Carla
Veinte horas pasaron y lo sé muy bien, porque desde que me fui de su departamento estoy contando hasta los malditos segundos y regañándome internamente por la estupidez más grande que hace veinticuatro horas se le paso a mi cabeza y a mi boca pronunciar.
Tratándose de Isaac, la persona más predecible del maldito planeta, era obvio que se iba a negar a muerte. Pero algo masoquista dentro de mí, quería, necesitaba con todas las fuerzas ver hasta qué punto podía molestarlo. Nunca se me paso por la cabeza que el día de ayer, iba a explotar su paciencia totalmente.
Esta semana, especialmente, me encargue de molestarlo al punto explote. Nada de pasarme, cosas simples que buenos amigos podrían hacer un día cualquiera.
Ese es el problema número uno, que él no es mi amigo.
Pero en fin, en otro momento voy a discutir con mi cabeza la extraña relación de no amigos que tengo con él.
Isaac al principio se negaba totalmente a acompañarme a esos sitios que a los dos nos gustan, sin embargo, luego de unas tres insistencias, el accedía, de mala gana pero lo hacía y eso es bueno para mí.
Como siempre me dice, si, podría pedirles a mis amigas que me acompañen a esos lugares, pero lamentablemente, ellas son como ese amigo que anda detrás de él, le fascinan esos sitios en donde no podría imaginarme a mí, entrando, para nada, ni por broma. Me niego a ensuciar mis zapatos.
En el momento que me cruce a Isaac en la universidad me alegre, demasiado para mi gusto. Admito que al principio fue todo por mi puro egoísmo. Porque el, a pesar de querer ocultarlo es la definición perfecta de crio rico, la vestimenta y ese fragancia cara que usa, lo dejan en una total evidencia.
Mi conclusión, demasiado egoísta, es que Isaac es la compañía perfecta para mí. Pero también Isaac, es la compañía totalmente molesta para mí. Hay días en lo que me gustaría gritarle que podría dejar de ser tan gruñón y apreciar las simples salidas a tomar un maldito café. No le estoy pidiendo mucho.
Le pedí mucho anoche.
Me lo cumplió.
Y ahora no puedo dejar de pensar en el sabor menta de sus labios, me pase medianoche con los dedos sobre mis labios, recreando toda la escena de anoche en la cocina de su casa. El me beso. Me enfade y me marche.
La verdad es que, no estoy enojada con él por cortar ese beso, estoy molesta conmigo misma por querer que el siga besándome y tocándome de esa manera. Mi cuerpo me traiciono totalmente, estremeciéndose con las caricias de sus manos y tire toda la poca cordura que me quedaba en la cabeza, grite internamente que todo se vaya al diablo y que el siga, que no pare. Pero Isaac se detuvo y noto muy bien, todo lo que genero con ese simple y odioso beso.
Un simple beso, le dije. Joder, que imbécil me comporto a veces.
Con esta, es la sexta vez que me meto en la ducha para tratar de tranquilizar mi cabeza por ese maldito y simple beso que no deja de atormentar mi cabeza.
Hay una realidad, que en mi vida se lo admitiría, pero la verdad es que nadie me ha besado como él lo hizo anoche, con tanta seguridad y desesperación. Por un momento, me hizo creer que me deseaba más de lo que él quisiese aceptar. Pero cuando corto el beso, entendí que todo eso, lo estaba haciendo por mis puras molestias. Si no lo hubiera fastidiado, no estaría ahora con el rostro colorado de la vergüenza que me genera saber, que en algún momento tendré que verle nuevamente la cara, sabiendo que gemí su nombre contra su boca y estaba totalmente entregada a que me haga lo que desease.
Cuando salí de la ducha, lo primero que hice fue darle la milésima ojeada en el día a mi móvil, observando lo mismo que hace minutos atrás había en la pantalla, nada. Ni un mensaje, ni una llamada, nada de nada.
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Enamórate de alguien más
RomanceIsaac conoció el dolor de un primer corazón roto. Decidido a dejar todo atrás, se instaló en otro país y se prometió comenzar una nueva vida, alejado de los riesgos de enamorarse y sufrir. Ese era su plan: estudiar la carrera de sus sueños, leer muc...