11. Baby of mine

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Mikey entró como un relámpago en la habitación de hospital y tiró los papeles sobre mis piernas, cubiertas con la blanca manta hospitalaria.

"Aquí lo tienes." gruñó sacando sus cigarrillos y metiendo el extremo de uno entre sus agrietados labios.

"Bien." susurré releyendo las hojas un par de veces. No era un gran misterio, solo esas pruebas de paternidad dando un hermoso positivo. "Gracias..." añadí, pero al levantar la vista el de los ojos olivos ya no se encontraba en el cuarto.
Suspiré y me senté sobre la cama, tratando de estirar mis piernas antes de ponerme de pie. Tomé una de las muletas que últimamente usaba de bastón solo para las emergencias y salí del lugar. Recorrí el pasillo aferrado a mis papeles, hasta llegar a la pequeña oficina al lado de la sala de los recién nacidos.

"¿En que puedo ayudarte, cariño?" preguntó la mujer, sin dejar de limar sus uñas con atención. Yo mordí mi labio, el nerviosismo me rasgaba las entrañas y quería irme corriendo.

"Vengo a buscar a mi hijo." dije en un hilo de voz, iba a repetirlo más alto cuando la morena dejó de limar sus uñas y me miró por las comisura de sus grandes gafas.
Acerqué los papeles por sobre la superficie de la mesa y ella empezó a mirarlos, tecleando luego algo en su ordenador. Deslizó un formulario junto a un boli hacía a mí y sonrió con dulzura.

"Rellena esto y firma allí abajo." señaló con el dedo una cruz en el borde derecho.

Con la mano temblorosa tomé el bolígrafo y rellené con mis datos personales las casillas correspondientes, suerte que no me había olvidado de nada. Dejé en blanco solo donde pedía el nombre del bebé y firmé, devolviendo la hoja.

"Estamos indecisos, ¿huh?" bromeó notando el lugar en blanco. Yo solo me ruboricé y asentí, mientras ella hizo un gesto para que pasara a la sala.

Entré con miedo, no quería encontrarme a Alina dentro, sería incómodo y no quería tener que inventar historias. Fui hasta la última cuna de la fila y vi al pequeño dulcemente dormido. Lo tomé junto al peluche y sus mantas, y dejando la muleta de lado le abracé contra mi pecho, besando suavemente su cabecita.

"Papá ya está aquí." susurré suavemente, saliendo de la sala y volviendo a mi habitación. Estuve a punto de entrar cuando la mano de alguien me detuvo.

"Señor Iero, le avisé de que no se paseará por el hospital precisamente el día de su operación." suspiró el doctor Campbell y yo asentí, mi corazón latía deprisa.

"Anda... ¿A quién tenemos aquí?" rió el hombre acariciando una de las manitas del bebé. Le abracé más y di un brusco paso atrás.

"Es mío." gruñí.

El hombre sonrió nervioso y asintió.

"Bien, pero vuelva ya a la cama." señaló mi habitación con el dedo y yo entré deprisa, cerrando la puerta detrás.

Me tumbé en la cama y comencé a acariciar suavemente su rostro, mientras yo mismo me quedaba dormido.

...

Abrí los ojos unas horas después, inmediatamente noté el vacío ente mis brazos y paseé la mirada por la habitación, entrando deprisa en pánico.
Vi a Gerard parado en la puerta, pero no era lo importante. Al otro lado del cuarto había una cuna y dentro, pude percibir a mi pequeño dormir plácidamente. Respiré hondo y mentalmente le pedí calma a mi organismo.

"Creo que tenemos que hablar." Gerard entró con una expresión de molestia en la cara, detrás de él Mikey, viéndome asustado. El muy idiota ya le habría contado todo a su hermanito mayor.

Me senté sobre la cama y crucé los brazos, esperando a que Gerard tomara asiento en su sillón favorito de los dos que había. No estaba preparado para hablar con él sobre el niño, pero tampoco podía saltar por la ventana y huir.

"Pues habla." sonreí forzoso, recibiendo el mismo arrogante gesto por parte del pelirrojo.

"Mikey me ha dicho que te has quedado con ese niño, y además sin mi permiso, ¿te parece lógico?" levantó ambos brazos, para añadirle ese drama típico de sus escenas teatrales y yo me limité a rodear los ojos con desgana.

"¿Tienes algo en contra del niño?" pregunté directo y Gerard pareció haber sido tomado por sorpresa.

"No, pero-"

"¿Tienes algo en contra de que sea feliz?" pregunté de nuevo y el mayor tragó saliva, cada una de mis palabras parecía cavarle una tumba solo a él.

"Claro que no..." protestó, y antes de que pudiera decir algo más, me levanté y a paso lento fui hasta la cuna, cogiendo con delicadeza al bebé, quien acababa de despertar. Me di la vuelta y caminé hasta Gerard, este estaba estático sobre el sillón cuando le entregué a la criatura, que sonreía alzando sus diminutas manitas.

"Pues saluda a tu hijo." comenté volviendo a la cama cuando sentí mi cabeza punzar con esas corrientes eléctricas que paralizaban mis piernas de nuevo.

"Frank..." me miró asustado, sus verdes ojos buscando piedad en los míos. Me miraba como si acabara de entregarle una bomba o algo.

"Es solo un bebé, no te va a comer." reí.

"¿No crees que tenías que haberme consultado esto? Ha sido una responsabilidad por tu parte." discutió, jugando distraído con los deditos de mi hijo. Ay Dios, suena hermoso.

"No eres mi madre, no tengo que pedirte permiso." fruncí los labios, pero pronto me arrepentí de haberlos abierto, cuando vi al instante el anillo que decoraba mi dedo.

"No... Tienes razón." gruñó Gerard, acercándose para dejar al bebé en mis brazos. "Soy solo tu insignificante marido." añadió con agrietada voz, abandonando deprisa la habitación, dejándome bastante solo y todavía más confundido.

The Dark Side Of My Mind -Frerarđ-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora