15 | LAEDDEM

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Te quedaste petrificada por la noticia. No se te avisó de este hecho, inclusive pensaste que con la boda en la capital sería más que suficiente. Al parecer, no podías estar más equivocada. 

— ¿Ahora mismo? — preguntaste, sintiéndote desfallecer del cansancio. 

Los ojos de tu marido se posaron sobre ti, te recorrieron desde abajo hacia arriba. Pudo percibir tu semblante cansado y a decir verdad, él también lo estaba, pero su madre se había esforzado mucho. Habían invitado a muchos Sehz, quienes habían llegado desde muy lejos. No podía ser irrespetuoso con todos ellos.

— Sí, ahora mismo — se limitó a responder. 

Se dio media vuelta para entrar al palacio, dejándote a la deriva junto a tu suegra. Dejaste salir un suspiro ante de que la Czaricsa te tomara suavemente del brazo y te condujera por dónde se fue Katsuki. Siguieron los pasos de tu marido desde la lejanía a través de los pasillos de piedra que se levantaban dentro del monte. Lady Mitsuki te dirigió hacia unas escaleras del lado izquierdo, para llevarte a los que serían tus aposentos a partir de ese mismo día. 

De por sí, el palacio era enorme. Tu habitación lo era aún más, aunque no se podía comparar con el que tenías en la capital. Nada lo igualaba. Tenías un balcón, hecho de piedra que tenía una vista perfecta al pueblo llano. Te atreviste a asomar la cabeza un poco, deleitándote con la vista y sintiéndote aterrada por la altura en la que se cernía. 

— Espero que no le moleste que hoy mismo sea la ceremonia para la boda — comentó tu suegra, colocando sus manos frente a su regazo —. Entenderá que tenemos costumbres y deben ser respetadas.

Decidiste guardar silencio por tu propio bien. Lo menos que anhelabas era hacer enojar a la que consideraban la reina de estas tierras. Soltaste un sonoro suspiro mientras te dabas la vuelta.

Te encontraste con la sorpresa, de que en tus habitaciones, había un pequeño cuarto escondido que podía servirte como baño privado, el cual ya estaba preparado. Te asomaste un poco para mirar dentro de la rústica tina y te encontraste con agua llena de flores y plantas frescas. Algo inusual, pero decidiste no preguntar puesto que supusiste que se trataba de alguna de esas costumbres. 

Un séquito de criadas entraron por las puertas de tu habitación de un instante a otro. Moviste la cabeza algo aturdida mientras te desvestían con una agilidad impresionante. Tus ropas cayeron al suelo, dejándote completamente desnuda. Te metieron dentro de la tina y para tu desagrado, el agua estaba helada. Sentiste algo de escalofríos por la sensación tan contradictoria que tuvo tu cuerpo, solo esperabas que no tuvieras ninguna reacción negativa.

Las criadas, de aspecto rordriense,  fregaron tus extremidades con las flores y algo de jabón de hierbas silvestres hasta que se cansaron. Te sacaron de la tina, envuelta de paños y llegaron más criadas para ayudarte con tu galante vestido de novia.

Se trataba de un vestido de tul rojo, delgado, con tirantes y bordados dorados en las orillas. El pecho estaba algo descubierto para tu gusto, pero hacía calor. No te quejaste.  Te ayudaron a vestirlo mientras las demás criadas se encargaban de traer pintura azul y marrón. Te colocaron algunos símbolos  en el pecho, brazos, hombros y rostro.

Recogieron tu cabello en un moño y colocaron joyas sobre tu cabeza, alrededor de tu cuello, sobre tus orejas y muñecas. Diste un suspiro ante semejante presión. 

— Es hora de irnos — murmuró tu suegra, tomándote del brazo con delicadeza. Las criadas te condujeron hacia la salida de tus aposentos. 

— ¿A dónde vamos? — le preguntaste.

— Al Tambor.

A pesar de conocer acerca de Roca Dragón, aún era una cultura muy extensa e inospita de la cuál esperabas conocer más a medida del transcurrir del tiempo. Sin embargo, pronto descubriste a que se refería tu suegra. Dejando de lado, que fuiste obligada a subirte a un dragón para llegar a eso que denominaban "El Tambor", acompañada por miles de mujeres a quienes no conocías. Mujeres, que seguramente, eran nobles rordrienses. Solo podías distinguir a dos de ellas, la primera era tu suegra, por defecto y la segunda era la Nudhas Czaricsa¹, abuela de tu marido, Lady Mizuki Bakugo. 

La querida del dragón; Katsuki BakugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora