12. Me van a abrir el cráneo

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"Todo listo para su operación, señor Iero." dijo el doctor Campbell, apoyado en el marco de la puerta de mi habitación junto a un portafolios.

Miré a Gerard y este me miró a mí, creo que nos lo dijimos todo con esa mirada. Devolví la vista al hombre mayor y asentí.

"Doctor..." interrumpió Gerard entre mi camilla y el cirujano. Estaba susurrando, más igualmente podía escuchar perfectamente lo que decía, no es como si me hubiera quedado sordo o algo.

"Solo tenemos que retirar el tejido cerebral que se ha posado sobre una pequeña zona en su cerebro y drenar parte de la sangre para que no se produzcan infecciones, no es como un tumor o algo, no se preocupe, todo irá bien. " le calmó Campbell, y para decir verdad, a mí también.

"Confío en usted." musitó Gerard, su voz se oía segura.

"No me extraña..." sonrío el hombre. "Soy el mejor." añadió palmando la espalda del pelirrojo. Este se apartó y el doctor llamó a las enfermeras, que empezaron a empujar mi camilla fuera de la habitación.

Gerard tomó mi mano y me sonrió, debía lucir como un idiota allí. Un rato antes me raparon el lado izquierdo de la cabeza, y yo les pedí que ya de paso lo hicieran con el otro y al menos quedaba simétrico. Lamentablemente desde entonces no he tenido acceso a un espejo y estoy realmente asustado por morir con un peinado feo y ridículo.

"¿Estoy guapo?" pregunté cuando quedamos parados a las puertas del quirófano, una estúpida sonrisa brillaba en mi rostro. Gerard devolvió el gesto con sus ojos en lágrimas y asintió.

"Mucho..." susurró en un sollozo, abrazándome con dificultad y dejando un rastro de besos desde mi cuello hasta mis labios. No pude evitar reír ante el hormigueo de su tacto, mientras Gerard me miraba como si realmente fuera la última vez que lo hace.

"Voy a estar bien." musité alzando la mano para acariciar su mejilla, esta estaba húmeda y caliente a la vez. Su piel se sentía suave al tacto, fue como la primera vez que le toqué, y creí que no volvería a sentir ese cosquilleo en el estómago nunca más.

"Tienes que estar bien, Frankie, por los tres." dijo acercándose de nuevo, robándome el aliento de los labios.

"Cuida de mi pequeño, y piensa en un nombre, no podemos llamarle pequeño toda la vida." reí y Gerard asintió, acariciando mi rostro con suavidad, medio recostado en aquella camilla que parecía no querer avanzar, porque ninguno sabíamos lo que nos íbamos a encontrar al otro lado de aquellas puertas.

"Te amo." susurró él de pronto, cada una de las letras me pareció una eternidad, años atrás ni siquiera me podría imaginar que oiría algo así de sus labios, más allí estaba. Cerré los ojos para no llorar, la camilla empezó a moverse al interior de la sala con rapidez, escuchaba a los doctores murmurase cosas entre ellos y pronto también el tacto y la presencia de Gerard abandonaron la habitación.
Fue cuando llegó el miedo y el pánico. Estaba con seis médicos allí, pero a la vez me sentía completamente solo. Mi cuerpo temblaba y mi respiración se volvía agitada, a penas podía ver algo cuando una enorme lampara se posó frente a mis ojos.

No le había dicho te amo de vuelta.

"¡Esperad!" grité empezando a moverme como un loco. Debía levantarme de la cama e ir a besar a Gerard, pero las manos ajenas me cogían y me pedían calma. Pero era imposible.

"No..." susurré cuando una máscara se posó en mi nariz y boca, y la vista se volvía deprisa borrosa. "Debo decirle..." musité en un hilo de voz, sintiendo mis párpados pesados y mi cuerpo ligero, todo se apagó como el final de una película, y me dormí.

...

Lo primero que sentí fue mi cabeza pedir socorro, ya que el dolor era prácticamente inaguantable y podía escuchar a mi cerebro gritar por ayuda.
Abrí los ojos, creí ver de nuevo a los médicos corretear a mi alrededor, más no fue así. Tomé aire con fuerza y lo dejé ir, sonreí al notar la colonia de Gerard bailar en el ambiente, y el típico olor a rosas que solía impregnar las sábanas de casa.

Parpadeé varias veces, me sentía como si no hubiera abierto los ojos en años. Vi que estaba en la habitación de Gerard, que ya tiempo atrás se había convertido en nuestra.
Fue cuando empecé a escuchar unas voces hablando alto, luego un par de murmullos y la risa de una mujer. Sé que una de esas voces era la de Gerard, pero las demás no las podía identificar.

Parecían tener una linda fiesta allí abajo.

Quise sentarme en la cama, pero los dos primeros intentos de incorporarme fueron fallidos. Finalmente conseguí ponerme en vertical y sentí como si toda mi corriente sanguínea empezara a funcionar justo ahora. Las risas aumentaban de volumen, parecía que todos los presentes habían bebido lo suyo. Quería ir a ver a Gerard.

¿Es qué no le importaba que yo acababa de despertar después de una dura operación?

Estaba enfadado, realmente enfadado. Bajé de la cama, apoyándome al instante en la pared a mi derecha. Tenía la boca seca y mis huesos dolían, pero no era lo importante. Me aproximé hasta la puerta y la abrí. La música, como desquiciada, chocó contra mis tímpanos haciendo mi cabeza doler todavía más. Di unos pasos fuera, escuchando que la conversación de abajo trataba sobre la implantación de microchips a los perros. El tema, por lo visto, les parecía extremadamente divertido, ya que Gerard le comentó a la mujer que tal vez debería implantarse uno, por perra.

Así en plan broma.

Ajeno a lo que sucedía abajo, me arrastré, porque a eso no se le puede llamar caminar, hasta el baño del fondo, encerrándome allí de un portazo, que espero se haya escuchado por toda la casa. Me miré en el espejo y casi caigo ante mi reflejo. Realmente lucía bastante bien, salvo por el largo pelo que parecía llegarme casi hasta los hombros.

"¿Cuanto he dormido?" me pregunté a mi mismo, pasando los dedos por el ligero vello en mi barba, se veía medio irregular, era posible que Gerard me afeitara alguna que otra vez mientras dormía.

¿Pero cuanto mierda dormí?

Estaría mucho más tiempo pensando en mi actual aspecto, pero mi vejiga empezó a manifestarse y tuve que vaciarla. Me apetecía una ducha, y cambiarme ese camisón que mínimo un par de días ya había estado en mi cuerpo, los calzoncillos espero que no tanto, aunque recuerdo que estos no fueron los que llevaba el día de la operación.

Oh Dios.

¡Lo recuerdo!

Empecé a reír, me sentía como un maldito lunático, pero me daba igual.

Estaba vivo.

¿Hay algo mejor que eso?

Unos toques sonaron en la puerta. Acallé mi risa al instante. Tragué saliva y di unos pasos hasta el umbral de la misma, tomando la cerradura para desbloquear la puerta.

"¿Frank?" escuché la pregunta del otro lado. Sentí mi estómago revolucionarse y por segundos creí que vomitaría, pero me armé de valor y abrí la dichosa puerta, encontrándome con un sonriente Gerard, iba ebrio, pero su atónita mueca era algo digno de ver.

The Dark Side Of My Mind -Frerarđ-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora