El momento fue más corto de lo que pensaste. La silueta de Lady Ochako desapareció en un dos por tres, encontrándote a ti misma pasando el umbral de las puertas del templo. La gente del pueblo llano los estaba esperando con un montón de flores y monedas de cobre.
Las multitudes se juntaron a las afueras del templo y los Capas Azules tuvieron que abrirles paso entre la gente para que pudieran subirse al carruaje. Te aferraste a la mano de tu nuevo esposo mientras se enfrentaban a la muchedumbre hasta que llegaron a su vehículo.
La primera en subirse fuiste tú, Katsuki te ayudo con la cola de tu vestido y luego se sentó a tu lado. Los caballeros se colocaron a los lados del carruaje para evitar que sucediera cualquier cosa. Los caballos tiraron de la carroza para empezar la trayectoria de regreso al Castillo Blanco.
La gente los saludaba a ambos con una felicidad y emoción muy palpable, tanto así que Katsuki no pudo evitar devolverles el saludo con cortesía.
Movía su mano mientras le lanzaban flores y monedas. Los caballos blancos se abrían paso por los diferentes caminos hacia el Castillo Blanco. Tú también saludaste a las personas que te gritaban buenos deseos y te lanzaban lirios. Quizás era la única parte buena de todas las bodas que tuviste, poder conectar con tu pueblo de vez en cuando.
La gente de tu pueblo era tan gentil y agradable. Aunque no toda.
Fue un momento de imprevisto cuando casi recibes un par de tomates en el rostro, si no fuera porque Sir Shinso fue más rápido y coloco su escudo frente a ti. Había una fracción de personas que estaban en contra de la monarquía así que cualquier cosa que hiciera tu familia o no, estarían en desacuerdo.
— Ignórenlos — comentó Sir Aizawa, acercándose con su caballo negro —. No dejen que las pulgas arruinen este día.
Katsuki miró al caballero al igual que tú y asentiste levemente mientras volvías a fingir una sonrisa de felicidad. Siguieron sonriendo durante todo el trayecto restante hasta que llegaron a la entrada del Castillo y las puertas que separaban el pueblo del enorme palacio se cerraron detrás de ustedes.
El carruaje siguió moviéndose por el camino hasta que se detuvo frente a la entrada lateral del castillo. Shinso descabalgo rápidamente para ayudarte a bajar.
Le tendiste la mano mientras que Katsuki te ayudaba con tu vestido. Te pareció un gesto algo extraño, puesto que ninguno de tus esposos había sido así.
— Los están esperando, majestades — murmuró Sir Aizawa.
Dejaste salir un suspiro. Luego, te giraste para ver a Katsuki. Se la había pasado en silencio todo el rato y empezaba a molestarte.
Él estaba acomodándose los guantes antes de levantar el rostro y mirarte.
No se dijeron nada, pero se entendió todo a la perfección.El rubio se acercó con paso firme hacia ti y se colocó a tu lado. Pasaste tu brazo por debajo de su fornido antebrazo y lo envolviste alrededor de él.
Los caballeros se colocaron a cada lado de ustedes, formando un rectángulo perfecto. Comenzaron a avanzar en cuanto las puertas del salón principal se abrieron y dieron paso a la brillante luz del candelabro de vidriagón. Los invitados estaban esperando pacientemente a que los recién casados emergieran.
Los gritos y las sonrisas aparecieron por tu rango de visión. El salón principal era una estructura en forma de cilindro con enormes pilares. Por afuera del salón, estaban unos pequeños jardines y una fuente. Había un camino que conectaba con el jardín principal, ese que estaba sobre la entrada principal del castillo.
Dentro, las mesas rectangulares y llenas de comida estaban perfectamente acomodadas. Cada familia noble tenía sus respectivos lugares. Por supuesto, al tratarse de los recién casados, su lugar era en la mesa principal. La más alta del salón y con las decoraciones en oro que la Casa Bakugo mando a hacer como obsequio de bodas.
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La querida del dragón; Katsuki Bakugo
Fanfiction➤ ❝ Después de cuatro matrimonios fallidos, la princesa imperial regresa triunfante a su hogar, resignada a vivir en soledad y esperando la inminente muerte de su hermano para subir al trono. Sin embargo, sus planes se ven arruinados cuando el magní...