Capítulo #17 (parte uno)

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|Pensar demasiado|

Parte 1/2

Es terrible el desgaste emocional que puedes tener por pensar demasiado.

Desde que era una adolescente, pensamientos de todo tipo venían a mí, cuestionando todo lo que me pasaba, lo que sentía que estaba mal, aunque no se lo dijera a nadie. Todo, absolutamente todo, me lo guardaba. Había perdido cualquier confianza que pudiera tener en alguien, volviendome un ser solitario por dentro. Mis pensamientos me consumían tanto, que a veces, me terminaba deprimiendo, llevándome a varios intentos de suicidio.

Mi madre actuaba como si no fuera nada, como si lo que yo pasaba o sentía simplemente se trataba de una etapa, lo que me hizo aborrecerla por un tiempo hasta que decidí restarle importancia, porque de todas maneras, su opinión sobre mí, realmente no me importaba.

__¿Terminaste de empacar?__Asentí.__Bien, entra las maletas en la camioneta junto con las demás.

__¿Por cuánto tiempo nos iremos?

__¿Cuántas veces tengo que repetirlo?

__Bueno, pero en algún momento vamos a volver ¿no?

__Esperemos que sea para siempre, aquí no podemos quedarnos. Además, este cambio te servirá para que olvides por completo a ese muchachito que no te conviene.

__¿Tú qué sabes sobre lo que me conviene y lo que no?

__Más de lo que te imaginas.__Me sonríe, peinando el flequillo de mi cabello, mi mirada hacia ella se transforma en una seria y despectiva.__Cambia esa cara y sé más positiva por una vez en la vida. Te adaptarás pronto allá, en una nueva casa, una nueva escuela y harás nuevos amigos. Este no es el fin del mundo, Mar, eres muy jóven para vivir una vida deprimente. Intenta ser feliz.

Lo cierto era que el positivismo nunca fue parte de mi. Sentía que mientras más esperaba cosas buenas, menos chance habría de cumplirse. Prefería pensar que todo iría mal en vez de bien, así podía evitar sentirme mal ante las decepciones.

El truco está en no esperar mucho de la vida. Preferiría dejar que me sorprendan y vivir de la epifanía.

En este momento, había llegado a un punto en el que no podía diferenciar entre lo real y lo que no. Mi mente parecía flotar en el mar abierto, y pensaría que podría estar muerta si no fuera porque aún podía sentir la pesadez de mi cuerpo. Unos toques en mi mano izquierda me hicieron sentir un cosquilleo, y el reflejo de una luz blanca comenzó a molestar en mis ojos.

__Hola.__Mencionó una voz, algo lejana, pero no tanto como para no darme cuenta de que la voz no había salido de mi cabeza, si no del mundo real. Sentí a más presión sus caricias en mi mano, y poco a poco fuí abriendo los ojos. La estúpida luz de hospital siempre había sido muy molesta, parecía que lo hacían apropósito con tal de molestar a los pacientes y que estos despertarán más rápido. Tuve que parpadear y apretar mis párpados varias veces, antes de por fin acostumbrarme a la incómoda claridad, observando todo lo alcanzable a mis ojos, como aquella pequeña canasta repleta de flores en aquel mueble de en frente. Luego voltear y fijarme en el individuo que se encontraba a un lado de mí, con mi mano entre las suyas.__Bienvenida al mundo de los vivos, casi pasas al mundo de los muertos.__Dijo este. Me brindó una sonrisa a la que yo no pude corresponder porque aún sentía mi cara muerta.

__Iñaki.__Mi voz salió casi en un susurro. Este, tan rápido pronuncié su nombre, se inclinó un poco más hacia mí, plantando un beso en mi frente.

__Para sacarte las dudas que seguro tienes, yo fuí quien te encontró tirada en el piso de tu habitación; desmayada dónde te estabas ahogando en tu propio vómito.__Dijo esto último un poco asqueado pero se retractó con una sonrisa amistosa.__Si no hubiera entrado a tiempo no querría ni pensar que te pasaría.

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