Isaac
Muchas emociones nublaron mi mente. Le había olvidado por completo. No es un mes, ni tampoco una semana, el me dio solamente tres días. ¿Cómo se supone hacerlo en tres días?
Esto es algo que no puedo hacerlo en tan pocos días. Y no, no está hablando mi pesimismo, estoy diciendo más que la verdad. No tengo ideas, no tengo nada y lo único que conseguí en estas horas es una editora, que de nada me sirve si no le doy unos putos borradores para que los corrija. Próximamente Carla, lo único que va a corregir es el aire mismo, una hoja en blanco y mi ansiedad aumentando.
Me deje caer en la cama, tratando que mi mente se tranquilice y me de ideas, no dramas, tampoco negatividad, lo único que necesito ahora mismo es una buena idea y herramientas.
— ¿Qué es lo que te sucede ahora?
Gire mi cabeza para encontrarme a Carla parada en la entrada de su habitación con mi camiseta puesta y su cabello peinado en una perfecta coleta.
Me encantaría saber en qué momento pase de odiarla, fastidiarme con cada cosa que hace a querer besarla por el simple hecho, de moverse por su casa con una de mis camisetas puestas.
Levante mi espalda de la cama, quedándome sentado, observándola con una media sonrisa.
— ¿Con que se supone que ande por tu casa si robaste mi camiseta?
— ¿No lo sabes? — pregunto divertida, acercándose a mi lado. — Tu no puedes entrar a mi casa con camiseta.
Reí y tome uno de sus brazos tironeando de ella, para que caiga en mi regazo.
—Tonta. — dije, robándole un beso.
— ¿Vas a contarme que es lo que te sucede? — inquirió.
Como hace unas horas atrás, volví a olvidarlo en cuestión de pequeños segundos de este grandísimo problema, en el cual ella apareció con su sonrisa y belleza. Había olvidado la serotonina y lo imbécil que puede dejarte la persona que te gusta tanto.
Deje caer de nuevo mi espalda contra el colchón, llevándome las manos a la cabeza.
—Tengo tres días Carla... ¿Cómo se supone que llegue a escribir algo bueno en tres días? — la mire con los ojos abiertos. — ¿Sabes que no vamos a llegar a corregirlo? El fracaso está tocándome las narices. ¡Ni tengo una idea concreta! — exclame nervioso. — ¿Sabes lo que necesito? Un café, ¡una taza gigante de café!
— ¡Isaac cálmate! — grito Carla tomando mi rostro entre sus manos.
—Y tú no ayudas en nada sentándote de esa manera sobre mí. — dije irónicamente.
Ella puso los ojos en blanco y salió de encima de mí. La mire totalmente decepcionado por esa acción, pero Carla siguió con sus ojos clavados en mí, preocupada y un tanto molesta por recurrir al sarcasmo.
— ¿Pactamos reglas?
—Me gustan las reglas. — dije tomando asiento. — ¿En qué piensas?
—Lo principal es, trasladarnos a tu casa, a tu lugar de trabajo, ¿si? — asentí. — Estos tres días voy a quedarme allí, para corroborar que descanses como corresponde y recién vamos a empezar mañana a trabajar. ¿Te queda claro?
—No vamos a llegar...— susurre.
—Deja de pensar así, vamos a llegar y de sobra. — insistió, tomando una de mis manos para entrelazarla con la suya. — Mañana consigues la idea y haces dos capítulos, puedo corregirlos rápido y sin cometer errores, tu confía en mí.
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Enamórate de alguien más
RomantikIsaac conoció el dolor de un primer corazón roto. Decidido a dejar todo atrás, se instaló en otro país y se prometió comenzar una nueva vida, alejado de los riesgos de enamorarse y sufrir. Ese era su plan: estudiar la carrera de sus sueños, leer muc...