Capítulo 22

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Eiden

La universidad me estaba matando. Ya me habían dicho que el cuarto año de carrera en abogacía era complicado, pero no pensé que tanto. Las prácticas en las empresas eran en verano y tenia que preparar currículum, viajes, proyectos y cartas de presentación junto a trabajos antiguos como prueba de mis capacidades de trabajo. Mucha mierda. Pero no me perdería esa fiesta, claro que no. Ash se veía muy emocionada y verla en su entorno más cómodo me había sentirme más cercano a ella, cosa que me encantaba.

Ya estaba listo para ir, me había puesto ropa de calle, normal, pero me había peinado como sabía que le encantaba, con el estilo libro -lo notaba por cómo me miraba cuando me lo hacía-. Mientras más me acercaba al bar donde se hacía la fiesta, más motos había, más gente se amontonaba y más ruido se escuchaba. Muchos me miraban raro, he de admitir que iba muy bien vestido a comparación de los que había ahí; la gran mayoría en bañador rojo y camiseta abierta o tejanos y chupas de cuero sin camisa. Al entrar, la música inundó mis oídos, la gente bailaba al rededor, todas las mujeres iban en bikini rojo sin nada más algunas, y con camisas o pantalones otras. Caía espuma por una esquina, mojando a la gran mayoría, yo me aparté un poco del chapuzón que había en el medio. Buscaba a Ash con la mirada, pero con tanta gente, no la veía. Pero si vi a Robert en la barra. Me acerqué.
- ¡Tío! -gritó sonriente y obviamente borracho.- ¡Pensé que no ibas a venir al final!
- Tenia lío. -le grite al oído debido a la música.- ¿Has visto a Ash?
- Tío, todos la vemos. -señaló a un punto en concreto y dirigí mi mirada.
Ahí estaba. Llevaba un bikini rojo como todas las demás y unos tejanos cortos desabrochados que dejaban ver su vientre y el incipiente de la parte baja del bikini. Subía su botella de cerveza animando a todo el mundo subida a una mesa, la apuntaba un foco blanco que hacía relucir sus gotas de agua sobre su piel como si fuesen diamantes. Sonreía alegre, extasiada por la adrenalina que le daba la ocasión.
- ¿Te sirvo algo tio? -gritó Robert
- Ponme un tequila.
Con el vaso en mano, me dediqué a observarla. Bailaba moviendo las caderas y sacudiendose el pelo de manera provocativa. Cerraba los ojos sonriente y saltaba con ritmo. De repente un tío se le acercó por detrás y la tomó de las caderas, acercándola a él. Quise acercarme pero decidí quedarme a observar; el le hablaba al oído mientras ella seguía bailando. Poco a poco su sonrisa se iba difuminando hasta desaparecer por completo y se separó, poniéndole la mano en el pecho. Eso era. Confianza. Si me hubiese acercado como un energúmeno a apartarlo de ella, no hubiese visto si ella le daba oportunidad de hacer algo más. O, si como había echo, lo apartaba. Lo podría llamar, una prueba.
Me acerqué donde ella, que estaba dándome la espalda diciéndole algo al otro imbecil todavía con la mano en su pecho. La cogí de la cintura y la acerque a mi, apartándole el pelo y besándole el cuello.
- Hola cielo. -le susurré al oído.
Se dio la vuelta a observarme; seria, curiosa. Yo miré al tío que todavía estaba tras de ella y le señalé con la cabeza que se largase donde había venido. Volví a mirarla y me seguía observando.
- ¿Te la estás pasando bien?
Asintió.
Le acaricié el pelo, y le aparté lo mechones mojados que tenía pegados en la frente. Estaba sonrojada y se veía preciosa.
- ¿Te he estropeado la fiesta?
Sonrió y negó.
- Te odio café con nata. -susurró y empezó a besarme.
Subió sus manos hasta mi nuca. Yo la agarraba de la cara con ternura y de la cintura con la otra mano. Nuestras lenguas se entrelazaron soltando suspiros de vez en cuando, me mordía el labio inferior mirándome con deseo al terminar un beso para después empezar con otro. Me aparté a respirar un segundo y la miré. Estaba igual que yo; caliente.
- Estás muy guapo. -susurró y empezó a abrirme la camisa botón a botón.- Pero te falta el bañador rojo...
Se detuvo al tercer botón, dejando entrever mi clavícula y me dejó un beso ahí mismo.
- Tú estás muy sexi Ash. -le susurré en la oreja, mordiéndole el lóbulo.- Eres la perdición de cualquier inbecil con polla.
Suspiró entrecortada.
- ¿Soy la tuya? -preguntó. Vio en mi cara que no la había entendido.- Digo que si soy tu perdición.
Sonreí y la pegué más a mi, haciendo que notase mi entrepierna, dura y palpitante.
- Con eso me basta. -se separó y me miró provocativa.- Sígueme.

Voz de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora