Capitulo 35

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Eiden

   El embarazo de Ash avanzaba a pasos agigantados, a los cuatro meses no se le notaba nada, pero al llegar al sexto, su vientre empezó a abultarse hasta notarse el evidente embarazo. En el trabajo se tomó el tiempo más temprano que tarde, a mi sinceramente no me hacía nada de gracia verla trabajar con el vientre grande. Sabía que era capaz, pero no quería. En cambio yo, durante los primeros dos meses, trabajé como un burro para poder tomarme un mes y llevármela de viaje. Habíamos postpueto la boda, mejor hacerla con más tiempo y según Ash, estando guapa con un vestido decente y no como una bola (cosa que no entendía, yo la veía más preciosa que nunca). Fuimos a las maldivas, un capricho de ella; dijo que su sueño era bañarse desnuda en el mar, y por supuesto que lo cumplió. La segunda noche de nuestra estancia, se desnudó en la orilla del mar, y se metió cuál película de crepúsculo. Y otro punto, era que su sed sexual, era insaciable. Llegue a un punto en el que me empecé a preocupar, el sexo era ya casi tres veces al día. Según el médico, no había ningún problema, pero aún asi... yo no aguantaba tantas veces.
      Y pasando nuestro viaje, empezó lo chungo del embarazo; el tercer y último trimestre. Ash, estaba completamente loca; un momento era la chica más feliz de la tierra, otro, me odiaba y no quería verme, otro momento, quería sexo sexo sexo, y más sexo. En cambio al siguiente, solo quería acostarse en el sofá, y que yo le acariciase la cabeza. Todo podía ser a la vez, y al mismo tiempo nada podía pasar. A veces no sabía que hacer, y en esos momentos, nuestras madres eran de mucha ayuda. Todo iba completamente como la seda, pero todo se torció, en el séptimo mes de embarazo;
- ¡Café con nata! -me gritó desde la sala.- ¡Eiden!
      Acababa de llegar del trabajo, y Ash de un paseo con Ainhoa. Estaba ya de siete meses, pero aún así, insistía en que no era inválida y que podía ir donde quisiera sola.
- Dime cielo. -me acerque a ella.
- Tu hija quiere un kebab... -me hizo morritos.
      Otro de sus antojos, como no. No sabíamos el sexo todavía, yo quería que fuese secreto, en cambio Ash, estaba completamente segura de que era una niña. A mi me daba igual, siempre y cuando el bebé, sea clavada a ella.
- Ahora llamo.
- Pero del de Via favencia... Eso me ha dicho que quiere, porfiiii.
- De acuerdo. De vía favencia.
- ¡Si! -gritó.- Mira nena, tienes a un buen papá.
      Había empezado a hablar con el bebé, al principio era reacia a hacerlo, pero con en tiempo, se soltó. Se mostraba más cariñosa, le preguntaba cosas, y otra cosa, que era la que más me gustaba; le hablaba de mi.
- ¿Tienes que pedirle muchas cositas cuando salgas eh? -le seguía diciendo.- Que sepas que tu papá te quiere mucho. ¿No es así, café con nata?
- Muchísimo. -respondí, con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Viste nena?
      Me acerque a ella y me arrodille en el suelo. Había tomado por costumbre, apoyar mi cabeza en su vientre abultado. Escuchar y sentir sus pataditas era era mi nueva vocación.
- Tu mami también te ama, princesa. No te lo dice pero es así. -le dije a mi bebé.
- ¡Claro que se lo digo! -rechistó.
- ¿En serio? No te creo.
      Si la creía, se lo escuchaba decir más a menudo. Pero sabía que era vergonzosa y me encantaba chincharla.
- Nunca te he escuchado. -seguí molestando.
- Te amo nena, y desgraciadamente a tu padre también. -dijo molesta.
      Dios mío, esa mujer me había robado el corazón por completo. Me levanté a abrazarla, a apretujarla contra mi.
- Yo también te amo. Muchísimo.
      El timbre sonó, me levanté a abrir la puerta, pero ella me paró.
- ¿Pasa algo?
      Se quedó callada, y negó con la cabeza.
- No... un mareo tonto. -contestó sin ganas.
      Fui a abrir la puerta, cogí la comida y regresé con ella.
- Toma cielo, el tuyo con poco pican...
- Eiden, no me encuentro muy bien...
      Alarma roja. Eso gritaba en mi mente.
- Vamos al hospital.
- No... Seguro solo es hambre. La nena se debe haber enfadado de que no llegaba su comida rápido. -si voz era suave.
- Ash... vamos.
- Tranqui. Estoy bie...
      Y antes de terminar la frase, cayó redondita al suelo.

      Sentía que me moría. La ambulancia llegó en dos minutos escasos, Ash tenía los signos vitales muy débiles, y estaba amarilla de pies a cabeza. La metieron a urgencias nada más llegar. No me dejaron acompañarla, y sentía que las paredes cada vez se hacían más pequeñas. El corazón me latía a mil, sentía que mi mundo se caía.
- Hemos venido cuanto pudimos Eiden. -dijo Ann.
      Por desesperación, llame a las primeras personas que me vinieron a la cabeza. Si llamaba a mi madre, vendría toda la familia, y si llamaba a la suya, le daba un infarto seguro.
- Gracias chicas... -respondí con un nudo en la garganta.
- ¿Que ha pasado? -preguntó Ainhoa.- ¿Como esta?
- Ella estaba bien... de repente se mareó y... -las lágrimas vinieron a mi.
- ¿Señor Torres? -anunció un médico.
      Me seque el rastro de lágrimas en mi rostro y me acerque a él con desesperación.
- ¿Está bien?
- Si. Está estable.
      Me volvió el alma al cuerpo.
- Vayamos dentro, está despierta.
       Miré a las chicas y les indiqué que por favor esperasen, yo fui con el médico y llegamos a la habitación donde la dejaron; tenía la mirada perdida, y cuando me vio, sonrió.
- Ash, cielo me mataste del susto. -la abrace suavemente.- Dios mío, que te pasó.
- Tranqui... ya estoy mejor.
- Pero tendrás que tener mucho cuidado. -nos interrumpió el médico.- Tienes las defensas bajísimas, el feto las está consumiendo todas, tú, por así decirlo, te estás quedando sin. Eso es un ademán, pero el desmayo fue causado por un bajón de hierro. Tienes una anemia de caballo, señorita López.
- Vaya... -susurró ella.- ¿Que cosas no? Jaja...
- Ashley esto no es una broma. -la regañe.- Que podemos hacer. No puede volver a pasar esto. Menos mal estaba en el sofá, si hubiese llegado a estar de pie y se hubiese dado en la cabeza...
- Le recetaré hierro comprimido, y también gomitas con vitaminas. Una cada comida, con ambas.
- De acuerdo.
- A partir de ahora, las visitas médicas tendrán que ser tres veces al mes. Por la seguridad de ella y del feto. -apunto algo en su libreta y me miró.- A ser mejor, que vaya acompañada.
- Por supuesto.

Voz de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora