Capitulo 28: Crueles palabras

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Carla

Hace una semana que Isaac no contesta los llamados ni mensajes de nadie. Me pase por su casa más de una vez, pero la llave está metida en la cerradura, dándome a entender que no quiere que use la que llevo de repuesto.

Estos días lo único que hice fue tratar no llorar a cada segundo y comunicarme con Luka y Alex. Hasta recurrí, en momentos de desesperación, al simio de Teo. Pidiéndoles, casi implorándoles, a los tres que me digan que le sucede, que si está bien, que necesito información suya antes de enloquecer. Ellos no saben nada. Isaac se encarga de cortar sus llamadas cada vez que le marcan.

Me encantaría viajar en el tiempo y pegarle una bofetada a la Carla del pasado por haber accedido a llevar a cabo la locura de esa maldita bruja.

Esa mañana estaba desesperada, cansada que mis padres me atormenten con que debería dejar de malgastar mi tiempo en carrerillas que nada iban a servirle a la empresa, que era su única heredera y por eso, necesitaba hacerme cargo cuando ellos se retirasen. Mis padres no podían, ni pensarlo, dejarle todo su trabajo a la familia de Isaac. No querían que nuestro apellido desapareciera. Su idea era seguir en lo alta de la sociedad de nuestro país.

Al diablo con todo ello, maldije, cuando me encerré en ese maldito cubículo a llorar y comer mi almuerzo, solitaria. A pocos segundos, escuche como alguien tocaba la puerta, llamando a mi nombre. Amelia. La madre de Isaac, socia y mano derecha de mi madre.

Recuerdo, que cuando comenzamos a platicar, pensé que se trataba de una madre desesperada queriendo hacer entrar en razón a su único hijo, se le veía triste y abatida cada vez que hablaba sobre él. — en ese tiempo no sabía lo perfecta que ella era para la actuación. — Amelia me pinto un Isaac que jamás conocí, rebelde, desagradecido y caprichoso.

No era el Isaac que recordaba del colegio, pero ya habían pasado años de no verle y creí, que capaz, había cambiado, volviéndose esa persona que su madre tanto despreciaba.

Lo sé, fui una tonta en creerle a esa bruja, morder tan fácil la manzana que me había ofrecido. Caí hipnotizada, ingenua, con sus ideas y planes, que me aseguraban el futuro que tanto anhelaba. El futuro que yo si quería y no el que mis padres deseaban para mi.

La tarea que me encomendó era muy fácil. Lo único que debía hacer era molestar a Isaac, interesarme por sus pasatiempos y enamorarle de tal manera que fuese capaz de hacer cualquier cosa por mí. La cosa era, dejar la tonta carrera que su madre decía.

Hasta que lo volví a ver. Fue una extraña casualidad. El plan de su madre, era que me acercara a él en la cafetería que tanto pasaba su tiempo, pero nunca le veía, nuestros horarios no eran iguales.

Después de varios años de terminar el colegio, volví a encontrarle en unos de los pasillos de la universidad, con el mismo sarcasmo de siempre y con sus típicas ganas de molestarme hasta el cansancio. Mi primera impresión, fue una total sorpresa que trate de disimular, no era el crio que mi cabeza imaginaba. Isaac había crecido y para nada mal.

La segunda impresión, fue darme cuenta que él no estaba estudiando algo estúpido. Isaac perseguía sus sueños al igual que yo. Pero, en ese momento egoísta de mi parte, me frene a mí misma diciéndome que no éramos amigos y que no debería importarme lo que pasara con él. Debía seguir con el plan y obtener ese cuarenta y cinco por ciento de la empresa, para preservar el estúpido apellido familiar y mis sueños conmigo.

Todo estaba claro en mi vida, debía interesarme en Isaac, seguir mandándoles cartas de presentación a Harper y avisarle a su madre cada cambio que su hijo tenía conmigo.

Hasta que esa tormenta cayó afuera de la cafetería. Ese día lo cambio todo. El, dudándolo un poco, decidió ser mi salvador, aguantándose mi verdadera personalidad toda la noche. Mentiría si dijese que no se quejó a cada segundo, lo hizo y varias veces amenazo en echarme a la calle bajo la lluvia, pero siguió contestando cada cosa que mi boca preguntaba.

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