadores.

—¿Por qué nos tira agua si ya todos estamos bautizados?—le preguntó Dybala al Dibu, que estaba a su lado.

—¿Vos sos pelotudo?—lo miró el portero a Paulo, en un volumen normal, haciendo que todos giren su mirada a ellos—significa dar buena suerte a una persona. Los turcos lo hacen—volvió a susurrar.

—Pero no estamos en Tur—

La bruja pidió silencio.

—Lamento comunicarles que ustedes no están embrujados—habló la mujer.

—¿Qué?—frunció el ceño Messi—pero si...

—No lo sé pero me trajeron aquí por nada, fue un gasto de tiempo y de dinero—se despidió Danivia, que fugazmente salió por aquella ruidosa puerta.

Lionel se quedó mirando el suelo, con los ojos demasiado abiertos. Julián, que estaba a su lado, empezó a consolarlo con frases tipo «Ya pasó» «Fue una confusión» «Vamos a tomar unos mates para ver si se te pasa».

El resto empezó a salir de aquella tenebrosa habitación que se ubicaba cerca de la terraza del Hotel. Afuera se hallaban Luka Modric y Borna Sosa, apoyados en la descuidada pared de los angostos pasillos de la parte olvidada del Hotel.

—¿Por qué no sale?—preguntó desesperado Luka, subiendo y bajando su pie derecho, provocando un ruido molesto.

Como el croata deseaba, finalmente salió del cuarto Di María que, con tan solo verlo, no dudó en pasar de largo. Luka, como había hecho Ángel la última vez que se vieron en la comisaría, lo tomó del brazo pero tratando de evitar el contacto físico.

—¿Qué pasa?—cuestionó el argentino con una expresión seria en su rostro.

—Lamento lo que está sucediendo con Julián, es horrible...

—¿Y por qué no se lo dices a él?—Ángel hizo una cara de asco.

—Quería disculparme y, además...Borna sabe lo que realmente sucedió—dijo Luka, mientras que su compañero solo afirmaba con la cabeza.

—Lo siento pero, como ustedes lo hicieron con nosotros, yo tampoco les creeré—le respondió entre que se soltaba del croata y se iba hacia su habitación.

—Bueno, haz lo que quieras—expresó Modric.

Dicho eso, salieron Lionel y Julián, con expresiones serias en sus rostros. Sosa con tan solo ver al nueve argentino, corrió a abrazarlo, siendo correspondido por Julián, que se puso tan feliz de tan solo verlo.

—¿Cómo estás? ¿Te sientes bien?—preguntó el rubio, que separó su cabeza del hombro del argentino.

—Sí, desde que te vi me siento mucho mejor—respondió con una sonrisa.

Messi, observando la situación, hizo un carraspeo. Sosa se separó de Julián, incomodado por el comentario de este último.

El último Mundial - ModríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora