23- Llamada de...¿Luka?

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—Tengo hambre—empezó a insistir Enzo, la panza le rugía, y él la miraba sin prestarle atención a nada más.

—Para Enzo, ¿no ves como Neymar le está comiendo toda la boca a la araña?—lo calló el Dibu, pendiente a la calurosa situación que ocurría en el restaurante.

—Tengo hambre...—repitió, pero esta vez con un tono melancólico.

Enzo subió su mirada, pensaba en chuparse el dedo grande pero rápidamente desvió la mirada a su derecha, vió algo que le pareció sacado del paraíso: Una pancheria.

—¡Miren! ¡Miren! ¡Una pancheria!—se sobresaltó. El más joven de todos empezó a golpear repetidamente la espalda del portero, tratando de llamar su situación, pero era en vano.

—Ya va, Enzo, que parecen sacados de una telenovela—respondió Rodrigo que, de vez en cuando, le echaba una mirada de reojo al más chico.

—Yo te acompaño, nene—habló Ángel de repente, ya harto de contemplar la romántica escena y del otro que seguía y seguía con que tenía hambre.

—Uhh, ni respiro le deja el brasilero—dijo el Papu sobre el beso de Neymar y Julián mientras se relamía los labios.

Enzo reaccionó como un niño, digamos que no hace mucho tiempo dejó de serlo, y se dirigió con el más alto a la bendita pancheria, formando parte de la fila.

—Yo pago—mencionó Di María, sacando la billetera.

—¿Posta?—se sorprendió el contrario.

—Tranquilamente vos podrías pagartelo porque los dos somos millonarios—explicó—pero me pareció buena la idea de hacer un gesto de generosidad por hoy.

—Ya entiendo porque le gustaste a Luka—declaró.

—¿Cómo sabes?—contestó el moreno, de alguna forma afirmando lo que dijo el menor.

—Y...—se encogió de hombros—...los chismes vuelan—completó la frase con una chispa de suspenso, pero con los nervios totalmente dentro.

—Rodrigo—suspiró. Con la respuesta de Enzo, era claro que el que le contó era su "amigo''.

Enzo no respondió, en su mente le invaden imágenes de panchos. Lo que afectaba en uno el hambre.

—Esta fila avanza un kilómetro por hora—se quejó Enzo, bufando. Ángel pensó que la respuesta que dió su compañero le recordaba, en cierta medida, a algo que diría Emiliano.

Aunque Enzo reclamaba constantemente la lentitud de la fila, por fin pudieron lograr que los atendieran. Este pidió un pancho con todos los aderezos y, además, papitas fritas incluidas.

—¿Qué vas a pedir vos?—le preguntó Enzo, con la mirada fija en Ángel.

—Por mi parte, nada—respondió, aún así preparando los billetes.

—Bueno—volteó a ver al hombre que los atendía.

A Ángel le sorprendería que nadie los reconociera, no sabía si era porque estaban todos borrachos o porque querían mantener todo en paz y armonía. También pensó en el hipotético caso en el que le metieron tantos filtros a sus fotos y vídeos que ya era una persona completamente distinta en estas. Se estremeció. Dejó de pensar en cosas que solo malgastaban su tiempo. Dió los billetes y se fueron de allí. Caminaron hacia una plaza y se sentaron en un banco. Ángel se limitaba a observar detenidamente como Enzo devoraba con su boca ese pancho.

—¡Cómo comes!—comentó Di María, era lo único que podía decir para no morirse de aburrimiento.

El contrario ignoró su comentario, a Ángel no le importó en lo absoluto.

—¿Qué decías?—giró Enzo su cabeza, provocando que sus ojos miraran al mayor, le faltaba un trocito pero creyó más importante lo que quiso decir su amigo.

—Nada—bajó su cabeza.

De un segundo a otro, un celular sonó. Como ambos tenían el mismo ringtone, era de esperar que los dos se fijarán en sus bolsillos, sí, como si no estuvieran en Argentina y cualquier persona se los pudieran robar. Al final, era el celular del mayor: era un número procedente de Croacia. En ese instante, Ángel pensó en Luka, conocía ese primer dígito debido a que el Dibu siempre recibía llamadas por parte de Dominik y Julián, cuando aún seguía embobado por Borna, llamaba cuando podía a este último.

—Bancame—hizo la seña de "parar" a su compañero.

—¿Quién es?—Enzo curioseaba.

—Me parece que Luka.

Ambos estaban emocionados. Ángel se alejaba del banco, presionando el botón para contestar la llamada del desconocido.

—Oh...¿Hola?—habló una voz masculina, con ese típico acento que hacen los angloparlantes cuando intentan hablar español y, lo peor de todo, cercana al celular debido a lo saturado del audio.

—¿Luka?—abrió los ojos el argentino como si se estuvieran reencontrando, aunque el hombre ni lo viera.

—Eh..no...soy Dominik, Dominik Livakovic—respondió tímidamente—¿se oye bien cómo hablo? Estuve practicando.

A Di María se le partió el corazón, el corazón totalmente ilusionado de poder volver a ver a su amado croata.

—Sí, ¿Qué pasa?—suspiró Ángel.

—Necesito que nos veamos...quiero hacerle un regalo muy especial a Dibu—esa última oración sonaba como si le diera vergüenza.

A Ángel le interesó esa parte final.

—Bueno pero, ¿dónde?

—En América, eh, digo—se empezó a desesperar—en Estados Unidos—se corrigió—más bien, en "Kalifornija", perdón, California—lo trató de pronunciar con un acento más estadounidense, para que comprenda.

—¿Tan lejos?

—Es donde tengo que retirar el regalo—dijo.

—Bueno, entiendo, ¿cuándo?

—Después de "mudraci"—volvió a mencionar palabras sueltas en croatas—¿cómo era? rey mágico, no, ¡mago rey!—se enredó en sí mismo, se podía oír que aún seguía hablando pero era casi inaudible sus palabras—Jebiga!—lanzó de su boca otra palabra en croata, esta se asimilaba más a un insulto por la forma en que la había dicho, cosa que nunca imaginó salir del portero.

—¿Después de los "Reyes Magos"?—intentó responder el argentino a la duda existencial del croata.

—Sí—el audio se distorsionó y la saturación del mismo es aún peor—estaré allí el diez de enero.

—Entonces nos vemos—trató de despedirse—espera—recordó Ángel—¿cómo tenes mi número?

El croata tardó varios segundos en asimilar lo que quiso decir este.

—Me lo dar Borna, Borna Sosa—respondió.

—¿Cómo?

—Ehh...Borna habló con Julián—pronunció la "j" como si fuera una "sh"—Julián dar número a Borna, y él a mí—explicó, como pudo.

—Ah, entiendo.

Se despidieron. Ángel frunció el ceño al apagar el celular, y se dio la vuelta para regresar con Enzo. Caminó y caminó, ya se había distanciado bastante del más joven para darse la nula grata sorpresa de que Enzo no estaba en el banco, había desaparecido, ¿en qué momento? Sólo el mismo Enzo lo sabía.

—¿A dónde mierda se me fue el pendejo?

Di María actuó como padre frustrado y divorciado, que tenía la única labor de pagar la manutención y con solo ver a su hijo ya tenía el premio mayor al hombre con dar más suspiros en el siglo. 

El último Mundial - ModríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora