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Iván había vuelto a estar solo; sus amigos se habían ido hace más o menos una hora.
Pero, él tenía planes. Aunque la energía no le sobraba (en realidad, le faltaba, y mucha), se metió a bañar, se cambió como para salir después de por lo menos tres meses de no hacerlo. Se dirigió a el baño, abrió un cajón, revolvió un par de cosas hasta que por fin sacó un rimel y se lo puso para arquear un poco más sus pestañas.

Él no se iba a mentir, estaba triste, quería quedarse en su cama todo el día sin salir ni hablarle a nadie; pero aun así, sabía que estando solo se iba a deprimir más de lo que ya podía estar. Se dirigió a la puerta, agarró su celular, algo de plata y las llaves para luego salir de la casa.

El camino hacia la casa de Juan fue el mismo de siempre, las casas - las cuales eran aterradoramente grandes -, los árboles que seguían siendo igual de aburridos, sus vecinos a los que saludó y todos ellos le dieron sus pesame* - Expresión con que se manifiesta el sentimiento de pena o aflicción por el fallecimiento de una persona. -, a lo que él solamente sonreía falsamente; también estaban los autos, las flores, entre otras cosas que veía casi todos los días al salir de su casa. Por fin había llegado a la casa de su amigo. Tocó el timbre tan distinguido de aquella morada, y fue rápidamente atendido por Raúl - también conocido como Auron -, el amigo de su primo. Este lo dejó pasar, ya que su hermano se estaba terminando de arreglar. Un rato después, el castaño salió de su cuarto.

Los chicos salieron de la casa y fueron al cine, habían ido a ver una película de terror, las cuales no le agradaban mucho a Juan, pero sí a Iván. Ellos pasaron un buen rato, para cuando terminase la película salir del cine para irse a la plaza que se encontraba cerca de la casa de Tomás. Cuando llegaron se sentaron en una banca de ahí y empezaron a hablar de boludeces, por ejemplo: cosas que hicieron, la cosa más vergonzosa que les había pasado y anécdotas del pasado.

- Y, bueno - el que hablaba era Iván, mientras el otro escuchaba atentamente. - Cuando era más chico, con mi herman... - Un nudo pareció atarse en su garganta, tan solo acordarse de ella provocaba una gran tristeza en su corazón. Notó como sus ojos se cristalizaron, pero intentó no darle importancia para seguir contando la anécdota. A todo esto, Juan, en señal de consuelo, colocó su mano derecha sobre un hombro de Spreen. - Bu-eno, con ella solía ir a correr y... - unas pequeñas lágrimas salieron de sus ojos, pero no quería estar así, entonces con sus mangas limpió sus ojos. Abrió la boca para seguir contando, pero Juan lo detuvo.

- Ivi, sé que duele. Pero, si sabes que te hace mal pensar en ellos, no lo hagas. - en un movimiento amoroso, abrazó al azabache. - ¿No crees que es mejor así?

Spreen suspiró, quería desahogarse. - S-sí.

- Ahora, dime lo que sientes, yo te escucho.

De esa manera, Iván por fin pudo soltar todo lo que tenía encima; quería morirse, extrañaba a muerte a su familia. Quería irse con ellos, quería llorar hasta morir. Por fin alguien se había dado cuenta de lo que necesitaba, un abrazo y palabras dulces, eso bastó para que él dijera todo lo que llevaba oculto en el corazón. Lloró, lloró a mares en uno de los hombros de el otro mientras contaba todo lo que sentía. Al terminar de hablar, suspiró, se había sacado todo el peso de encima. Se soltó del abrazo de Juan, se miraron a los ojos, el de ojos negros nunca había notado la belleza de la mirada del otro, esos ojos marrones con una veta verdosa, pero se podría decir que son canela, pero a su vez serían verdes, tan verdes como las hojas de un árbol.
Juan se acercó lentamente al contrario, quedando sus caras a, por lo menos, 5 u 6 centímetros. Ninguno se animaba a dar el primer paso, ambos tenían una pequeña timidez en esos momentos. Se quedaron unos segundos mirándose fijamente, hasta que Iván tomó la iniciativa y juntó lentamente sus labios con los del otro, el de lentes correspondió el beso dulcemente sintiendo el salado sabor de los labios de Spreen por las lágrimas que aún no secaban y recorían las mejillas rojas de este. El mayor colocó su mano izquierda en uno de los cachetes del otro. El beso siguió hasta que se separaron por la falta de aire. Se quedaron viendo por algunos segundos, hasta que Juan sonrió, contagiandole la sonrisa al otro.

Immortal she, return to me... Primer Libro // SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora