10 | ESCLAVA

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Katsuki y su dragón permanecieron en la capital alrededor de tres días. Más que nada para que Kirishima logrará recuperarse de su herida.

Sin embargo, el tiempo era valioso en esos momentos. Shinso había mandado una carta desde Tierras Altas, afirmando que tenía a una esclava, quien estaba dispuesta a testificar en contra del príncipe.

Claro que Sir Hitoshi podía regresar a la capital, pero debía ser discreto. Fue así que al cuarto día de estancia, durante el ocaso, un barco pesquero llegó desde el Aquila¹ y fuiste a recibirlo a escondidas de todos.

Luego, le ayudaste a tu protector juramentado a llevar a la esclava dentro de la estratificación del palacio. Era una muchacha de no más quince años, de cabello negro con tonos azules y dos aguamarinas por ojos. Tenía pecas alrededor de la nariz. Estaba en los huesos y cualquiera podía deducir que pertenecía a la Calle del Tercipelo².

Se presentó como Syraxa.

La llevaste a tus aposentos con sigilo junto con Sir Hitoshi. Paget estaba esperándolos dentro y se acercó a la muchacha. Syraxa tomó asiento en uno de los sillones de seda de tu habitación, con las manos entrelazadas entre sí y temblando de miedo.

—¿Sabes porque estas aquí? — le preguntaste. Ella asintió.

—Quiere que...declare en contra del Şehzade Katsuki Bakugo— murmuró.

—Sí, así es — hablaste —. Quiero que digas todo acerca de los esclavos.

—¿Y si no...no me creen?

—Deberán de hacerlo. De eso no te preocupes, me encargaré de todo.

Syraxa asintió levemente, aún aturdida. Paget fue amable en prepararle una habitación a la esclava, aunque fuera en la zona de los sirvientes. No podías arriesgarte a que Katsuki o alguien más la viera y empezará a hacer preguntas tontas.

Paget se llevó a Syraxa fuera de tu habitación y bajo el consejo de tu protector juramentado, decidiste acompañarlas.

La noche ya había caído sobre Victoria del Rey y las estrellas iluminaban el cielo como diamantes sobre un lienzo oscuro. El aire nocturno era frío, incluso gélido. Para alguien que estaba acostumbrada al clima cálido de Roca Dragón, era tortuoso estar en aquel palacio de grandes ventanas.

Syraxa más de una ocasión intento darse calor a ella misma, pero le dijiste que esperará hasta su habitación, en dónde habían muchas mantas para que se sintiera caliente.

Fue durante una ráfaga de aire, que Syraxa dio a conocer sus escamas azules y sus cuernos. Justo como las que poseía Kirishima.

El interior de sus mejillas se alumbró como un horno caliente y de sus orificios comenzó a salir vapor caliente.
Te alarmaste porque no estaba escuchando tus órdenes e intentaste hacerla entrar en razón, pero parcia no escucharte.

—¿Princesa? — cuestionó una voz detrás de ti.

Te quedaste helada ante la entonación de la voz y trataste de mantener tu imagen en perfección cuando te giraste.

—Kirishima — lo llamaste —. Que sorpresa. Pensé que estaría en su habitación, descansando como en las lunas anteriores.

—Quería algo de aire fresco y salí al patio — murmuró con calma.

Sus ojos rojos querían ver detrás de ti. Sabías que Syraxa había llamado demasiado la atención del dragón. Lo sabía por la forma en que sus pupilas se dilataron.

Desconocías si un cambiante en forma humana podía identificar a uno de los suyos y tampoco te interesaba saberlo, aunque hubiera sido útil anteriormente.

La querida del dragón; Katsuki BakugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora