14- Por segunda vez

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—Me parece que te falta algo—señaló con la cabeza Dibu a Rodrigo, que estaba con una venda que le rodeaba todo el cuello.

—¿Qué te pasó?—se preocupó Lionel.

—Alguien me amenazó con una navaja que le diera el celular, yo me negué y me hizo una pequeña herida—hizo énfasis en la palabra "pequeña"—justo vino Emiliano y me salvó de ese intento de chorro. Luego, fuimos a una farmacia y me consiguió la venda que tengo puesta pero, recalco, me parece que exageró.

—Y, bueno papi, no quiero que tengas una hemorragia—rodeó los ojos el más alto.

—No puedo creer que en Qatar existan los chorros—dijo Lautaro.

—Para los que lo reuní—Messi giró su mirada hacia Nahuel y Alexis—creo que necesitan dar una explicación de lo que está pasando.

—Y por favor—agregó el portero argentino.

—¿Puede ser en un lugar más privado?—pidió Mac Allister.

—Como ustedes quieran, no hay drama—respondió Messi—¿en mi habitación?

—Dónde sea, pero aquí no—habló Nahuel—cualquiera puede escuchar.

—Bien

Antes de ir rumbo al Hotel, Messi los paró y empezó a contarlos.

—Nos falta alguien—los vio a cada uno—¿Dónde está Ángel?

—Desapareció antes de la reunión—afirmó Leandro—lo vi saliendo con el Modric, los dos estaban muy borrachos.

Lionel bufó.

—¿A dónde se habrán ido esos? No quiero ni saber, pero bueno, vamos.

Empezaron a caminar hacia el lugar acordado.

—♥—

Ya eran las 8 de la mañana. Di María abría apenas los ojos. La luz solar que traspasaba la ventana era potente. Volteó su cabeza, y tomó por gran sorpresa que a su lado estaba Luka Modric, totalmente desnudo, al igual que él. Este último abrió los ojos y, al verlo, pegó el grito de su vida: un grito que podía romper cualquier vidrio y dejar a cualquiera sordo. Ambos se destaparon rápidamente. Luka se tapó con la colcha, provocando que Di María se cayera de la cama de una sola plaza.

—¡Cambiate, rápido!—ordenó Luka, desviando su mirada al lado contrario del argentino, y tapando sus ojos con su mano derecha.

Ángel agarró sus prendas, y se vistió lo más veloz que pudo. Modric abrió uno de sus ojos para verlo.

—¡Vete!—ordenó, de vuelta.

Ángel le hizo caso, y se largó de esa habitación ajena. Luka se vistió rápidamente, pensando en lo que había pasado.

«No puede ser: se volvió a repetir, por segunda vez. No debí tomar, esto ya se está saliendo de mis manos. Primero en aquella fiesta que hubo antes del partido contra Argentina y, luego, esto.»—reflexionó mentalmente

—♥—

Era el restaurante del Hotel, específicamente en una mesa para cuatro personas al lado de una ventana que dejaba ver toda la alberca. Una hermosa vista, sin duda. La mesa estaba ocupada por tres croatas: Andrej Kramaric y Borna Sosa estaban sentados juntos y, al frente suyo, Dominik Livakovic, uno de los arqueros más destacados del mundial. Los tres estaban tomando su desayuno, nerviosos, sin decir una sola palabra.

—¿Creen que debemos decirle lo que vimos?—Andrej rompió el silencio.

—No, así estamos bien—respondió Borna.

—Pero fue incómodo ver eso—dijo Dominik, con una carita de pena que en un punto ya generaba ternura.

—Por eso mismo—expresó Sosa luego de tomar un poco de su café intacto.

—Sólo hagámonos los tontos—propuso Kramaric, que no sacaba la vista de la entrada al restaurante.

Como los tres esperaban, Luka atravesó esa puerta y con una cara de que se la pasó pensando toda la madrugada.

—Ahí viene—avisó Andrej—ya saben que hacer.

Los croatas siguieron con lo suyo: tomar y comer su desayuno, ya frío.

—Hola, ¿no durmieron?—se sentó Luka al lado de Dominik.

—No, antes de entrar a la habitación nos dieron ganas de ir a comer algo, el alcohol nos dejó con mucha sed y hambre—respondió Livakovic, con una sonrisa nerviosa.

Luka no confió en su testimonio.

—¿En serio? ¿No me están mintiendo?—los interrogó a sus compañeros.

—No, para nada—afirmó Kramaric—¿de qué nos sirve mentir?

—Cambiando de tema—desvió Dominik la conversación, salvando a sus colegas—Borna, estabas muy cercano a Antony, el de Brasil, ¿no?—empeoró aún más la conversación.

Sosa lo miró con una mirada asesina. Kramaric frunció el ceño cuando escuchó eso.

—¿Te gustan los brasileros?—cuestionó Luka.

—Puede ser—pensó.

—Qué gustos extravagantes tienes—comentó Andrej, ya un poco celoso.

—Puede ser—repitió.

De la nada, se oyó un barullo que venía en dirección al restaurante: La Scaloneta, eran ruidosos por naturaleza. Luka los miraba, mientras que sus compañeros se ocuparon de lo suyo de golpe apenas los vieron entrar.

Di María, muy silencioso a comparación de sus compañeros y Luka, confundido por todo lo que había sucedido, cruzaron miradas, sus ojos brillaban más que nunca, y quizá por última vez: Esa noche del 21 de diciembre regresaban a sus países.

El último Mundial - ModríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora