Ahora estoy destrozado, medio muerto.
Mi mundo se hace pequeño, parece que puedo atrapar todo con mi propia mano, destruirlo y repararlo, crecer unas alas y echar a volar. Quiero encerrar el miedo en una caja invisible, tirar la llave y sentir la libertad de gritar sin ser escuchado. Pero soy el centro de todo y de nada, un mundo para alguien que no marece cargarme como otro peso en su vida. Soy la nada, una conglomeración de ideas vacías, de moléculas sin fuerza, un agujero negro en el universo.
Cuando tienes demasiado tiempo libre, piensas demasiado también.
Llevo más de una semana en el hospital, atado con finos tubos que creen me mantienen con vida, es mi corazón el único vivo aquí. He echado a Gerard, si seguía viendole llorar por mi culpa me iba a suicidar, yo todavía no me estaba dando por vencido. Me daban igual los resultados médicos, me dan dos días y sobrevivo cuatro, ignorantes. En esta semana aquí he tenido tiempo de pensar en mí, en lo que haré cuando salga y en lo que no haré si muero. Suelo aburrirme bastante, las pocas horas que tengo de rehabilitación son los más interesantes. Gerard suele acompañarme y es divertido, cada día recobro un poco más la sensibilidad y el funcionamiento de las piernas, así que en cierta manera vuelvo a caminar, aunque con muletas.
Eso por una parte, de otra cara el tiempo de aburrimientos lo he reemplazado en ayudar voluntariamente en la sección de recién nacidos. En general no me dejan hacerlo, pero mi médico dijo que los bebés me serían una buena fuente de positivismo, y tenía razón. Hay alguien, un niño, quien especialmente me tiene encariñado. Nació el mismo día que yo llegué, y su madre no vino a por él, se rumorea que está abandonado y pronto se lo llevarán los servicios sociales si no aparece alguno de sus padres, y yo sé que no va a aparecer.
Sé lo que debes de estar pensando, pero es que ese bebé de apenas unos días es la cosa más bonita que ha tenido la desgracia de llegar a un mundo tan feo como este. Pero no está solo, nunca lo estará, yo cuidaré de él, y Gee, Gee me ayudará.
Dos días atrás había tomado la decisión.
Era una noche fría, el viento chocaba contra las ramas que imitaban su acción contra mi ventana. Había acabado la hora de las visitas y Gerard se había marchado, yo estaba aburrido.
Empecé a escribir en mi diario, pero los pensamientos no fluían como solían hacerlo, así que lo dejé. Escasos minutos más tarde una enfermera que conocía bien entró en la habitación, sonriéndome tímida."No quiere comer..." susurró haciendo una triste mueca, rasgando su brazo con las uñas. No hacía falta que dijera nada más, sabía de lo que se trataba y de lo que debía hacer. La seguí hasta la sala de los pequeñines y la cuna de ese ojiverde tan regordete. Sonreí levemente y lo tomé en los brazos, apoyado en la pared para no caer.
"¿Qué es eso de que no quieres comer, mi amor?" pregunté en un murmullo, tratando de hacer sonar mi voz lo más placentera posible. Su delicada manita se alzó hasta mi barbilla y acarició el leve vello que comenzaba a tener allí. Yo reí mientras Alina, la enfermera, preparaba el biberón.
"Tienes que comer, sino vas a terminar como tú papi Frankie." añadí acariciando su frente y deslizando mi dedo hasta la punta de la nariz. El niño siguió mi dedo con sus enormes ojos y rió.
"Toma, papi Frankie." Alina me guiñó un ojo dándome el biberón y yo sentí mis mejillas arder de vergüenza.
Sin darle más vueltas sentí la mirada de las demás enfermeras en mi espalda cuando acerqué el biberón a la boca del bebé y este empezó a chupar la punta con ganas."Así me gusta." bromeé sonriéndole, el niño correspondió el gesto sin dejar de tomarse su tardía cena. Alina acarició mi hombro mientras me veía darle de comer, creo que no dejé de sonreír ni un segundo.
"Parece que le gustas." comentó en una risilla, yendo a atender a un bebé que había empezado a llorar de pronto. Yo asentí para mi mismo, dejando la botellita vacía en la mesa.
"Y ahora a dormir, campeón." susurré dejándolo en la cuna, acercando el peluche con forma de conejito que le había comprado anteriormente. Cubrí su pequeño cuerpo con las mantas y acaricié la pálida mejilla, percibiendo como cada noche, su similitud con Gerard. Colaría perfectamente como hijo nuestro, aunque todavía no tenía nombre, tenía que consultarlo con Gee.
"Baby mine, don't you cry..." empecé a cantar suavemente, continuando con mis caricias sobre su delicado cuerpo. "Baby mine, dry your eyes
Rest your head close to my heart
Never to part, baby of mine.Little one when you play
Pay no heed what they say
Let your eyes sparkle and shine
Never a tear, baby of mine.If they knew all about you
They'd end up loving you too
All those same people who scold you
What they'd give just for
The chance to hold you.From your head to your toes
Your not much, goodness knows
But your so precious to me
Sweet as can be, baby of mine."Sus ojitos se cerraron y el verde brillo de sus orbes abandonó la habitación, mientras abría levemente la boquita para respirar, completamente dormido.
No sé en que dichoso momento empecé a llorar, pero sequé deprisa las lágrimas de mis mejillas y salí de allí.
Pues eso pasó dos noches atrás, y ahora tengo un plan para que ese pequeño sea mío, solo mío... Y un poco de Gerard.
Para aquello me fue necesario llamar a alguien capaz de liarla y hacer mil cosas ilegales sin remordimientos.
Señoras y señores: Mikey Way.
"Estás loco." susurró el chico pasando una mano por su castaño pelo, mirándome con sorpresa.
"Solo te estoy pidiendo un favorcillo de mierda, sé que tienes contactos suficientes como para hacerlo." alcé la voz, acomodándome sobre la cama de hospital.
Mikey frunció los labios.
"Si vuelven sus verdaderos padres, estamos muertos, Frank." advirtió y yo asentí rápido.
"Ellos le han abandonado, y aunque vuelvan, no dejaré que se lo lleven."
"Frankie..." me cortó amenazante. "... No creo que tu estado sea el mejor como para adoptar niños." torció los labios y yo gruñí.
¡Qué atrevimiento!
"¡Estoy perfectamente!" me quejé sentándome en la cama. "Solo necesito una razón para curarme, dámela, y lo haré."
Mikey bufó.
"Tu enfermedad no tiene cu-"
"¡Cállate!" grité dando un golpe contra el colchón. "Te estoy pidiendo un maldito favor por todos esos años que me has maltratado a tu lado, lo merezco." tragué saliva cuando se hizo un incómodo silencio. Mikey asintió rendido.
"Pero si te descubren te juro que diré que no sabía nada." musitó y yo asentí, me parecía bien.
Mi hijo, mis consecuencias."¿Cuál es el plan?" preguntó finalmente, inseguro de sus palabras.
Yo sonreí, acercándome para que no nos oyeran.
"Yo iré y diré que ese hijo es mío, me harán unos tests de paternidad y tú te encargarás de que dé positivo. Fácil, ¿verdad?" reí y Mikey ladeó la cabeza, haciendo movimientos raros con sus labios mientras pensaba.
"¿Cómo se supone que haré eso?" preguntó y yo me encogí de hombros.
"Cambia las muestras o yo que sé, inventa algo, cerebrito." me tumbé para dormir y escuché el pesado suspiro a mis espaldas. "Y no le digas nada a tu hermano, será una sorpresa." añadí cerrando los ojos y abrazando el suave cojín.
"Estás loco..." musitó por lo bajo y sentí su presencia alejarse, luego la puerta cerrarse de un silenciado golpe.
Así que ahora estoy destrozado, medio muerto, pero con una razón para volver al mundo de los vivos de nuevo.
ESTÁS LEYENDO
The Dark Side Of My Mind -Frerarđ-
FanfictionFrank fue abandonado por sus padres a temprana edad, su vida se desarrolló en la calle hasta que fue acogido en su casa por Mikey Way, después de un amor que no pudo con todo y años de abuso sobre el avellana, este es rescatado por el hermano mayor...