18- El vejestorio pasa la Navidad en Rawson

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 Era ya 22 de diciembre. Julián, Ángel, Emiliano, Alejandro, Rodrigo, Nahuel, Alexis y Enzo habían acordado en pasar la navidad y año nuevo juntos, y los reyes magos si alcanzaban. Los ocho se encontraban en una (enorme) cabaña de Chubut, en el cual tuvieron que tomar un vuelo extra para llegar, es decir, mientras el resto de la Scaloneta se iban tranquilamente a sus casas, ahí lo tenías a los pelotudos esperando un vuelo a la ciudad chubutense RAWSON, ¿leyeron bien? Sí, a Rawson, porque un día se les ocurrió la magnifica idea de pasar finales de diciembre en una provincia que el propio país le da la espalda. Pero, ¿por qué tanta queja? Sí, después de todo, la cabaña en la que se hospedaban estaba espléndida, y tenía una hermosa vista a un lago, cuidado y en constante revisión por suerte, y a unos bosques sacados de Google.

Bueno, basta de estúpidas descripciones, ahí estaban los futbolistas ordenando sus pertenencias en sus respectivas habitaciones, con baño propio a recalcar. A cada pieza se podía ingresar en un pasillo que se encontraba al subir al primer y único piso, y el orden en el que habían acordado era así: la primera puerta daba a la primera habitación, que ocupaban Enzo y Julián, a la segunda a la siguiente, que fue tomada rápidamente por el Dibu y Ángel, debido a que esta era una de las que poseía calefactor, en la tercera, se la adueñaron el Papu y Rodrigo, cabe recalcar que se escuchaba una videollamada con el Kun Aguero a máximo volumen, que ya era insoportable al punto de que Di María casi iba a tirar ese maldito celular por la ventana a los lagos chaqueños.

—¡Alguien que nos cumpla el milagro de romper ese celular!—anhelaba el fideo marca Lucchetti, mientras se tiraba a su cama simulando cansancio, cuando ya había dormido en todo el viaje.

—Déjalos, ya vas a ver que se les va a gastar la batería—respondía el Dibu, entre que doblaba unos jeans y los guardaba en el armario.

Y, en efecto, unos segundos después se oyó un grito de la habitación de enfrente. El portero miró a Ángel con una sonrisa victoriosa y una mirada de «te lo dije», este último, en tanto, solo trataba de captar lo que quiso decir alguno de los dos que estaban molestando con la llamada.

Ah, sí, y en la última habitación estaban Nahuel y Alexis. Era el otro cuarto con calefacción y, encima, la única matrimonial. Enzo decía que no hacía falta porque podían darse calor con "abrazos" y "mimitos", en forma de chiste obviamente, pero no tanto para él.

Ángel creyó oír un "explícito", por así decirlo, comentario de parte de Alexis a Nahuel cuando estaban ingresando el pasillo con puertas a cada una de las piezas, trató de captar lo que quiso decir, pero se rindió. Luego le preguntaría a Rodrigo cuando estuvieran tomando mates, él seguro sabía.

—¿Bajamos, fideo?—preguntó el Dibu, mirándolo.

—Bueno, dale.

—¿Sabes?—rompió el silencio el más alto mientras bajaban—vos me haces recordar a esos fideos negros que comen los asiáticos, no se si los ubicas—Di María sólo se limitó a reír con una expresión de «¿qué dice este depravado?» ante lo que había dicho el portero.

Ambos bajaron al vasto living, para luego dirigirse a la cocina-comedor. Se tomaron la grata sorpresa que ahí estaban los seis restantes, ya con el mate hecho y conversando de temas de la vida.

—¿Ustedes creen que fue buena idea venir sin Lionel?—se integró Ángel a la conversación, sentándose al lado de Rodrigo.

—Ni idea, pero me parece que ya cayó en la demencia al tener la maravillosa idea de ir a Rosario—comentó el Papu.

—No, sinceramente—respondió Julián—pero ya sabes, no intentes cocinar—le dijo el más joven al once argentino.

—Bueno, che, no es para tanto.

—Sí es para tanto—Ángel no terminaba de completar su oración que el más joven ya estaba contraatacando—¿no te acordás la última vez que intentaste cocinar bizcochuelo? ¡Un horror!

—Sí—coincidió Enzo con su compañero—todavía no me compraste la remera que me quemaste con el encendedor.

—Pero banca, Enzo, a vos te suceden todas, ni una te salvas—trató el Dibu defender un poco a su compañero, mientras cebaba mates.

Se colmó un silencio incómodo. Sólo se oía a Rodrigo tomando el mate que le correspondía, a Nahuel dándole besitos en el cuello a Alexis que, graciosamente, tenía una cara de amargura ¡tremenda!

—¿Saben? Se me ocurrió una magnífica idea para navidad—decía Rodrigo, soltando a la velocidad de la luz el mate, colocándolo en la mesa de madera. El resto lo oían atentos—juguemos al amigo invisible, y ya mañana vayamos a la ciudad a comprar los regalos todos por nuestra parte.

—¿Y cómo le vamos a hacer para que la gente no nos persiga?—preguntó el Papu

—La gente va a comprender—respondió De Paul—además este es un lugar tranquilo, no viven tantaaaas personas.

—Pero sí vive gente—dijo Beckham.

—Es la primera idea cuerda que se te ocurre en este tiempo que nos conocemos—declaró el Dibu.

—¿Entonces sí?—los miró con una sonrisa de oreja a oreja.

Los demás se miraron entre sí, algunos textualmente dijeron "sí" y otros afirmaban con la cabeza.

El último Mundial - ModríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora