Capitulo 23: Festejos

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Isaac

La tensión, el estrés y las horas perdidas sin dormir se sienten en toda la sala. Noah se encuentra a mi lado mordiéndose la piel de los costados de sus dedos, largando varios suspiros a cada rato y del otro lado, tengo una compañera que no ha dejado de repiquetear sus uñas contra el banco, desde que tomó asiento. El único ruido que hace que no pierda los nervios.

Me recuerda a estos tres días de pura y exclusiva internación dentro de mi casa, los dedos de Carla repiqueteaban en la mesa, cada vez que tenía que esperar a que le pase un borrador. Eso me dejo demasiado en claro que no tiene, para nada, algo llamado paciencia. De igual manera, eso, ayudo a que mi cabeza se obligue a trabajar rápido.

Tres días. Cinco capítulos.

Lo que no entiendo de todo esto, es la molestia de Carla al terminar de corregirlos. Ella cada vez que tenía sus ojos puestos en el papel, levantaba su cabeza para murmurarme la palabra imbécil y seguir.

Tal vez me haga el desentendido, para aislarme por completo de sus berrinches. Escribir, metafóricamente, sobre ella, no fue de lo más romántico que se esperaba. Le dije, que debía tener paciencia, recién escribíamos cinco capítulos, el final que tenía planeado era, dentro de todo, agradable y acogedor.

La idea estaba clara, pensar sobre algo bello, una mariposa.

Recuerdo que cuando era un crio, las mariposas solían entrarse en mi habitación. El jardín se encontraba detrás de uno de los ventanales del cuarto. Ellas entraban a todas horas. En ese tiempo no me gustaban, les consideraba un insecto feo e invasivos. En mi habitación no había más que libros, no entendía por qué se metían allí. Intente hasta lo imposible para correrlas, sin embargo, fallaba en todo plan.

Algo estaba claro y era que las mariposas no pensaban marcharse de mi cuarto.

Con el tiempo me acostumbre a despertarme con ellas, en época de verano, posadas en la mesita de noche, biblioteca, libros y en mi escritorio.

No pensaba darle el final que todos esperaban, en el cual cuento como me acostumbre a ellas. No. Claro que no lo hice, odie toda mi vida a las mariposas. Sin embargo, uno, con el tiempo, comienza a ver la belleza y la confianza a algo que siempre estuvo allí. Eran molestas, volaban por todas partes, pero les extrañe cuando decidí mudarme aquí.

Carla son esas miles de mariposas molestan en toda mi habitación, invadiendo cada parte de mi vida, como si se tratase de su propia vida. Lo único diferente, es que la mariposas de esos tiempos no platicaban y la que se le ocurrió estar constantemente en mi cabeza si lo hace.

Por eso mismo, ella ha decido estos días ignorarme, corrigió a la perfección cada párrafo de esos borradores, pero pedirle que me bese fueron de las cosas más difíciles que he podido conseguir y los chocolates no funcionaron para extorsionarla.

Le podría haber confesado el porqué de esta idea. En donde una persona busca con todas sus energías y fuerzas, deshacerse de esas mariposas tan fastidiosas, pero le quitaría toda la magia y diversión al verla molesta.

A lo mejor ya se ha dado cuenta, pero sacarla de quicio, es de mi actividades favorita.

—Esta por decirlo...

La voz, casi en susurro, de Noah hizo que me girase para encontrármelo con sus dedos lastimados y su mirada puesta al frente. El no volteo a verme, me hizo una señal e hice lo mismo, observar al profesor Harper.

Este es el final. Lo que salga de su boca puede coronarnos o eliminar por completo esos sueños que arrastramos.

La ultima asignatura, con un profesor malhumorado y odiado por todos los departamentos de la universidad. Me gustaría que acabase aquí, sin tener que esperar una noticia que tiene el poder de arruinar mi estado mental si es la que no quiero escuchar.

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