Capítulo #28

1K 65 99
                                        

|Una sola noche|

Marcia

Me sentía una acosadora, había estado observándolo desde que desperté y ya habían pasado unos cuarenta minutos. Es que no podía apartar mi mirada de él, era inevitable.

No me había tomado el tiempo de observarlo tan bien hasta ahora. Se encontraba vestido, había jurado que se había quitado la ropa anoche, porque su calidez me había dado la sensación de que ambos estábamos desnudos, lo cual sería extraño, pero no me hubiera importado.

Pero luego abrió los ojos, por cómo me vió, pareció sorprenderle que yo siguiera aquí, incluso yo lo estaba. No sé por qué me había quedado aquí tanto tiempo, normalmente me hubiera esfumado una vez lo viera a mi lado. Me solía aterrar su cercanía, porque sabía que mi cuerpo y mente perdían la razón cuando se trataba de él, y eso me hacía actuar mal y cometer errores, por eso optaba por escapar. Pero está vez, no me sentía aterrada, y no quería escapar.

Incluso estaba agradecida, agradecida con él, por lo que había hecho, porque a pesar de su desprecio, me hizo sentir amada. Mi sonrisa pareció sorprenderlo más, y mis impulsos estaban sin control. Lo besé, lo besé sin pensar, sin que me importara todo lo que había pasado entre los dos, sin importarme si me odiaba o no, sin importarme el hecho de que no estaba bien volver a caer en sus encantos. Había decidido dejar todo aquello de lado, y solo centrarme en lo que mi cuerpo y alma deseaban, al menos solo por esta vez.

Casi de inmediato, el beso pareció despertar otras sensaciones, otros efectos. Hace tanto que no había sentido tantas ganas de estar con alguien tan íntimamente, tacto con tacto, el placer de ambos cuerpos al unirse. Supongo que mis días de ovulación eran la causa de aquel efecto. Pero con él, había algo mucho más fuerte que las ganas, una sensación mucho más desesperante, como si me sintiera en peligro si él no me tocaba.

Nuestras lenguas empezaron a penetrar en nuestras bocas, ni siquiera sentía aquel olor matutino que solemos tener en las mañanas, al parecer las cosas suelen ser mentales, porque realmente no tenía cabeza para pensar en aquello, simplemente estábamos ahí, devorándonos como si hubiéramos tenido siglos sin besarnos antes. No era un beso lento, y eso me encantaba, que solo el deseo estuviera gobernando, no quería que fuera tierno o suave, y no me importaba si incluso mis labios terminaran adoloridos y rojos.

En menos de lo esperado ya tenía mi cuerpo encima suyo, las cosas parecieron escalar bastante rápido. Antes, por más que mis ganas me pedían seguir, mi conciencia siempre me advertía, me detenía. Justo ahora, estaba ignorando todas esas voces que me repetían una y otra vez que debía detenerme.

Tal vez luego me arrepienta, me maldiga y me odie por lo sucedido, pero, ¿eso qué importa ahora? Ya luego aprenderé a lidiar con la culpa.

Sus brazos me abrazaban, me apretaban a él, y las mías bajaron a su pecho, quitando cada botón que se interpusiera. Ni siquiera me había percatado de que me había desprendido de mi sostén, hasta que pude sentir sus besos bajar a mis senos. A este punto, estaba más que dispuesta a entregarle todo, incluso si mi vida corría peligro junto con él, incluso si él resultaba ser el asesino. Tal vez toda esta situación de estrés estaba haciendo que perdiera la cabeza.

Apretaba mis piernas alrededor suyo, sintiendo así la fricción de su bulto abajo. Levantó su mirada, pude observar tan claramente la dilatación de sus ojos, así como muy seguramente podía ver la mía.

Estuve a punto de volver a acercarme a sus labios y devorarlos vorazmente, una sensación de revoloteo sacudió mi estómago, este me miró confundido ante mi expresión. Incluso pensaba ignorar aquella incomoda si no fuera por las provenientes arcadas que me vinieron segundos después.

|Epifanía|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora