04 | SIR IZUKU MIDORIYA

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A la mañana siguiente, te despertaste por los brillantes rayos del sol que penetraron las cortinas de tus ventanas. Te removiste unas cuantas veces sobre tu cama, antes de que Paget tocara la puerta de tu habitación.

— Buenos días, Princesa — tarareo con felicidad mientras separaba las cortinas y dejaba que el sol inundara tu habitación con su fulgor —. Es hora de levantarse.

Dejaste salir un quejido al mismo tiempo que tomabas la difícil decisión de levantarte de la cama. Te sentaste en la orilla y Paget iba de un lado a otro, sacando tu ropa de tu armario junto con tus productos de aseo personal.

— Debemos darnos prisa. Escuché que tendremos visitas el día de hoy — anunció Paget, aplaudiendo un par de veces por la emoción.

Frunciste la ceja. ¿De quien podría tratarse?

"Que horror"

— ¿Y quien es? — cuestionaste, frotándote el rostro con la palma de tu mano.

— No lo sé, pero parece ser que es íntimo de la Princesa Hafsa.

Paget amplio su sonrisa, más que nada porque ella misma sabía que tendría más chisme del que nutrirse y tú, por otro lado, tendrías que estar en un lugar, fingiendo estar en completa felicidad.

Dejaste salir un suspiro antes de levantarte de la cama para ir en compañía de Paget y tus dos nuevas damas a los baños privados del tercer piso. Unos salones cerrados con una fuente de agua en toda su extensión, decorado con estatuas de sirenas por doquier y el techo de mármol estaba pintado con miles de ángeles del periodo del Redescubrimiento.

Tardaste minutos de más, bañándote y fuiste sacada del baño a rastras por Paget, quien sospechó de tus acciones. Ahí mismo te secaron perfectamente. Humectaron tu piel con diversas cremas y exfoliantes antes de cubrirte con un precioso vestido color verde esmeralda. Las mangas eran de tul verde con bordados en formas de plantas que se extendían de tu antebrazo a las orillas de las mangas. El corsé era de un tono un poco más oscuro y la primera capa de la falda era de tul. Tu cabello fue cuidadosamente peinado en una trenza que descansó sobre tu hombro derecho y colocaron una tiara dorada de flores sobre tu cabeza.

— Listo, ya puede ir a desayunar con la Princesa Hafsa.

— Sé los agradezco enormemente.

Levantaste las faldas de tu vestido mientras caminabas hacia las escaleras. Descendiste con cuidado, lentamente porque te encantaba hacer hervir la sangre de todos tus antepasados que lucharon con garras y dientes las etiquetas del palacio. Había un pasillo a tu derecha que pasaba por el jardín, del lado del kiosco, que era donde seguramente tu hermana te estaba esperando.

Decidiste utilizar esa ruta. Caminaste por ahí sin ninguna preocupación hasta que llegaste al último arco de Piedra Blanca del pasillo. Ese fue donde justamente se escuchó el cantar de los pajaritos. Diste la vuelta ahí, encontrándote con un camino de piedra gris. Seguiste caminando hasta que llegaste al final, en dónde se encontraba el kiosco. Uno blanco con las puntas del techo llenas de diamantes.

El pequeño lago que se formaba a las orillas del kiosco era bonito, repleto de nenúfares y flores acuáticas flotando por doquier. También habían peces, a los que Hafsa les estaba dando de comer.

— Buenos días, querida hermana — saludaste con burla.

Hafsa se sorprendió por tu aparición, pero instantáneamente sus labios se curvaron en una sonrisa.

— ¡(Nombre)! — exclamó con alegría.

Hafsa, la más pequeña de la gran familia imperial. Una muchacha de diecinueve años que poseía la belleza tan enigmática de la Casa Yaoyorozu y sus preciosos ojos esmeraldas. Aún te costaba comprender como una mujer tan preciosa como tu hermana todavía no conseguía un buen esposo.

La querida del dragón; Katsuki BakugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora