El Angel de Baal

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La destrucción de la guerra es algo tan horrible que muchas veces las personas se preguntan si esa batalla de pudo prevenir, si se tomaron las decisiones adecuadas y si quizás una acción pudo hacer algo para impedir que los padres luchen contra sus hijos, que hermanos asesinen a sus hermanos en el campo de batalla, es algo que al final no importa, porque rodó termino mal.

Sanguinius acababa de morir a manos de Horus, su alma experimento un ataque tan brutal que su grito se escuchó por toda la Disformidad, todo el dolor y trauma de su violenta muerte llevo a que todo ese trauma se transmita también a sus hijos genéticos en su legión.

Se suponía que debería haber muerto en el puente del Espíritu Vengativo, que su alma debió haber Sido destruida o por lo menos haber Sido tan mutilada que debió perderse a si mismo para siempre para que nunca volviera.

Pero aquel grito en el final de su vida no solamente había traído la maldición de la Rabia Negra sobre su Legión, también desperto algo mucho más peligroso, algo que pudo haber Sido mejor nunca despertar.

El Ángel de Baal despertó en un lugar que su ni la prodigiosa mente de un Primarca pudo entender, no había nada, decir que la oscuridad absoluta le rodeaba era suponer que todavía existía algo, pero no existía algo en ese sitio, no podía ni sentir el aire, o el piso, lo único que lograba percibir eran sus mismos pensamientos y movimiento, el sonido no existía y solo podía escuchar el latido de su corazón.

Su mente lentamente se fracturó, tratando de encontrar algo a lo que sujetarse, si ese era el infierno entonces Horus eligió el lugar adecuado para mandarlo, sin nada, no podía respirar ni tampoco sentía que fuera a morir, era el infierno.

Esas mismas tinieblas le estaban absorbiendo lentamente, era una fuerza con la que no podía luchar, trato de usar todo su poder y habilidades para librarse, pero no podía hacer nada, esa oscuridad se estaba apoderándo de él, creía que la oscuridad lo cubría y se acercaba a una Destrucción total, una real desde un mundo invisible, grito hasta que una vez más su dolor se sintió en todo ese reino.

Pasaba lo que creía era tiempo, pero los conceptos de ese reino eran igual de abstractos que en la disformidad, ni espacio ni tiempo, nada de eso podía existir, no podía haber nada, solamente esperaba poder desparecer antes de sucumbir a la completa locura.

???: No deberías hacer tanto ruidos, destruiste mis posibilidades de descansar otro milenio más —Esa voz, al fin algo además de la nada, Sanguinius busco al responsable por todas partes, hasta que logró ver algo en la distancia—

Una piedra de madera, pequeña como para que una persona de tamaño promedió se tenga se inclinar un poco para no tener que golpear su frente para contra el marzo de la puerta, pero para ese punto decidió que era preferible arrastrarse dentro a tener que soportar la inexistencia misma.

Tomo el pequeño picaporte, abriendo la puerta y teniendo que arrastrarse dentro, sus alas se estaban atorando pero logro cerrarlas, se recargo en la pared y respiro por primera vez en lo que parecía ser una eternidad.

Se tomó de los hombros y respiro profundamente, pudo sentir el aire entrar en sus pulmones, pero también sintió un aroma extraño, miro una mesa repleta de una sustancia morada, además de bolsas de un polímero colorido, que emitían un potente olor de sal y otras sustancias químicas.

???: ¿Otra vez tu? Deberías dejarme dormir, estaba en el medio tiempo de un programa de mi hermano, pero veo que no te rindes, sal y muere afuera

Desde un sofá pequeño se veía una figura bastante extraña para los ojos del Primarca, era una joven, quizás en inicios de la adolescencia, sus ojos negros parecían el vacío mismo, su piel blanca como el papel, y vestia una camisa de colegio con una falda gris.

Warhammer 40K: Era CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora