Capítulo 21

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Eiden

No os voy a mentir; de ida a ese sitio que me había dicho Ash, me morí de miedo. Me alentó el saber que al llegar, estaría la playa -si, soy como un niño que le dices que vamos a la feria a la hora de ir a lugares como al que íbamos.-.
Llegamos a un descampado de cemento con unas perfectas vistas a la playa. Sus amigos ya estaban en sus lugares, con una pequeña fogata en medio y las cervezas repartidas a rebosar.
— ¡Que te ha pasado! -grito el que se veía más joven.- No es normal en ti que llegues tan tarde. Nos dio tiempo hasta de instalarnos.
— Perdón perdón. -se excusó ella.- Es que si aceleraba como me gusta, este de aquí se pondría a llorar.
Todos se rieron y una pequeña parte de mi masculinidad y ego se sintieron lastimados.
— ¿Que estás diciendo tu? -la pegué hacia mi haciéndole cosquillas.
— ¡Ah! ¡Café con nata! -gritó entre risas.

Mientras más pasaba ahí, más conocía a sus amigos. Era guay ver con quien se relacionaba Ash a parte de Ainhoa. Ash se había sentado en una caja de madera que había ahí, y yo me senté en el suelo apoyado entre sus piernas.
— ¿Vamos nena? -le dijo el grandote de barba.
Sentí un pinchazo en el estómago al escucharlo llamarla así, pero lo ignoré.
— Ahora vuelvo. -me dijo ella entonces, después de asentir.
Se alejaban en camino a las motos, y se marcharon. Lo último que vi de ella, fue su pelo casi rubio volando como mechas de oro.
— Le gustas. -me dijo el que se llamaba Roberto.
Sonreí y aparté la vista.
— Eso espero...
— Nunca nos había presentado a ningún chico, y mucho peor lo ha traído con nosotros. -dijo.
Sentí un cosquilleo en el estómago al saber que yo era una excepción.
— Ahí donde la ves, en nuestra banda, es la más dura y deseada. Incluso durante mucho tiempo estuve tras su falda. -se rio escandalosamente y me volvió a mirar.- He de decir que su indiferencia mata.
¿Ash indiferente? Me lo creía completamente.
— Todos me la describen como una loba solitaria.
— ¡Oh, es que eso es lo que es exactamente!
— ¿Tanto así?
— Poco después de conocerla, se hizo un novio. -empezó a contar.- Era un buen tío, el buen Fer. Se los veía bastante bien juntos, el era el típico malote, y ella la típica rebelde, tal para cual.
Intente imaginármela con otro hombre a su lado, de modo serio, queriéndolo. Me puse serio al instante y presté más atención.
— Pero desde el principio se veía de parte de ella una distancia glacial. Una vez los escuché pelear, Fer le decía a Ashley que si de verdad lo quería, que se lo demostrase. ¿Sabes lo que le dijo Ash? "Si no te gusta mi manera de estar contigo por tus estupidas inseguridades, lárgate. El sexo lo puedo encontrar en todas partes." ¡Dios! Me dolió hasta a mi, y eso que solo la había escuchado de lejos.
Me sorprendí, pero al imaginármela, ese papel le quedaba bien.
— ¿Eso hace cuanto fue? -quise saber.
— Oh, ella en ese entonces tenía unos diecisiete. ¡Era una niña!
Si la Ash de diecisiete las tenía tan puestas, no quería imaginar la Ash de veintiuno. Pero a todo eso... ¿donde estaba ella?
— ¿Donde estan...? -quise preguntar.
Pero antes de poder terminar la frase, vi su moto pasar a años luz cerca de nosotros, derrapando casi tocando el suelo para dar la vuelta y hacer caballito. Casi ma caí de culo.

Ash

El aire en la cara, la adrenalina corriendo por tus venas, el corazón a cien, y el pelo flotando mientras sientes que la máquina que conduces ronronea a gusto haciendo los trucos que le obligas a practicar. En ese momento, si me preguntaban como pasaría mi último momento de vida, seria así: montada en mi preciosa moto negra, con el viento en la cara y llenado a doscientos por hora.
Siempre me habían fascinado las motos, desde que tengo uso de razón, siempre las he preferido y amado más que los coches, por eso cuando mi madre me ayudó para conseguir mi preciosa Nessi -que era como llamaba a mi moto- fue el día más feliz de mi vida. Me había metido en la banda unos dos años antes de conseguirla, por lo que los chicos se encargaron de enseñarme y mostrarme lo maravilloso que era sentir esa libertad que te brindaban las dos insignificantes pero fuertes ruedas de la moto.
Ese descampado era perfecto ya que a demás de que nunca pasaba la policía, era tan grande como y estadio y las vistas eran preciosas. Ese día no iba a ser diferente; íbamos a quedar, beber algo, hacer unos trucos y volver a casa. Pero el saber que Eiden estaba ahí, que vería lo que me apasionaba, me tenía con los nervios a flor de piel. Regresé donde estaban sentados, Isack me rodeaba los hombros medio habrá a donde, y yo le rodeaba la cintura, alegre.
Pasamos todo el resto de la tarde charlando, riendo, contando anécdotas -la gran mayoría tremendamente vergonzosas- hasta que ya era hora de plegar e irse.
— Yo me voy pitando que mi mujer me reclama. -dijo Isack y me dio un abrazo, después le dio un apretón de manos a Eiden.- Cuídala.
Su tono fue amenazador.
— Si señor. -sonrió el.
Así sucedió con Dani que se fue despidiéndose desde lejos y despareciendo, Robert que había echo buenas migas con Eid, se fue abrazándonos a los dos, y por último Travis, que se despidió tranquilamente y se fue.
— ¿Vamos a la playa? -preguntó.
— ¿Ahora?
Su sonrisa ilusionada me respondió sin decir nada, y caminamos sin destino.
— ¿Como aprendiste a hacer todo eso con la moto?
— Isack me enseñó todo lo que se.
— ¿Como pudiste acercarte a alguien tan intimídate?
— Siempre las he tenido bien puestas. A demás, fue poco el tiempo que utilice para hacer buenas migas con el. Es padre, y me ve como a su hija mayor.
— ¿Padre? No lo parece...
— ¿Verdad? Pero es un padre maravilloso. Tiene dos hijos, Eric y Carlos.
— Pero... no tenia una...
— Falleció. -me apoyé en su hombro y empecé a contarle la historia.- Tenia la misma edad que yo, dice que era una rebelde sin causa, no le gustaba estudiar y trabajaba día y noche para ayudar a su madre con sus hermanos. Pero que, una tarde le dio un paro cardiaco mientras dormía.
— Joder...
— ¿Verdad? Lo ha superado, a su manera, pero lo ha echo. Y estoy muy orgullosa de él.
Y era cierto. Me acogió como una hija, su herida en ese entonces era reciente y lo vi recaer muchísimas veces. Ahora lo había superado, y se veía más feliz.
— Me gustaría volver a salir con ellos... -se restregó contra mi cabeza como un gato con los ojos cerrados y sonriente.- Son como una familia para ti. ¿Verdad?
Y tanto que si.
Mi sonrisa le sirvió como respuesta.

Y si volvimos a salir con ellos. El viernes siguiente, se celebraba una fiesta en la banda para dar la bienvenida al verano. Lo hacíamos cada año, por lo que ese no iba a ser diferente; el bar, música, cerveza y bañadores y bikinis rojos húmedos y sexis. Eiden iba... Estaba tan nerviosa, siempre había ido sola a esas fiestas por que era mi grupo, algo mío. Algo que no quería compartir, a veces ni con Ainhoa -que tampoco le gustaba así que no pelee mucho con ella por ello-, y si no lo quería compartir con ella, era difícil que quisiera hacerlo con alguien más. Pero Eiden le había caído bien a los chicos. Me habían preguntado incluso por el durante la semana. Isack era el que me entrevistaba con preguntas constantes como; ¿Te trata bien, no? O; como te haga algo le parto los huevos.
Ese día, me había dicho que ya iría después. Que tenía unos papeleos que corregir o no se que cosas de la universidad. Yo a medida que la fiesta se ponía más en su pleno apogeo, me ponía más nerviosa, expectante de cuando llegaría, como iría vestido, si llevaría un bañador rojo sin camiseta, si se peinaría con el estilo librito que tan bien le quedaba i al estilo revuelto como siempre iba... Los chupitos me ayudaron a perderme un tiempo, bailar, sudar, beber...
— ¡Ash, otra ronda! -gritó Robert desde la barra.
Iba en bikini rojo, y unos tejanos cortos desabrochados en la cintura.
— ¡Échalo!
Sentí el ardor bajar por mi garganta, descendiendo al fin en mi estómago dejándome un calor en el cuerpo maravilloso.
Volví a mover las caderas al son de la música, con los ojos cerrados, disfrutando de cada segundo. Al momento sentí las manos de alguien en mi cintura, haciendo que me pegase a él más y más. Pensé en él, sus manos grandes pero suaves, sus hombros anchos y con la peca en la clavícula que adoraba morder...
— Que bien te mueves muñeca. -dijo alguien que no era Eiden.
Me alejé al instante.
Era otro tío, alto de pelo negro y ojos verdes.
— ¿Te conozco?
— ¿Hace falta conocerse para bailar? -se volvió a pegar a mi al son de la música.
Intente seguirle el ritmo. Era solo un baile, había bailado con miles, me habían tocado miles. Pero esos miles no eran mi café con nata.

Voz de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora