4. Cosas jodidamente útiles

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"Lo que te estoy pidiendo es muy importante para mí, Ray." - murmuré en un débil tono de voz, no quería que nadie en aquella rústica cafetería se enterara de la más mínima parte de esta conversación.
Era totalmente privada.
Totalmente secreta.

"Lo que me estás pidiendo no es un simple favor Frank..." respondió el chico del afro, tomando un sorbo cauteloso de su taza de té. Por alguna razón, Ray había dicho que el café le sentaba mal, por lo consiguiente, por alguna razón, me encontraba tomando un negro con leche yo solito.

"Necesito esas fotos, es más, necesito ganar ese concurso. Bueno, ni siquiera me importa quedar segundo... Mientras gane a Gerard, me basta." - sonreí satisfecho con mi respuesta. Ray ladeó la cabeza e hizo un molesto ruido con la lengua, como si acabara de saborear algo dulce.

¿Será el té?

"Yo... Creo que nunca te he visto desnudo." - rió repasando el borde de su taza con la yema del dedo índice. En su cara se mostraba un puchero, indirectamente, me pedía que no le metiera en aquel marrón, pero ya era tarde.

"¡Es igual Ray! Necesito que me hagas de fotógrafo. No es que lo quiera, no es que lo disfrute... Lo. Ne-ce-si-to." - añadí seriedad a mi expresión.
Hacia un par de días había encontrado que Gerard estaba haciendo las fotos de aquel modelo ojiazul para un prestigioso concurso aquí en Nueva York. La temática de dicho concurso era pornográfica, pero tampoco me importó.
Quizás, como dice Ray, esto sea una tontería, pero es imprescindible demostrarle a Gerard que puedo ganar ese concurso.

"Está bien, pero ni una palabra a nadie de esto, lo último que me falta es que alguien se entere de que me he metido en el mundo del porno." - dijo acabandose su té. Imité su acción y terminé de un gran trago con mi propia bebida.

"Yo invito." dije en una sonrisa, dejando un billete de diez insignificantes dólares en la mesa.
Ambos nos levantamos y el encuentro acabó en un abrazo. Luego Ray desapareció, y yo, junto al último rayo de sol del día, volví corriendo a casa.
No comprendía en que momento había transcurrido tanto tiempo en la cafetería con Toro, pero estaba llegando más tarde de lo previsto, y hacia una hora ya que tenía que estar en casa tomándome esas asquerosas pastillas, que Gerard en su sano juicio se atreve a llamar medicina.

Abrí la puerta despacio, como si asi pudiera evitar que Satanás se encontrara en el otro lado apoyado contra la pared y con los brazos en cruz.
Pero ahí estaba.
La expresión en el rostro del mayor era de desmesurado enfado. Lo sé porque me miraba como si acabase de negarle sexo, y sí, eso solía ponerle de humores menstruales.

"¿Llego tarde?" - mi pregunta es más que obvia, inocentemente intencionada, destinada al fracaso...
Pero bueno, por suerte Gerard todavía no tiene la capacidad de colarse en mi mente y adivinar como pretendo hacerme el idiota.

Como siempre, Frank.

"Bastante tarde." murmuró acercándose.
Dejé mi abrigo lentamente, como un conejito que tiene miedo de hacer un movimiento brusco porque sabe que el león le mira, y tiene hambre, y es más rápido.

"Bastante no es suficientemente preciso." - le advertí alzando la mirada.

Ahora su mueca empeora, frunce el ceño y aprieta el puño con rabia.

No era el momento, Frank.

Tragué saliva rezando para que no sea la última vez en mi vida que lo hago.
Sí, tragar fluidos vitales es uno de mis hobbies favoritos. Ese, y hacer transfusiones de sangre en el garaje de un piromano que asegura tener una relación sentimental con Steve Jobs.
Que descansen ambos en paz.

Esas, amigos, son cosas jodidamente útiles que se aprenden viviendo en la calle.

"Llegas 67 minutos tarde... ¿Es esto suficientemente preciso para ti?" - gruñó arrebatandome las llaves de casa y tirándolas hacia a un lado con innecesaria fuerza.

The Dark Side Of My Mind -Frerarđ-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora