Alerta en la Galaxia

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La última fortaleza del sistema había caído tras una semana de asedió sa da sangriento, los soldados leales aumentaron sus números por millones, Siegfried liberaba a tantos leales como podía y ejecutaba a los prisioneros para no tener que lidiar con su alimentación, ya que según él, era un desperdició dar comida a los cerdos cuando sus soldados humanos lo requerían.

Las batalla eran violentos baños de sangre que pintaron los planetas de rojo, bosques de cuerpos despedazados se esparcieron por el planeta sin problemas, esqueletos descarnados por el clima eran un recordatorio de su salvador pero también del destino de quienes niegan al emperador y traicionan al imperio.

Mientras se estaba destruyendo los reductos de la rebelión en los palmeras había una cena de la Victoria en la flota creada por Siegfried, las sombras eran muy útiles, pudiendo sustentar una flota inmensa, alterando la realidad para que naves chatarra o dañada puedan avanzar por la galaxia en su interminable batalla.

Las primeras rondas de licor fueron compartidas por Siegfried con sus hombres, pero al llegar la hora nocturna el Comisario escogió retirarse a su camarote, en la mañana iría a las últimas ejecuciones y después seguiría con su plan para tratar de comunicarse con el imperio, ya que una Tormenta Disforme había dejado ese sistema aislado de Terra.

Al llegar al lugar se encontró con cierto hombre salvaje que había ayudado de manera accidental a tomar la fortaleza más problemática de ese mundo, Ferrus Nader Jader, la única palabra coherente que podía decir con orgullo, después era un embroyo tratando de imitar palabras, pero podía lidiar con eso, si podía con los Ogretes eso no debía ser muy diferente.

"Fue algo muy impresionante de tu parte, no muchos seres del imperio pueden salir de una colmena traidora en una pieza, menos un humano normal" —Le sirvió una cola de vino, además de ofrecerle tras grandes platillos, uno con verduras preparadas con mantequilla y aderezos de toda clase, el segundo era carne preparada con especias de toda clase y el tercero tenía pastelillos—

El muchacho olió la comida, siendo atraído por todo, encontró primero las verduras y sumergió su cabeza en ellas, comiendo directamente del plato mientras Siegfried analizaba su comportamiento, era fascinante, lo vio pelear contra treinta hombres y salió victorioso sin un rasguño, pero ahora parecía tan tranquilo.

Al inicio lo atacó con ese martillo tan particular, le golpeó el estómago y lo partió por la mitad, pero se regeneró muy rápido, cuando Ferrus Nader por fin vio que se levantó tras ese ataque mortifero parecía consternado, y se seco a él, tocando su cara, abriéndole la boca y viendo esos afilados dientes que estaban en punta para poder favorecerlo en combate cercano.

Fue como ver a un animal solitario encontrarse con otro de su especie, después de eso permaneció en silenció mucho tiempo, al parecer escuchando una voz que le hablaba, para después seguir a Siegfried como alguna clase de fuerza espaldas, ya que casi le rompe la cabeza a un soldado que lo saludo.

Tras salir de la fortaleza Ferrus Nader participo en tres batallas más, pero no actuó hasta que siegfried marchó al frente y demostró de lo que era capas en combate, su Esoada Sierra era la pesadilla de sus enemigos y se comportó a la altura, con una agilidad en combate sin igual entre los humanos normales, cuando exterminó a cien traidores Ferrus Nader al fin se digno a entrar en combate, actuando como un poderoso martillo que caer sobre el campo de batalla y ante camino a la infantería.

Tras eso eventos Siegfried encontró cercanía con ese muchacho, un Perpetuo, realmente era un universo pequeño, donde los dioses tienen un sentido del humor retorcido y gustan de hacerles la vida difícil, pero no sé queja, podría ser mucho peor, podría estar sirviendo al caos y le podría salir una segunda cabeza, aunque Ferrus Nader era un Paria, tras ver a Zero era soportable la presencia de ese sujeto.

Warhammer 40K: Era CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora