Capitulo 2

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Ash

El no había respondido nada, y como la tensión se podía romper con un cochillo, le devolví el dinero y seguí con mi trabajo. Vi como una chica se acercó a él a decirle algo y como Gabriel le tendía un café con leche pidiendo disculpas y mirándome amenazante. La bronca me iba a caer pero no me podía dar más igual.

Ya era hora de ir empezando a recoger todo y cerrar, cuando entró de repente entró Ainhoa. La única a la que podía llamar amiga; al igual que yo, era alta, pero tenia el pelo más corto y de un color marrón mate. Usaba gafas, estaba muy ciega, y entraba a la tienda con una enorme sonrisa en la cara.
   — Cariño mio necesito que mantengas abierto un rato más y nos hagas la cena. -Dijo sin más. Apoyándose a la barra.
Creo que vio mi cara de "vete a tomar por culo" por que al segundo, siguió hablando.
   — Te pagaré el doble de lo que cobrarías por cada plato y bebida. Si te dan ganas después, te nos unes. -Se callo un rato, Lugo siguió.- No, más bien: Te nos unirás.
Dinero era dinero. Gracias al cielo, ella era una niña de papá, rica hasta más no poder. Si ella quería algo, lo tenía sin pestañear.
   — Vale.... Pero lo de unirme... no me apetece. Tengo que ir a casa a seguir esa serie que empecé a noche y necesito fumarme un cigarro ahora mismo. -Espeté.
   — La serie puede esperar. El cigarro fúmatelo ahora y nos atiendes.
   — Mira mejor que...
Llegué tarde a intentar negarme, por que antes de que pudiese terminar de hablar, ya estaban entrando unas cinco personas a tomar asiento.
   — Ups... ve a por tu cigarro. Yo les doy las cartas y que vayan eligiendo. ¡TE QUIERO!
Si, como si el bar fuese de ella. Era la medio hermana de Gabriel, si por así podría decirlo. Ya que compartían la misma madre, pero no el mismo padre.

Salí y me prendí el cigarro. Nicotina... una maravilla para mi boca y cerebro pero el infierno para mis pulmones. Bueno, eso me daba igual. De todas maneras iba a morir. Inhalaba y exhalaba el humo con desesperación, hasta que una charla agena a mi obtuvo mi atención a lo lejos.
   — Venga va, no te va a matar comer aquí. -Decía una chica.
   — Te dije lo que paso esta mañana, no me apetece entrar a este lugar. -Contestó un hombre, por la voz supe que era el del café con nata.- Por culpa de esa idiota, mi día ha sido una total mierda.
Se acabo mi paz y tranquilidad.
   — ¿Tanto así te afecto que no hiciese tu café de mierdas? -Replique saliendo del callejón en el que estaba, cigarro en mano y humo en boca.
Mire a la chica.
   — ¿Anna? -Ladee la cabeza.
Anna era la novia de Ainhoa. La cual había visto mucho en muchas ocasiones dado a que las dos son como uña y carne.
   — ¡Ash! -Se acercó y me dio dos besos.- Dile a Eiden que lo sientes, que ha estado emputado todo el santo día.
   — ¿De que me tengo que disculpar yo? -Di una calada y lo mirè.
   — Vamos Ashi... -Suplicó.
   — No me llames así Anna. Sabes que no me gusta. -Dije apartándome de su agarre y solté todo el humo dentro de mi.
   — Si él no quiere entrar, que no lo haga. -Volví a echar otra calada y el chico se veía furioso. Quise chincharlo más.- ¿No tienes voz chico del café con nata?
   — Entrare a ver el tipo de mierda que pones en el plato. -Dijo con una mirada asesina.
Me acerqué. Desde antes dije que el me había llamado la atención por su aspecto, y en ese momento, por mucho que odiase aceptarlo, él se veía muy sexi. Se veía completamente enfadado. Al estar a escasos centímetros de él, me di cuenta de lo alto que era. Yo ya lo era de por si. Media un metro setenta. Pero él podía sacarme perfectamente media o una cabeza entera.
   — Pues me sentaré a ver como te comes lo que acabas de llamar mierda, en primera fila. -Eche otra calada y lo mire a los ojos. Sonreí y le eche todo el humo que mantenía dentro en la cara.
   — ¡¿Ash ya terminas de fumar?! ¡Todos están con hambre y sabes que no puedo servir jarras de cerveza sin llenarlo todo de espuma! -Gritó Ainhoa entresacando medio cuerpo.
Por un instante me había quedado helada, hasta que reaccioné.
   — Ya dentro. -respondí echando una última calada y tirando el cigarrillo al suelo.
   — ¡Ainaaa! -Fue Anna gritando y se echó a sus brazos.- Eiden no quiere entrar, y estoy cansada de intentar convencerle.
   — ¡Los dos entrar ya, no seáis toca pelotas! -Gritó y entró junto a Anna.
   — El toca pelotas aquí no soy yo... -Susurró el del café con nata.
   — Yo diría que si. -Entre y lo dejé atrás.

Voz de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora