Capítulo XXXII (El gran final ¿Para todos?)

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P.O.V. Diana: 

Cada detalle que David me contaba acerca de su noche, me sorprendía más y más. Lo peor era que hace una hora tenía que estar descansando, y parecíamos dos amigas en una pijamada mientras él me comentaba todo. 

Según él, todo fue producto del alcohol, pero para mí también fue por esos impulsos que tanto yo y él tenemos... Y al parecer él no los pudo controlar. 

Sí, las hormonas estaban descontroladas en ambos. 

Luego de tanta charla, se me olvidó preguntarle algo clave. 

—Oye, espera, ¿Quién era esa chica? —pregunté. 

—No lo sé —respondió. 

—¡¿Te acostaste con alguien y no sabes su nombre?! —exclamé y agarré mi cabeza —¿Y papá qué va a decir? 

—Él no sabe nada, lo vi hace un rato por los pasillos, pero conozco sus trucos, pensé en otra cosa y no pudo leerme la mente —sonrió victorioso. 

—Solo hay una cosa, ¿Usaste protección? —achiné los ojos y él asintió rápidamente —Más te vale...

—Sí, hermana, es en lo primero que pensé —comentó. 

—Y... ¿Cómo se siente? Todos dicen que tener relaciones sexuales, obviamente con consentimiento, se siente bien... —murmuré. 

—Es muy extraño al principio, pero se siente como un alivio, que luego se transforma en un placer que no puedo describir —miró el techo y mordió sus labios —Lo volvería a repetir. 

Pasaron algunos minutos más de charla, pero noté que ya era definitivamente hora de descansar. 

Me levanté de la cama y me dirigí a mi ropero, para agarrar un pijama y mirar amenazante a mi hermano. Él entendió lo que quería que hiciera, y se dio vuelta para mirar a otro lado. 

Comencé a ponerme el pijama, mientras que él quitó sus zapatos y se acostó en la cama, más bien, mi cama. 

Terminé de vestirme y me acerqué. 

—¿Qué estás haciendo? —me crucé de brazos y él se tapó con las sábanas —¡Sal de mi cama! 

—No voy a salir, anda, ven —me hizo cara de perrito triste e hizo un par de palmadas en el colchón a su lado, invitándome a acostarme. 

Rodé los ojos, ya estábamos grandes, no éramos niños pequeños que dormían juntos, pero su insistencia me ganó. 

Suspiré profundamente y me acosté con él a su lado, recibiendo una sonrisa de oreja a oreja. 

Luego se dio vuelta, dándome la espalda y dándome a entender de que ya estaba por descansar, entonces lo dejé tranquilo. 

Solté una risa, ¿En qué momento volví a tener siete años cuando dormía con él?

Agarré mi celular y me quedé mirando algunas de las fotos que tomé hoy, y vi que Luis ya había subido varias a sus redes sociales. 

¿Por qué yo no? Elegí algunas y también las subí, no tenía muchos seguidores, pero poco a poco iban apareciendo más y más. 

Luego miré la conversación que tuve con Alec, me desanimó que no podamos hablar mucho, ya que tampoco era un hombre de muchas palabras, pero hacía lo mejor que podía. 

Me imagino lo que debe estar haciendo ahora, probablemente tomando algo delicioso con la vista al mar. 

¡Qué suertudo! 

Seguramente estaba allí por trabajo, porque siempre me decía que su casa estaba en Roma, aunque se mantenía en constante movimiento. 

Decidí irme a descansar de una vez, entonces dejé el teléfono a un lado y me acomodé, para cerrar los ojos y dejarme llevar por el silencio de la habitación y el ruido que el viento producía en los pinos. 

Eternos: Mi vampiro favorito IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora