Eiden
Al salir del hospital, Ash se veía muy cabreada. Da igual como le intentase convencer de comer, hablar o incluso tomar algo, ella contestaba con gruñidos o mal. Según aumentaban las visitas al médico, supuestamente tenia que mejorar, ya que las pastillas se las tomaba al tiempo a raja tabla, pero seguía con un estado de ánimo, pésimo.
Ya había pasado semana y media, ella se dedicaba a mirar por la ventana y ver peliculas de terror en la tele. Odiaba verla así.
- Ash... -estaba sentada en el sofá, comiendo palomitas y mirando It.- Cielo...
- Que.
- ¿Estas bien?
- Que si joder. -rechistó.
- ¿Entonces por que estás así? -me estaba empezando a cabrear y no pude ocultarlo.
- Joder Eiden, estoy gorda, me duele la cabeza, no puedo comer mas que putas palomitas o lo vomito todo. -se giró a mirarme.- Estás siendo un puto pesado con las pastillas de mierda esas, y encima vienes cada dos por tres; ¿estas bien? ¿Estas bien? ¡Coño! Déjame respirar joder.
- ¿Entonces que quieres que haga? -me puso en su mismo tono de voz- ¿dejarte así y desaparecer?
Se quedó quieta, tiesa, completamente inmóvil. Abrió la boca para hablar más pero en vez de eso, una lágrima salió lastimosa de su ojo. Me arrepentí a instante de lo que dije.
- No... no es en serio. Ash yo...
- Yo... -dijo entre jadeos y lágrimas.- Yo solo quiero que me vuelvas a... -llanto tras llanto.- Se que estoy gorda y fea pero aún así... -Jadeo tras jadeo.- Ni me abrazas desde ese día, ni me besas y solo preguntas si estoy bien y te vas.
Hacia el intento de secarse las lágrimas, pero estas aparecían de nuevo a mojar su cara. No podía rechistar, era verdad lo que decía; la veía tan apagada y delicada, que me daba miedo tocarla en todo aspecto. No lucia como la Ash que conocía, y me daba miedo presionarla de más y que terminase por desaparecer. Aun que me muriese de ganas de abrazarla fuerte y acurrucar la en mis brazos.
- Ash... cielo. -me acerque a ella y la apoye en mi pecho.- Nada que ver cariño... solo no quería hacerte daño.
- Imbecil. -susurró entre jadeos.
- Si... lo soy.
- El mayor de todos. Idiota. -me abrazo de vuelta, respondiendo a mi tierno abrazo.
- Si mi amor, el mayor imbecil de todos. Un idiota.
Seguimos así durante unas tres semanas. Ash, por el contrario, empeoraba cada día más. Su pelo ya no brillaba como antes, había adelgazado tanto que se le notaban los huesos a través de la piel, se le hundieron las mejillas y su piel se tornó pálida. Había insistido en que la dejase con sus medicinas, y la dejase descansar, pero no había ningún cambio. Las visitas al médico no cambiaban nada, nos subían los medicamentos y aumentaban las análisis. Ainhoa se la pasaba en casa después del trabajo, no había que la separase de Ash. Yo se lo agradecía mucho, ya que cuando estaban juntas, se la veía más tranquila. Por otro lado, el bebé estaba sano. No tenía ningún signo de enfermedad o debilidad, todo se lo estaba llevando ella. A veces lloraba arrepintiéndose de no haber abortado a tiempo, yo no podía llevarle la razón aún que la tuviese, por lo que intentaba subirle el ánimo: salíamos a pasear por la playa, al parque, o al cine. Íbamos con su madre, o simplemente nos quedábamos en casa, acurrucados en el sofá y mirando cualquier cosa en la tele. No sabía que más hacer que hacer lo que me pedía, ayudarla en todo lo que tenía permitido.
Ya estábamos en el último mes, en su revisión semanal;
- ¿Te estás tomando todas las pastillas? -preguntaba su médico.
- Si.
- ¿Nada de cigarrillos ni alcohol?
- Ujum...
- La verdad es que tu anemia ha mejorado, pero tus defensas siguen muy bajas. Estás en la última etapa, así que trata de descansar y no esforzarte en nada.
- Vale...
- Pues cuídate Alshley... -se levantó haciendo incapie a que nosotros nos vayamos.- Llámame si necesitas algo o tienes alguna duda.
- Ok.
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Voz de ceniza
RomanceLa vida nunca es como una piensa que será. Eiden nunca pensaría que se enamoraría de esa manera, y Ashley nunca pensó enamorarse en ninguno de los sentidos de la palabra. ¿Será ella capaz? La cobardía consumía desde dentro. ¿Él lidiará con el echo...