Capitulo 3

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Ash

      Me arrepentí muchísimo de haber aceptado la petición de Ainho. Me estaba haciendo trabajar como una burra. Cocinando, sirviendo, recogiendo y limpiando. Gracias al cielo, una vez todos los platos, bocadillos y pinchos estaban listos, pude sentarme a tomar algo, cosa que duró poco gracias a que Aina me pidió sentarme con ellos.
    Todo el tiempo que estuve sentada junto a ese grupo, me la pase observándole. Me resultaba muy gracioso el echo de que solo se tomaba su bebida. No se digno ni a probar las papas fritas. No hablaba mucho, sólo mantenía conversación con un chico que se sentaba a su lado.
   — Le tuvimos que obligar hasta que bebiera. -susurra Ainhoa a mi oído.
    Sonreí.
   — El se lo pierde. -me encojo de hombros y bebo de mi cerveza.
   — Habéis empezado con mal pie Ash, intenta disculparte. Ya verás que es un buen chico.
   — No. -me niego rotundamente.- Yo solo le dije lo que pensaba. Mal por el por no aceptarlo.
   — Pero lo dijiste de muy mala manera.
   — Así soy.
    Con la intención de terminar con esa conversación, bebí otro trago. Mis ojos se fueron directamente a él otra vez. Me miraba. Automáticamente baje la vista.
   — Tsk... -rechisto.- Tiene suerte de ser guapo.
   — No lo conoces, inténtalo.
   — Intentar que.
   — Conocerlo.
   — ¿Estás intentando juntarnos Ainhoa? -Espeté riéndome.- No me lo puedo creer.
   — El es el mejor amigo de mi novia, y tú eres mi mejor amiga... todo cuadra.
   — Una mierda. -digo molesta.- Prefiero follarme a Gabriel.
   — Que asco. -grita.
    Sonreí con el vaso en la boca y mi mirada regreso a él. Seguía hablando con su amigo, sonreía. Muy diferente a lo que me mostraba fuera del bar. Su amigo le susurró algo y él volvió a mirarme. Esta vez arme de valor y le sostuve la mirada. El tiempo se detuvo, al contrario que mis latidos, que se notaban en mi garganta. Decidí parar.
   — ¡Eh tu, café con nata! -grito levantándome.- Tienes un asunto que arreglar conmigo.
    Me miraba perplejo, y por un momento me morí de vergüenza. Gracias al cielo, iba con unas copas de más.

    Le hice señales para que me siguiera, y eso hizo. Me dirigí a la cafetera y hice un café con leche.
   — Bébelo. -Dije apoyándome a la barra y mirándolo.
   — ¿Perdón? -Dijo con una sonrisa incrédula.
   — Que te lo bebas. -Repetí.- Yo hago los mejores cafés de toda Barcelona, eso incluye capuchinos, expresos, solos e incluso con hielo.
   — ¿Para eso me has echo levantarme? -se cruza de brazos y ladea la cabeza.
    Me miraba como si la estupida ahí fuese yo... y tal vez tuviese razón.
    Asentí la cabeza afirmando su pregunta.
   — ¿Te lo vas a beber?
   — No me gustan las cosas amargas.
    Le miré con el ceño fruncido. Me di la vuelta, cogí tres bolsitas de azúcar y se los eché.
   — Toma, y deja de joder. -Dije mientras lo batía y se lo volvía a dar.
   — Aquí quien jode eres tú.
   — ¿Puedes bebértelo de una vez?
    Echó un suspiro y se bebió la taza entera. De repente mis latidos se aceleraron sin razón alguna.
   — Ya está. ¿Contenta?
    Una sonrisa ladeada apareció en mi rostro.
   — ¿Bueno, verdad?
   — No diré lo contrario.
   — Ahora sigue con las papas, después con un bocadillo. -Dije señalando la mesa.
   — Te dije antes que no pienso comer lo que sirvas. -Contestó amenazante.
    Sin pensarlo dos veces me acerque a la mesa y cogí un puñado de papas. Me acerque a él con pasos agigantados y le metí el puñado en la boca.
   — Son papas de bolsa, congeladas. Ni siquiera las he echo yo. Así que deja de joder y trágatelas. -dije mirándole a los ojos.- Y no te quiero volver a ver en el bar.
    Vi como masticaba y se tragaba las papas. Después quise pasar de largo, pero me agarro del brazo.
   — Si me da la gana venir a este bar, vendré. -susurra en mi oído.
    Me quede callada y lo mire de reojo. Lo primero que me paso por la cabeza, fue lo sexi que era su voz.
    Soltó mi brazo y yo salí a fuera. Desesperada por encender el cigarro, metérmelo a la boca y llenar mis pulmones de humo.

Voz de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora