Ash
No sabía que hacer, como decírselo a él. Ya le había dejado tan claro que no lo iba a tener, que ahora que había decidido tenerlo, sonaba extraño. No sabía si esperar a que él me buscase, o a buscarlo yo... Pero me decanté por la segunda opción, y ahí estaba yo, esperándolo fuera de la universidad.
La gente salía, reía, paseaba por los alrededores. Una parte de mí siempre quiso saber como era la vida de un universitario, pero me daba demasiada pereza como para intentar saberlo. Lo vi a lo lejos, caminaba cabizbajo y mirando a la nada, hasta que nuestras miradas se cruzaron. Juro que sus ojos brillaron, pero no diré nada, por que seguro que los míos también. Solo habíamos pasado dos días separados, y ya lo echaba de menos.
- Ash... -saludó.
- Café con nata. -contesté.
Se quedó quieto, supongo que como yo, no sabía que coño hacer.
- ¿Que haces aquí? -me tocó el brazo y frunció el ceño.- Hace frío, tienes que abrigarte más.
Estábamos a principios de octubre. A 24º grados.
- No me llamaste. -yo si esperaba su llamada.
No respondió. Se quedó callado mirándome unos segundos. Yo le sostenía la mirada también.
- Necesitaba hacerme a la idea Ash. -se revolvió el pelo nervioso.- Pero tienes razón. -volvió a mirarme, decido. Me sostuvo de los hombros y continuó.- Tu tienes la última palabra. Bebes podemos hacer muchos, hay tiempo. Tenemos todo el tiempo del mundo... Si no te sientes lista, lo voy a respetar cielo. Pero... -sus ojos se humedecieron.- Aun así quiero casarme contigo. -se separó un poquito y dio unos pasos dando vueltas.- ¿Recuerdas esa vez en el retiro? -asentí.- Te dije que tú y yo terminaríamos completamente enamorados.
- Y yo juraba que eso no pasaría. -terminé la anécdota.
Que recuerdos...
- Me dijiste que harías cualquier cosa si terminabas enamorándote. -me señaló, decido, casi amenazante.
Y caí en la cuenta; yo siendo la creída que soy, jurando jamás enamorarme de él ni de nadie. Jugando una apuesta que totalmente, perdí.
- Si. -afirmé.
- ¿Te casarás conmigo? -volvió a preguntar.
Sonreí y sentí una lagrimita traicionera cayéndome de los ojos.
- Si Eiden Torres. -Me acerque a él, buscando más su calor, su tacto. Y le cogí de la mano.- Me casaré contigo.
Su sonrisa se agrandó, y me abrazo con fuerza. Y dios, que bien sentaba. Necesitaba su tacto, su calor. Me había vuelto adicta a el.
- Gracias... -susurró en mi cuello.- Gracias de verdad... esto es...
- Eiden. -le miré de nuevo y sonreí.- Continuaré con el embarazo.
Se quedó quieto. Aflojó el fuerte abrazo, y sentí una ansiedad horrible.
- Conti... Vas a... Seremos...
Lo agarre de la cara con las dos manos y me acerque a él, mirándolo seriamente.
- Vamos a ser padres. -la idea todavía no me hacía tanta gracia como debería, pero me estaba haciendo a la idea.
En menos de cero coma, Eiden me abrazo y me llevo en volandas a dar vueltas. Chillé sorprendida pero me contagió su alegría. Se apartó de mi de repente y chilló.
- ¡Voy a ser padre! -con los brazos bien abiertos, mirando al cielo y con la sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Eiden! -regañé.
Algunas personas de los alrededores empezaron a aplaudir, otras a silbar e incluso se pusieron a felicitarnos. Me puse roja de la vergüenza.
Eiden
Todavía estaba a tiempo. Tenia una semana final de universidad, semana que tenía como ocho exámenes finales y dos parciales. Un compañero me había comentado de hacer una pequeña empresa de abogacía que no sonaba nada mal; él tenía el dinero, yo el talento. Obviamente había aceptado. Todo estaba en marcha, incluso en mis prácticas de la compañía en la que trabajaba, ya me habían echo dos contratos permanentes. Era bueno en lo mío, por lo que podía ir seguro. Ash estaba en su primer mes, tenia dos meses para centrarme bien en esa empresa, trabajarla. Era poco, pero necesario.
- ¿Me estás escuchando Torres? -preguntó Marc, mi compañero de negocios y colega.
Reaccioné.
- Lo siento. ¿Por dónde íbamos?
- Tenemos el caso mañana, espero te lo hayas leído y preparado.
- Claro. Está listo.
- Este cliente es muy importante Eiden. -me señaló.- Tienes que salvarle el culo. Está metido en mala mierda.
- Lo sé. Pero se nota a la legua que es inocente. Estaba acompañado, ademas.
- No se como lo ves tan sencillo Eiden... ¡Tenia cocaina y mentafetamina en su mochila!
- Claro, en un barrio y escuela donde la droga se pasa como azúcar. Estando mi cliente totalmente limpio.
- Tienes tu punto...
- Claro que si. -miré el reloj, ya eran las tres.
Me levanté y cogí mi chaqueta.
- ¿Te vas ya?
- Claro.
- Bueno, mañana a las doce en el juzgado.
- Media hora antes.
- Que vaya bien.
Me despedí con la mano y salí echando leches hacia el bar de Ash. Era temprano (según ella) pedirse el permiso por maternidad, por lo que seguí ahí, partiéndose el lomo. Menos mal el bar quedaba casi al lado del edificio, por lo que llegue en menos de veinte minutos. Entre y la vi, con su precioso pelo casi dorado recogido en una cola alta, sonriendo brillantemente. Entré y ella miró hacia la puerta.
- Cielo... -me acerque a ella y le di un beso.- Hola.
- Hola. -me devolvió el beso.
- ¡Vale, vale, vale! -interrumpíos Gabriel.- Señorita a ti te quedan dos minutos para tu descanso, así que a trabajar.
Ash lo miró con cara de odio, yo igual. Pero tenia razón. Ella dio dos pasos para alejarse pero le paró.
- Venga... ve.
Se dio la vuelta y sonrió cual niña pequeña, se quitó el delantal y vino hacia mi.
- ¡Hasta dentro de una hora parejita!
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Voz de ceniza
RomanceLa vida nunca es como una piensa que será. Eiden nunca pensaría que se enamoraría de esa manera, y Ashley nunca pensó enamorarse en ninguno de los sentidos de la palabra. ¿Será ella capaz? La cobardía consumía desde dentro. ¿Él lidiará con el echo...