Capítulo #11

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|Reencuentros sorpresas|

Hay días que no quiero nada, pero necesito tanto. Cómo hoy, que daría todo por poder quedarme encerrada en esta habitación de hotel, pedir a domicilio, y poder ser libre de estar todo el día en ropa interior sin sentirme juzgada.

E igual necesitaba poder tener la fuerza de voluntad suficiente para ir a esa empresa y volver a verlo a él, con la esperanza de no titubear al hablar, de no sudar las manos y no temblar los pies en cada paso. Sin duda alguna esto iba a ser tortura. Es que, ¿por qué era tan difícil? No estaba enamorada de él, realmente ya no lo estaba. Habían pasado tantos años, años en los que me convencía de que ya lo había superado, de que si casualmente lo volvía a ver, no me importaría. ¿Qué había cambiado?

Supongo que así eran los espasmos del primer amor, ese amor de secundaria que nunca olvidas porque te marca y fue con quien tuviste tus primeras veces. O tal vez, me había enfocado tanto en mi trabajo que realmente nunca pude interesarme en alguien más. Mis relaciones anteriores habían sido más pasajeras que serias.

Una parte de mí estaba negada a volver a caer en ese abismo de perdición, y por el otro lado, muy dentro de mí, deseaba volver a sentirme enamorada. ¿No les ha pasado que a veces se sienten enamorados sin estarlo realmente?

La felicidad que nos planteamos nosotros mismos, ya sea por comprarnos cosas que nos gusten, complacernos con ir a nuestros lugares favoritos, o simplemente sentirnos bellos frente al espejo, cosas tan simples como esas son suficientes para estimular la hormona de la felicidad.

Últimamente no me he sentido así de feliz, y comenzaba a extrañar esa sensación.

El sol matutino ya se encontraba radiante, eran aproximadamente las siete de la mañana, y la reunión estaba programada para las 8:30. Aún seguía premeditando las palabras que diría y como las diría. Presentarme será la parte fácil, lo difícil será continuar con esta farsa y concentrarme en resolver el caso.

La habitación era un completo desastre, me había pasado casi una hora desempacando cada cosa de las maletas. Y aún no podía encontrar aquella bolsa de cosméticos y de aseo personal que Alba se había encargado de empacar para mí.

__¿Dónde te escondes bolsa estúpida?__La alarma de mi teléfono sonó, avisándome que ya era hora de empezar a prepararme si quería llegar temprano a la dicha reunión.

Ignorando el notable desorden de la habitación, decidí pasar al baño.

Las duchas frías eran un buen estimulante para mantenerte despierto, pero sin duda era una tortura. En estos momentos el frío de España era peor que bañarse con agua fría, así que agradecía que al menos en México no tendría que estar con mil chamarras para el frío.

El molesto toque en la puerta principal se hizo presente justo cuando estaba a mitad de mi baño. ¿En serio, Dios? Cubriendome con lo primero que encontré, caminé a pasos molestos hasta la puerta.

__Si es servicio al cuarto, no necesito nada, gracias.__Los toques siguieron, rodé los ojos, para luego después abrir.__Ya le dique que...

__Buenos días.__Iñaki, quién una amplia sonrisa decoraba su rostro haciendo juego con sus brillantes ojos.

Imediatamente me eché para atrás dejándolo pasar, lo miré sorprendida de su repentina presencia.

__Iñaki, ¿qué haces aquí?

__Perdona, no pensé encontrarte así.

__Son las siete de la mañana.__Le digo obvia.

__Lo sé, disculpa, solo no lo pensé. Ah... Respondiendo a tu pregunta, vine a traerte esto, sé te olvidó en mi camioneta y pensé que lo estarías buscando.__Dijo.

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