Capítulo 24

2 1 0
                                    

Ash

Me desperté a su lado, con su camiseta y sus calzoncillos como pijama. Me abrazaba como si me fuese a escapar en cualquier momento, costumbre -creo- que cogió desde el primer momento que dormimos juntos. Habíamos pasado el domingo entero juntos, habíamos hablado, cocinado, follado y dormido. Un día perfecto. Tan perfecto que me dio miedo.
      Poco a poco fue abriendo los ojos y nos miramos un segundo.
   — Buen día. -susurré acariciándole la cabeza.- Ya nos tenemos que alistar.
   — Cinco minutos más... -gruñó hundiendo su cabeza entre mis pechos.
      Era como un niño pequeño. O bueno, lo era hasta que lo sentí erecto contra mi pierna.
   — Tú cosa es más madrugadora que tú. -bromeé.
   — Un mañanero. ¿Te parece? -susurró ronco poniéndome debajo suyo.
      Me abrí de piernas para recibirlo con ganas.
   — Tienes cinco minutos para hacer que me corra.
   — Me sobra tiempo.

      Y tanto que le sobró tiempo, al minuto y medio ya me tenía temblando debajo suyo y el seguía dándole para llegar a su orgasmo. Pero a los cinco minutos, se levantó, me metió a la ducha con el, nos alistamos y salimos. El era obediente como un perro bien entrenado.
      Aparque en frente del bar donde trabajaba y abrí la puerta.
   — ¿Un café?
   — Por supuesto.
      En unos segundos ya tenia dos servidos y me senté con él a tomármelo. Cuando terminamos, salimos. Yo aproveché para encenderme un cigarro.
   — Últimamente no te he visto fumando tanto.
      Muy cierto, pero no pensaba darle muchas vueltas.
   — ¿A qué hora entras a clase? -cambié de tema.
      Lo notó, pero tan caballeroso como siempre, lo dejo pasar.
   — A las ocho y media. -abrió los bazos y se apoyó en la moto.- Ven aquí.
      Al instante me termine el cigarro y me estreché en sus brazos, sintiéndome cálida de repente.
   — ¿Vuelvo a las diez aquí, vale?
   — Ujum...
   — Te veo un rato y me vuelvo a clase.
      Asentí respirando su aroma.
   — Después regreso a la una y media y nos vamos a comer. -me besó la coronilla de la cabeza.- ¿Te parece?
   — Si señor. -le miré.- A sus órdenes señor.
   — Jajajaja... -carcajeó y nos besamos.
      Al separarnos me volvió a besar la mejilla.
   — Me voy ya cielo.
   — ¿Ya? -Dios no quería que se fuese.
   — Ya van a ser y cuarto.
   — Falta hoy al cole por mi... -rogué.
      Dios, parecía una niña pequeña. Una adolescente en edad del pavo. Pero me sentía tan a gusto entre sus brazos...
   — No puedo cielo... Estoy en ultimo de carrera. Me juego todo.
   — Te esperare aquí entonces.

      Me sorprendí a mi misma esperándolo cada segundo. Cada vez que se abría la puerta, me daba un brinco el estómago, y cada vez que veía que no era el, la desilusión me embargaba todo el cuerpo. Incluso cuando entró Ainhoa, me reprochó la cara de mierda que le eché al verla. Pero justo a las diez y diez de la mañana, la puerta se volvió a abrir y entró el -acompañado, pero da igual- y sonrió de oreja a oreja al verme.
   — Hola. -dije inclinándome a él apoyada en la barra.
   — Hola cielo. -se agachó un poco y me dio un beso en los labios que me robó un suspiro.- ¿Me haces un café?
   — A la orden.
      Se tuvo que volver a ir y se repitió el panorama a la hora de comer.
      Lo mismo durante los siguientes días, semanas... se volvió rutina. Ese día no era diferente, nos fuimos a comer a una pizzería de cerca. Él estaba estresadísimo con la uni, con su carrera, su futuro. Y yo hacía lo posible por que se le despejase la mente durante aún qué sea un segundo.
   — No me puedo creer que jamás hayas visto Barbie. -dijo indignado zampándose un trozo de pizza.
   — Yo era más de Ben10 o Código Lioco.
   — ¿Estas segura que no eres lesbiana? -bromeó.
   — Ten por seguro que me encantan las po... -me tapó la boca horrorizado y divertido.
   — ¡Ash, por dios! No lo grites a los cuatro vientos.
      Le lamí la mano y la apartó.
   — ¡Eh!
   — ¿Entonces vendrás a la barbacoa a no? -le volví a preguntar.
      Esa noche, Ainhoa celebraba una barbacoa por terminar con su carrera de medicina. Y quería hacer algo tranqui.
   — Que pesadas Anna y tú con que vaya. -se enfurruñó.- Si que iré.
   — Guay. -sonreí victoriosa.- Nos vemos en mi casa más tarde.
   — ¿Sabes que mis hermanas también irán, no?
      Me atraganté.

Eiden

Se la vio nerviosa el resto de la tarde. No debí habérselo dicho de sopetón. Ya estaba llegando a su casa, una muy mona, muy su estilo -pequeña pero decorada a la perfección a lo revista de inmuebles-, me abrió la puerta y entre.
   — ¿Ash? -grité desde la puerta.
      Apareció en la sala y me quede helado. Llevaba un vestido blanco casual y corto, con su melena suelta y no tan rebelde como siempre, cayéndole en cascada por la espalda y hombros. Tenia un maquillaje suave, el pinta labios hacían de ellos irresistibles a la vista, y sus pestañas hacían ver sus ojos casi verdes, grandes y preciosos. Si no tuviese la cabeza pegada al cuello, juro que se me hubiese caído.
   — Wow... estas...
   — Pffff -soltó estresada y pasó de largo.
      Entró a su cuarto y rebusco en el cajón de los zapatos.
   — No se que mierda ponerme joder.
      Se me escapó una risa y me señaló con el tacón.
   — Ni se te ocurra reírte Eiden.
      Alcé las manos a modo de rendición aguantándome la risa.
   — Perdón.
      Se sentó en la cama y suspiró desesperada.
      Estaba nerviosa. Y sentía pena por ello. Pero no tenia por que. Mis hermanas la iban a amar.
   — No estes así cielo. -me senté a su lado y la apoyé en mi pecho.- Estás preciosa.
   — Pero...
   — Shhhh...
      Me agache a coger unos tacones blancos sencillos que habían tirados en el suelo y se los entregué.
   — Estos te quedarán perfectos.

Voz de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora