Propuestas Indecorosas

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// Bien pues este es un poco menos intenso que el anterior, ¿creo...?

¡Espero que les guste!
//


Era consciente de que Tom y yo íbamos muy rápido pero no lo podíamos evitar, las cosas se daban de ese modo y me gustaba estar con él: el tiempo se nos pasaba más rápido cuando estábamos juntos.

A pesar del poco tiempo que teníamos de novios, yo ya me llevaba de maravilla también con su hermano mientras que Jonah había comenzado a recurrir a Tom por consejos sobre chicas. Ansiaba por llevarlo a conocer a mis padres y a mi hermano Jake, pero no podía viajar ahora porque en un par de meses tendría una pelea y no era posible que dejara de entrenar ni por un día.

Aquello de que salía temprano a correr me resultaba fastidioso porque nunca pasábamos la noche en mi casa, siempre que pasábamos la noche juntos era en su casa y al día siguiente por la mañana me despertaría con un beso en el hombro y me diría que estaría de vuelta cuando saliera del gimnasio.

Yo apenas me despertaba sin abrir los ojos y murmuraba una afirmación antes de volver a quedarme dormida. Los días que iba al estudio en la mañana, lo hacia a las nueve, así que en ocasiones me iba de su casa antes de que él volviera, pero la mayoría de las veces él llegaba mientras yo seguía debatiéndome entre salir de la cama y volver a dormirme. Él siempre ganaba y me sacaba de la cama para meterme a la ducha.

Ese día, Tom entró a su habitación mientras yo seguía tumbada en la cama sin tener ganas de levantarme mientras disfrutaba de la comodidad de las suaves sábanas que además tenían el fuerte aroma de la loción de Tom.

- ¡Despierta, guapa durmiente! - No lo había visto cuando se inclinó y me apretó los tobillos, siempre que él y yo teníamos sexo las sábanas terminaban hechas un desorden; esa mañana yo había amanecido con las sábanas enredadas en el cuerpo y las piernas descubiertas hasta poco más arriba de la rodilla.

Aparté los pies y me reí. Tom nunca atinaba con sus referencias de películas para niños o cuentos de hadas.

- ¿Quieres decir "bella durmiente"?

- No, ésta vez dije lo que quise decir. - Sonrió. - Anda, sal de la cama.

Tom fue a coger mi mano y jalo de mi para hacer que me sentara, lo hice de mal modo con mala cara y él se dio cuenta.

- Esta bien, ¿Por qué no te quieres levantar?

Baje la vista y suspiré antes de hablar.

- Hay que hacer un comercial y quieren que yo aparezca en él... - Tom encogió los hombros, - quieren que me ponga uno de esos ridículos uniformes de fútbol, los de mujer.

Tom suspiró; ya habíamos pasado por esta conversación antes: cuando yo le decía que me gustaba mi trabajo pero no la forma y él me decía que hablara con el productor o que simplemente renunciara.

- Bueno... Si no te gusta puedes decírselo a alguien, ¿no? - Tom se sentó a mi lado y se quitó los zapatos deportivos, él no lucía preocupado.

- Puedo, pero nunca me escuchan... - Crucé los brazos sobre el pecho por encima de la sábana mientras Tom se quitaba la camiseta y fue hacia el cesto de la ropa sucia.

- ¡Entonces renuncia! - dijo, como si aquello fuera muy fácil. En realidad no lo era, tendría que pagar una gran cantidad de dinero por terminar antes con el contrato. Además significaría que había perdido todo el tiempo que soporté el trato de la empresa.

Tom se dio la vuelta y lo miré con mala cara mientras se acercaba a la cama. Alcanzó la orilla y se apoyó en las palmas de sus manos y en sus rodillas para estar sobre mí, aun tenía puestos sus shorts negros.

- Vamos no pongas esa cara, si no te gusta el trabajo ahí estoy seguro de que otra televisora o algún periódico te contratara enseguida. - Me besó en la mejilla, - pero quita esa cara. - Me besó el cuello y baje los brazos, a veces después de entrenar Tom estaba especialmente ansioso por ciertas cosas: comida, una ducha y sexo; no en ningún orden particular...

Puse las manos en el cuello de Tom y suspiré.

- Tom, no quiero renunciar...

- Perfecto, entonces diles que no lo harás. - Dijo al besar mi hombro. - ¿Podemos hablar de esto más tarde? - Puso su mano contra mi mejilla. - No me concentro... - sus ojos encontraron los míos y vio en ellos la molestia que sentía en cuanto a este tema. - Dile al productor que no quieres hacerlo y si no funciona yo les mostrare por qué me llaman "cohete"...

- Eso es cierto, - me distrajo con su comentario, aunque no estaba segura si era esa su intención, - ¿Por qué te llaman así?

- Porque cuando hago un K.O. ellos ven estrellas. - Me sonrió, le gustaba presumir de sus habilidades y yo a veces alimentaba su ego para verlo sonreír.

- Ah, - asentí, - esto tiene sentido.

Tom me besó en los labios por un largo momento antes de separarse y volver a proponerme que saliera de la cama.

- Ahora yo soy el que quiere ver estrellas, Anna, ven a la ducha conmigo.

- No... - Me hice la difícil mientras acariciaba cariñosamente sus mejillas. - Yo nunca podría noquearte...

Él se rió de mi comentario poco gracioso, a veces lo hacía y eso me gustaba por algún motivo.

- Ya sabes de que hablo. - Me dijo y saltó fuera de la cama, dejándome descubierta cuando al tirar sus shorts deportivos y bóxers jaló de la sábana y la tiró también al suelo.

- ¡Oye! - Me quejé, - ¡eres un tramposo!

- No, tu eres una tramposa, tienes dos semanas diciéndome que vas a ir a correr conmigo y no lo haces...

- Bueno, bueno... - salté de la cama y entre al baño mientras él se soltaba el cabello y se veía en el espejo. Abrí la llave del agua caliente y le di media vuelta a la fría para que saliera agua tibia. - No la quieres caliente, ¿verdad?

- No, - en un segundo lo vi frente a mi, - pero si la quieres caliente...

- Contigo tengo. - Le respondí y lo jalé hacia mí al besarlo.

Tom nunca se perdía la oportunidad y esa mañana no hubo excepción cuando me cogió por la cadera y me pegó a su cuerpo al acariciar la piel bajo sus dedos, nuestros labios se movieron juntos mientras Tom me llevaba dentro de la ducha, sentí cuando mi espalda tocó la pared y luego sus manos me sostuvieron con fuerza cuando me alzó y abracé su cintura con mis piernas mientras me sostenía de sus hombros con las manos y sin más rodeos gemí cerca de su boca al sentirlo entre mis piernas cuando empujó su cadera contra la mía. Apenas abrí un poco los ojos, lo vi sonreír y luego me besó un par de veces más mientras me hacía el amor contra la pared en la ducha, con el agua tibia cayéndole sobre la espalda y salpicándome un poco.

- Ay, Tom... - Gemí contra sus labios cuando el calor dentro del baño se elevó a pesar de la temperatura baja del agua.

- Ya casi, Anna...ya casi... - Me dijo con voz ronca antes de subir sus manos a mi trasero y moverse con más fuerza.

Lo apreté con más fuerza también y jadeé cuando mantuvo el ritmo.

- Tom, ¿por qué? ¡Ay, por qué me haces hablar así! - Me quejé mientras me debatía entre decirle o no, la verdad sentía que podría decirle cualquier cosa, pero sentía un poco de vergüenza porque nunca decía esas cosas en voz alta. Nunca.

- ¿Hablar cómo? - Me preguntó. - ¡Joder, Anna! ¿Qué es lo que quieres?

- No, no, no... - Tom bajo la velocidad de sus movimientos, eso no me gusto: no me quejaba de eso. - Es que no quiero hablar como tu, ¡Pero por lo que más quieras hazlo más rápido! ¡Más duro! ¡Más Tom, más! - Lo besé sin abrir los ojos y Tom siguió mis instrucciones.

- Bueno... - jadeó contra mi oído y me empujó con más fuerza contra la pared -, ¿acaso quieres que te parta en dos?

- En dos...en diez... - Le respondí al tiempo que le encajaba las uñas en la espalda. - ¡En veinte mil! - Empujó contra mí con más fuerza y ahogué un gemido al besarle el cuello. - ¡Así, justo así!

- ¿Estás bien, Anna? - Me preguntó, pero era como una burla porque sabía que iba a seguir volviéndome un poco loca. - ¿No quieres una mano?

- Qué-¡ah! - Tom me ayudó a volverme un poco más loca al poner un par de dedos en ese sitió tan peculiar entre mis piernas y continuar moviendo mi su cadera contra la mía. - Siempre tan atento... - Lo abracé con más fuerza, si es que era posible, lo escuché reír suavemente contra mi cuello y luego no volvimos a hablar. ¿Qué más habría que decir?

••••

Cuando terminamos de bañarnos ya había pasado una hora desde que entramos al baño pero eso no era problema, el problema era que necesitaba que Tom me llevara a casa porque él iba a tener una reunión con su representante ese día.

Me secaba el cuerpo con la toalla cuando Tom se ponía la toalla alrededor de la cadera.

- Deberías de hablar más durante el sexo, si hago algo que no te gusta puedes decírmelo, yo te lo diría si no fueras tan jodidamente perfecta.

Lo tomé como un halago al ponerme la ropa interior con Tom frotándose la crema en todo el cuerpo. Aquello siempre le tomaba horas, pero yo no le iba a preguntar sobre eso porque yo también pasaba horas frente al espejo cada vez que intentaba delinearme los ojos. Nunca me quedaba bien, por eso casi nunca me maquillaba yo sola.

- Bien, qué amable, Tom... - Le respondí. - La verdad es que me da un poco de vergüenza darte ordenes o pedirte esas cosas...

Tom bufó y dejó salir una carcajada.

- Lo que quieras, Anna, - se detuvo un momento y lo vi asomar la cabeza del baño, donde estaba untándose la crema grasosa que tanto amaba, - te lo daré con gusto, en especial si es mi pene.- Le sonreí, no sería él si no fuera un poco bromista en ocasiones.

- Gracias, Tom, pensé que con gusto me darías tu cuerpo... - Bromeé con él.

- ¡Pero por favor, Anna: ni que fuera una prostituta! - Dijo desde el baño. Me reí con ganas pero fui a la cómoda y abrí el cajón más alto, allí había un poco de ropa mía, en mi apartamento había un cajón de mi tocador donde Tom debería tener algo de ropa, pero como nunca pasábamos la noche allá los dos juntos el cajón estaba vacío.

••••

Cuando salía del auto de Tom él no se movió, pero no pude abrir la puerta. Me di la vuelta y le vi el rostro.

- ¿Qué pasa contigo? - Le pregunté.

- Hay algo que quiero decirte... - Me respondió con seriedad, me asusté, pensé que tal vez me diría que necesitaba tiempo, o que quería que fuéramos más despacio y yo sentí un hueco en el estómago: ¿iba a terminar conmigo? ¿había hecho algo malo? Asentí con seriedad sin decir nada, él me miró sobre sus lentes de sol. - Creo que pasamos mucho tiempo en mi casa, no sé Anna... ¡es ridículo! - Pensé "es todo, va a terminar conmigo", y entonces lo dijo: - ¿Podrías considerar mudarte conmigo?

Mi boca se abrió sin que lo pensara o deseara, acto seguido me reí con muchas ganas. Así me deshacía del estrés, yo me reía cuando se me pasaba la preocupación. Tom debería haber pensado que estaba loca, pero no creo que hubiera sido eso lo que pensó porque me sonrió y puso su mano sobre mi rodilla.

- Lo consultaré con la almohada y mañana te digo que sí, Tom. - Le dije, él se tardó un poco en captarlo pero cuando lo hizo me dio una de esas miradas suyas que a pesar de lucir divertidas también exhibían una advertencia. - Claro que lo voy a pensar, pero ¿estás seguro que quieres eso? Digo... lidiarías conmigo y mis periodos... ¡sin mencionar que entonces, definitivamente tengo que llevarte a casa a conocer a mis padres!

- Y les agradeceré por dejarte ir a la universidad afuera de Texas. - Sonreí y apunté hacia la puerta.

Tom abrió el seguro de la puerta desde el mando en su puerta y nos inclinamos hacia el frente para darnos un pequeño beso en los labios.

En el departamento solo necesitaba recoger unos papeles para ir a trabajar en la tarde, iría a Almorzar con Jen, así que Tom no tuvo tiempo de sentirse mal al dejarme para ir a ver cosas del trabajo.

Salir con Jen significaba prepararme para lo inesperado, siempre salían criticas duras de su boca, y aunque estaba acostumbrada a veces tenía que respirar profundo para no pedirle que parara, pero ahora eso no importaba demasiado; tenía que hablar con ella sobre lo del comercial, era una tormenta en un vaso de agua y yo estaba consciente pero es que estaba aburrida de hacer esas estupideces que me hacían sentí como un trozo de carne...

Me puse unos pantalones oscuros y un suéter muy grande, cogí mi bolso y fui al restaurante en que Jen y yo siempre nos veíamos, estaba cerca de su oficina así que podían llegar hasta allá rápidamente y volver al trabajo a tiempo.

Entré al restaurante y la hostess me llevó hasta una mesa para dos en el centro del lugar, me senté y pedí un par de limonadas, Jen no tardó en llegar, no siquiera tuve tiempo de sacar el teléfono para preguntarle si estaba en camino.

Apenas llegó se inclinó y me saludó antes de sentarse.

- ¿Cómo va todo? - el mesero nos llevó entonces las limonadas y preguntó si estábamos listas para ordenar.

- Bastante bien, supongo. - Le dije, - ¿a ti como te ha ido?

Jen era la imagen corporativa en su máxima expresión: vestía siempre una falda de lápiz y una blusa de botones ajustada al cuerpo con unos tacones bajitos y su cabello suelto. Era la imagen que presentaba en el trabajo, y sólo allí, porque en sus días libres o cuando salíamos por la noche su estilo cobraba vida y era una cosa completamente distinta.

- ¡Ajt! - Puso la vista en el cielo y dejo salir una risotada. - Tengo que despedir a un par de inútiles de redacción. Es muy incómodo, odio despedirlos y que me vean con esa cara de perritos mojados...

El jefe de Jen casi siempre la mandaba a hacer los despidos, aunque ella tomaba la iniciativa con algunas personas ya que su puesto le permitía hacer algunos despidos de ser necesario.




- Bueno, pero ¿qué tan malo puede ser eso? - Le sonreí, - ¿preferirías que te gritaran y te llamaran perra porque los despediste?




Jen asintió y encogió los hombros en señal de contento. Desvié la mirada.




- Soy una perra, no sería ninguna noticia nueva para mí. - Jen me explicó, - ¿a ti cómo te va en el trabajo?




- Estoy pensando en hablar de una vez con el productor. - Le dije al decidir que comería un sándwich de pollo con papás, Tom me podría asesinar por comer pan blanco y papás si - y sólo si - se enteraba.




- ¿Ahora qué ha pasado? - Jen subió los codos a la mesa y apoyó la barbilla en sus dedos entrelazados antes alzar su brazo y llamar al mesero que estaba en alguna parte detrás de mí.




- Es el tema de la ropa otra vez. - Le dije al meter mis dedos entre mi cabello y despeinarme un poco. - Tom sigue insistiendo en que podría simplemente renunciar.




- ¿Cómo vas a renunciar? - Jen comprendía perfectamente. - Todo el tiempo que has soportado a esos imbéciles... Habla con tu productor, en verdad, ya es tiempo de que te tomen en serio. Tienen que ser cabrones para hacerte sentir como lo hacen, no los dejes, Anna.




Ordenamos la comida y seguimos hablando sobre otros temas durante poco más de media hora.




Me gustaba hablar con ella, era mi única amiga honesta desde que salí de la preparatoria, la gente que conocí en la universidad me caía bien y a veces los veía pero nunca me sentí cómoda con sus conversaciones ni con sus comentarios, la mayoría de la gente siempre me daba por mi lado cuando Jen me hacía ver otro punto de vista con sus comentarios duros y agrios.




- Tom me ha pedido que me mude con él. - Le dije de pronto, en cuanto me vino el pensamiento a la mente.




- ¡Guou...! - Jen dejó los cubiertos a un lado y alzó las manos. - ¿Que Tom te pidió qué? - Asentí. Jen se echó hacia atrás en su silla. - ¿Y qué le dirás?




- ¡Que por supuesto! Básicamente pasamos todas las noches en su casa y rara vez hacemos algo en mi departamento, además, creo que estoy lista para presentárselo a mis padres.




- Van muy rápido, a éste paso mañana me dirás que se casan y en dos semanas me dirás que van a tener un bebé... - Era obvio que ella no creía que aquello fuera buena idea. - No tienes que irte a vivir con él para seguir cogiendo. - Me dijo y continuó comiendo.




No presté atención a ese último comentario de Jen y terminamos de comer mientras hablábamos de otras cosas. Al terminar ella se fue de vuelta a trabajar y yo subí a un taxi para ir al estudio. Al llegar saludé a un par de hombres del equipo de edición, fui hasta mi camerino y dejé allí bolso.




Me miré en el espejo y me dije a mi misma que tenía que hablar con Fred, el productor.




Me enderecé y subí las mangas de mi suéter antes de salir y caminar con paso seguro hacia la oficina del productor del programa. Toqué a la puerta y Fred me dejó pasar en seguida, solo una vez antes había pisado esa oficina.

Él estaba sentado detrás de su escritorio y había unos sofás a un lado, cerca de la ventana.




- Anna, ¿qué te trae por aquí? - me dijo con una sonrisa.




- Hola. - Cerré la puerta detrás de mí. - Me preguntaba si podría hablar contigo sobre el comercial, Fred. - Él era un tipo de unos treinta años, no podría tener los cuarenta, así que le gustaba que lo llamáramos Fred.




- ¿Qué podría preocuparte? - Me dijo y se puso de pie mientras yo seguía de pie cerca de la puerta, no me sentía cómoda en esa oficina.




- No quisiera molestarte, pero ¿habrá algún modo de que use ropa normal en el comercial? - Fred lució sorprendido pero asintió al sentarse en un sofá largo a mi izquierda. Se puso cómodo y me dijo que continuara. - También... bueno, tu sabes que yo escribo, me gustaría que me dieran la oportunidad de hacer algo distinto para la próxima cápsula...




- Claro Anna, - puso sus brazos sobre el respaldo del sofá, pensé que todo había resultado demasiado fácil, pero entonces él volvió a hablar; - pero tiene su precio, lo entiendes, ¿no es cierto?




Negué con la cabeza. ¿Qué demonios podría interesarle?




- Ven, anda, ven acá. - No me moví ni un milímetro, aquello me dio mala espina al instante. - Solo unos pasos, anda Anna. Hablemos de negocios. - Sonrió y me observó relajado, esa mirada no me agradó, fruncí el ceño y di un solo paso en su dirección. Él suspiró y se puso de pie, era un poco más alto que yo, de cerca, su cabello castaño lucía rojizo y sus ojos cafés me inspiraron menos confianza.

Él puso sus manos en la cintura de su pantalón al ponerse frente a mí. - Tu quieres algo de mí y yo quiero algo de ti, dime Anna: ¿cuánto valoras tu trabajo?




Le sostuve la mirada pero no respondí, él asintió con un gesto de suficiencia en el rostro, se enderezó y alcanzó el botón de sus pantalones.




No iba a hacer nada con él. Nada.




Se bajó el cierre.




Tomé un paso hacia atrás y me sentí furiosa.




Sacó su...cosa... y señaló hacia abajo.




- Con entusiasmo Anna, ¿qué dices? - Me dijo con una sonrisa en el rostro.




Tenía la mirada puesta en el techo para no verlo. Negué con la cabeza y cogí lo primero que me quedó a mano: una figurita de mármol, y se la lancé, atinando a esa horrible cosa que me estaba mostrando. Se dobló de dolor y gritó al caer de rodillas en el suelo deteniéndose la parte del cuerpo adolorida.




- ¡No, digo que no! ¡Mil veces no! ¡Renuncio! - Me di la vuelta y abrí la puerta mientras él se quejaba en el piso. - ¡Y tienes dos manos: aprende a usarlas!




Di un portazo y corrí de vuelta por mi bolso para irme corriendo de aquel estudio, no volvería allí, al menos no sola.

Memorias (Tom Kaulitz Fanfiction)Where stories live. Discover now