Syraxa fue encontrada muerta al día siguiente de su confesión. Se había colgado, aunque más que un suicidio, parecía que alguien lo hubiera hecho.
El Consejo decidió dejar ese caso en el olvido y en cambio, te felicitaron a ti y al príncipe por su ansiada ceremonia de bodas.
El Rey decidió tomar una decisión más precipitada: apresuró el día de la boda. Aunque tenías la leve sospecha de que tu padre sólo lo estaba haciendo para evitar la muerte del Şehzade.
Tu ceremonia se adelantó más pronto de lo que esperabas. Tres días después del bochornoso incidente con la esclava, los carruajes de todas las casas nobles de los Nueve Reinos estaban llegando a Victoria del Rey. Los preparativos estaban casi listos y para cuando te diste cuenta era la mañana de tu boda.
Te despertaron antes de que amaneciera. Tomaste un largo baño con agua tibia y flores otoñales. Luego, las criadas te humectaron la piel con cremas y perfumes con olor a flores silvestres mientras que las otras cepillaban tu cabello.
Te peinaron un par de trenzas antes de adherirlas a tu moño. Dejaron unos rizos cayendo por delante de tus orejas y por tu frente.
Pintaron tus labios de un tono rojizo. Después, te colocaron el corsé de color blanco junto con unas medias y la típica liga de la novia que va en el muslo izquierdo. Las criadas fueron por el vestido de novia que tanto tiempo tardaron en confeccionar para ti. Te vistieron con mucho cuidado. Te ajustaron las cintas con fuerza para que se marcará tu busto y las curvas de tu cintura.
Finalmente te pusiste los zapatos blancos. Por tu propia cuenta, te pusiste los guantes blancos. Con algo de ayuda, te colocaste las hombreras de oro y las criadas también te ayudaron con las flores blancas sobre tu cabello y el velo.
Algunas de las criadas se pusieron sentimentales por verte de novia, aunque era seguro que eran nuevas porque ya era la quinta vez. No había ninguna emoción para ti en ese acontecimiento.
Saliste de tu habitación con elegancia. Fuiste acompañada por doce damas, todas ellas eran pertenecientes a las Grandes Casas. Entre ellas estaban tu prima, Lady Momo Yaoyorozu de Venablo de Flores y Lady Ochako Uraraka de Alta Pradera. A parte, estaba tu madre, Hafsa y tu cuñada, la princesa consorte Tsuyu Asui de Agua Blanca.
Las sirvientas te ayudaron con la cola de tu vestido mientras bajabas las escaleras con calma. Todas ustedes fueron escoltadas hacia la entrada del castillo. Shinso iba a tu lado, con sus ojos sobre ti todo el tiempo. Te ayudo a subir al carruaje de oro con flores con el techo descubierto. Junto a ti, se subió tu madre, Hafsa y Tsuyu.
— Realmente se ve espectacular, princesa — halago Tsuyu con una sonrisa. Sus mejillas lucían rosadas.
Lady Tsuyu Asui era la hija mayor de los Señores de Agua Blanca. Tenía el cabello negro verdoso que le llegaba un poco más allá de la cadera y sus ojos grandes y negros le daban ese aspecto dulce y gentil. Era un doncella amable y tierna que tristemente tuvo la desgracia de casarse con tu hermano hace un par de años.
Obtuvo el título de princesa consorte y hasta ahora, ha sido el dolor de cabeza de Kadir. No es que ella sea mala persona, ni tampoco grosera. Solo que en este mundo que se rige por hombres, ella solamente a podido darle a tu hermano una hija. Tu única sobrina hasta ahora, que recibió el nombre de Aysu. Tenía poco más de un año y gracias a los Dioses, fue una bebé sana.
Pero a la dinastía no le servía tener un millón de hijas.
— Muchas gracias — le dijiste con una sonrisa amable, luego miraste a tu madre, quien como siempre vestía magnífica. Traía un vestido largo de color azul con bordados dorados. La corona de zafiros que descansaba sobre su cabeza la hacía ver más poderosa de lo que era.
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La querida del dragón; Katsuki Bakugo
Fanfiction➤ ❝ Después de cuatro matrimonios fallidos, la princesa imperial regresa triunfante a su hogar, resignada a vivir en soledad y esperando la inminente muerte de su hermano para subir al trono. Sin embargo, sus planes se ven arruinados cuando el magní...