13 | ADULTERIO

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Quizás sea evolución, pero las mujeres tienen un sentido. Uno especial. Ninguna a podido averiguar cuál es o de que se trata. Es parecida a la intuición, una corazonada o como todos los hombres dicen, "El ojo de loca". No eras la excepción. 

Durante el baile, pudiste percibir como el sirviente de tu esposo le susurraba un par de cosas, para eventualmente, levantarse de su asiento con una mueca sospechosa y lo viste desaparecer por los pasillos del castillo. Te pareció inusual, por lo que tu "ojo de loca" te hizo girar la cabeza hacia la mesa en dónde los lores de Alta Pradera conversaban amenamente sin la compañía de su única hija. 

La danza siguió presente, diste una vuelta sobre los brazos de tu padre mientras dentro de tu mente se arremolinaba un sinfín de probabilidades, nada austeras para tu persona. El rey aplaudió en dos ocasiones antes de moverse hacia la izquierda. Los demás caballeros lo imitaron, era parte del baile.

Estabas demasiado concentrada en las ideas en tu mente que ni siquiera notaste a quien pertenecían los nuevos brazos que te sostenían. Sin embargo, en la brevedad, te hizo saber acerca de su presencia.

— ¿Algo la agobia, princesa? 

La voz conocida te regresó a tu realidad. Giraste tu cabeza hacia la persona frente a ti y no te sorprendiste ni un poco al encontrarte con dos esmeraldas brillantes.

—Sí, Sir. Muchas cosas. 

— Espero que ninguna tenga que ver con su marido — confesó mientras te tomaba de la cintura.

Lo miraste de abajo hacia arriba. Sir Izuku tomó tu mano para darte una vuelta. Tu espalda quedó contra su pecho y tus brazos estaban cruzados frente a ti en una equis. Tus manos estaban cautivas de las propias del caballero. 

— Si me lo permite...— murmuró cerca de tu oído —. No creo que su nuevo esposo sea adecuado para usted.

Abriste los ojos, asombrada por su valentía y su descaro. 

— ¿No lo cree? Debería. Es un príncipe — respondiste. Izuku te soltó de una de tus manos y en un movimiento, hizo que te dieras otra vuelta para que quedarás frente a él.

Su zurda terminó sobre tu cintura mientras que con su diestra agarró tu mano con delicadeza. Siguieron bailando al son de la música y de los demás presentes. Decidiste ignorar la sensación desagradable que se arremolinó en tu pecho sobre la ausencia de tu esposo. 

— El príncipe de los dragones es tan bestia como cualquiera de sus mascotas — añadió con una sutil sonrisa —. Me cuestionó si las bestias son igual de adulteras que el Şehzade.

Sentiste como un nudo se formaba dentro de tu garganta. Un golpe en el estomago y las inmensas ganas de huir de los brazos de ese caballero impertinente. Nunca habías lidiado con el adulterio en el pasado. Sorprendentemente, todos tus maridos te habían sido fieles hasta el último de sus suspiros. 

Bueno, al menos, nunca te enteraste de que tuvieran una amante o un bastardo regado por ahí.

Por lo que, ésta situación era en extremo vergonzosa y humillante para ti, teniendo en cuenta la situación. Querías abofetear a cualquiera, mandar a ejecutar a ese que se atrevió a casarse contigo, teniendo a alguien más en su lecho.

— Creo que es injusto — agregó Sir Izuku. Levantaste la mirada, aún oscurecida por su insinuación —. Él tiene una amante, majestad y usted no. 

"Oh, ya entiendo" pensaste.

— ¿Y cómo puede comprobar eso, Sir? — lo interrogaste con una sonrisa —. ¿Acaso vio a mi marido, el príncipe fornicando con una puta? ¿Cómo es que puedo creer que sus palabras son verídicas? 

La querida del dragón; Katsuki BakugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora