Capitulo 20: Un chico nuevo

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Carla

Tres días lo cambian todo. Un suceso malo puede ocurrirte y de repente te encuentras viviendo bajo el mismo techo con el chico que te gusta, pero con el cual decides mantener una distancia apropiada para no volver a caer tan fácil en sus encantos.

¿Está funcionando?

Claro que no.

Es imposible mantenerse alejada de Isaac, cuando todo lo que hace es magnífico ante mis ojos.

Concéntrate Carla, te prometiste no caer tan rápido esta vez...

Mi plan era marcharme al día siguiente, agradecerle por ser tan hospitalario conmigo, pero que aquí todo finalizaba, no quiero que se mal entienda, no me refiero a nuestra extraña manera de llevarnos, solamente la parte que nos besamos y terminamos confundiéndolo todo para ambos.

Sin embargo fue difícil decirle que no a sus ojos de gatito abandonado cuando le dije que me marchaba. Me prometí a mí misma quedarme solamente una noche más. — No paso. — Fueron tres noches de dormir en la cama de Isaac, sin él. Sigue teniendo explicítame prohibido volver a dormir conmigo, hasta que no arregle su cabeza.

Me encantaría decir que nada extraño paso estos tres días, pero las salidas de Isaac se me hacen raras. El, todas las mañanas desaparece, quien sabe a dónde, solamente se va y vuelve a las dos horas, demasiado feliz. No ando de bromas, él es capaz de iluminar toda una ciudad con esa sonrisa y felicidad.

Eso me molesta.

Por dos simples motivos, el primero, quién diablos le está haciendo sonreír de esa manera y porque no soy yo. Lo segundo es que no me cuente en que cosas extrañas anda metido. No quiero ser la invasiva de siempre, pero él está jugando con mi paciencia y poniéndome de nuevo en esas situaciones, en las cuales tengo que arrancarle las palabras de la boca para que confiese.

El olor a comida me saco rápidamente de mis pensamientos, haciendo que salga de la cama de Isaac de un salto. Observe la hora, nueve de la mañana, aún falta una hora para que Isaac aparezca y el, no es de esas personas que cocinan, para nada y si lo hiciese, jamás olería de esta forma, tan exquisita y hogareña.

Ignorando mis pijamas, tome una de sus camisetas y me salí del cuarto a investigar qué demonios le está sucediendo a esta casa. El olor a comida casera se hacía cada vez más fuerte en cuanto me acercaba a la cocina.

Una mujer mayor, que nunca vi en mi vida, apareció en mi campo visual, de espalda, totalmente concentrada en la preparación de la comida.

No alcance a decir nada que ella se volteó, dando un brinco hacia atrás, llevándose una mano al corazón, a causa del susto que se llevó con mi presencia, pero rápidamente el susto en su rostro desapareció, mostrando una cálida sonrisa.

— ¿Usted debe ser Ana, no?

— ¿Y tú debes ser Carla, no? — asentí y ella me sonrió dulcemente. — Eres más guapa de lo que Isaac me había comentado.

— ¿Isaac le platico de mí? — pregunte con los ojos abiertos como plato.

No oculte mi sorpresa y la señora lo noto, ella largo una pequeña carcajada y volvió a mirarme con una gran sonrisa. Sin responder a mi pregunta, Ana, se acercó a la cafetera, llenando una taza y luego procedió a pasármela, señalándome una de las sillas de la cocina.

—Tengo el poder de sacarle información a ese crio testarudo. — reveló.

— ¿Cómo lo hace? — inquirí, llevándome la taza a la boca.

—No necesitas mis concejos, tú estás haciendo un buen trabajo. — sonrió. — Me alegra verle así, diferente y más feliz, sé que es gracias a ti y lo sé, ya que Isaac jamás me había platicado sobre una chica. — agrego, guiñándome un ojo. — Pero tú, nunca escuchaste estas palabras de mi boca.

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