Capítulo 20

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Eiden

— Yo solo te digo que vayas con ojo. -dijo Ann.
Estábamos tomándonos unas cervezas. Era viernes y en la universidad estábamos a punto de graduarnos y habíamos quedado para organizar la fiesta de fin de curso. Todos se habían ido y nos quedamos nosotros a charlar un rato.
Anna no era tonta. Había visto como me acercaba a Ash estos últimos días, y según ella, él como le "comí el cuello" el día de la fogata en el retiro, fue la gota que colmó el vaso.
— Conozco un poco más que tú a Ash, y es una mujeriega. -la miré con los ojos como platos, todo y que fuese algo que se sabía a la legua.- Nunca en mi vida la había visto con ojos de ser capaz de estar en una relación. No quiero que vuelvas a pasar lo mismo. Solo digo que vayas con cuidado.
— En el retiro me dijiste que te parecía bien.
— Me parecía bien como algo superficial. Por que veo venir que si te metes con esa chica, vas a sufrir.
— No me cuentes nada de "no te metas con ella o sufrirás" por que serías una hipócrita tremenda.
Se quedó callada. Bien sabía lo que le decía.
Ainhoa le había echo pasar canutas a Ann en muchas ocasiones. Antes de que empezasen a salir, Anna era un mar de lagrimas con cada cosa que tuviese su nombre.
— No quiero que sufras...
— Nana, sabes que me sé cuidar. -le acaricie la cabeza y la apoye en mi hombro.- No te preocupes por mi. Lo pasado pasado esta, y me sirve ahora para no cometer los mismos errores.
— Como te haga algo, ignorare a Aina todo lo que haga falta para darle una paliza.
Me reí. Anna y Ash en una pelea... era obvio quien ganaba. Y no solo por estatura, sino por dureza. Ash podría parecer delicada, delgada y fina; pero era dura. Lo había comprobado cuando a la hora de hacer un pulso un día, me hizo tener que sacar mucha fuerza para ganarla.
— ¡Nana! -alcé las voz divertido.
— ¡No va en broma Eid!
Distraídos por nuestras risas, escuchamos las puertas abrirse. No se como, pero ahí estaba ella. Llevaba un pantalón de cuero negro, un top negro botas marrones con suela y una chaquetilla del mismo color. Caminaba con confianza por el bar, zarandeando su pelo, sus ojos toparon con los míos, y pude ver la sorpresa en ellos.
— Ahora vuelvo... -le dije a Ann que seguía acurrucada a mi lado.
Me levanté y caminé hacia ella. En el proceso, vi que venía acompañada de cuatro tíos; todos daban yuyu, eran altos, tanto como yo, que media ciento noventa. Estaban cubiertos de tatuajes y llevaban chupas de cuero y gafas de sol de avionero. Dos llevaban barba.
— Hola cielo. -¿por que cielo? No lo sé.
Abrió los ojos y contestó.
— Hola... -miró a sus compañeros.- Iros a sentar, ahora voy yo.
— Vale rubia. -dijo el de barba larga con voz gruesa de tanto fumar.- ¿Lo de siempre verdad?
Ella asintió y se fueron.
— ¿Que haces aquí? -preguntó.
— Tomar algo con Ann... ¿tu?
— Quede con ellos para ir a dar una vuelta en moto...
Me acerqué a darle un beso suave en los labios y después de abrir los ojos, me miró sorprendida de nuevo.
Esa era la tarde de las sorpresas.
— Entonces te dejo con tus amigos.
Estaba a punto de irme, pero me cogió del dobladillo de la camiseta.
— ¿Quieres... -dudó una segundo.- Uhmm... ¿Quieres venir?
Esa si no me la esperaba. Esa vez el sorprendido fui yo.
— Claro... aún que ahora estoy con Anna.
Agrandó los ojos y negó.
— Podemos dejarla en casa. Si quiere venir también puede venir. Íbamos a ir a una pista abandonada cerca de la playa. Es perfecta para los rápidos y tal... Si quiere...
La volví a besar para callarla.
— Le digo que se vaya a casa y me acerco.
Asintió y volvió a su mesa.

Me fui con Ann. Que me esperaba sorbiendo su pajita y con cara de; "estas loco".
— ¿Quieres que me vaya verdad?
Sonreí avergonzado y encogí los hombros.
— Si quieres venir a dar un paseo en moto...
— Me largo. Invitas tu.
— Trato echo.
Se giró y me observó un segundo.
— Cuídate.
Sabía a que venían esas palabras.
— Tú también nana.
Sonrió y se fue.

Ash

¿Por que mierda le había invitado a que viniese con nosotros? Si estaba completamente segura de que con la mínima que acelerase, Eiden ya estaría lloriqueando que frenase antes de estamparnos contra algo. Bueno. Lo echo, escojo está, no podía decirle después que no, y que sería más seguro que se largase a su casa. Me había puesto tan nerviosa con su presencia que le dije lo primero que me había venido a la cabeza. Que gran error.
Al regresar a la mesa después de hablar con el, todos me miraron con una sonrisa, obviamente curiosos.
— ¡¿Tu con novio?! -casi gritó Roberto. El más joven de los cuatro. Tenia solo tres años más que yo.
— Cállate. -le mando Travis, un padre de familia que me había cuidado como a su hija desde el momento que lo conocí.- Ya tardas en decirme quién es ese chico.
— Es obvio que es el novio. -susurró Dani, un señor serio pero que por dentro era un osito.
— Callaros todos. -mandó Isack. El jefe de la banda.
Era el más grandote. Cuando lo conocí, me dio miedo ya que es bastante intimídate, y con esa voz de camionero que me llevaba, complicaba las cosas.
Me miró y se apoyó en la mesa mirándome fijamente.
— ¿Otro ligue? -bromeó.
Pero por muy intimídate que fuese, era otro trozo de pan.
Me reí ante su pregunta y sorbí de mi cerveza.
— Algo así. -recordé lo que le había dicho hacia unos segundos.- Vendrá con nosotros... ¿Os parece bien?
Varios "claro" y asentimientos acompañaron risas y bromas. Hasta que después de un rato, todos salieron y yo esperé a Eiden.
— Sabes que irás atrás. ¿No? -bromee.
— Si cielo. Lo sé.
"Cielo"... no me acostumbraría a ese nombre a no ser que fuese él quien me lo dijese. Por muy ñoño que soñase -cosa que odio con toda mi alma- me gustaba.
Llegamos donde estaban todos, ya en sus motos, con los cascos en las manos.
— Eiden, ellos son Roberto, Dani, Travis e Isack. -los presenté.- Chicos, el es Eiden.
— Encantado. -dijo cordialmente a mis amigos.
— ¡Encantado! -brameó Robert sonriente.- Vámonos ya o nos perderemos la puesta de sol.
Todos aceleraron -cosa muy común- hacíamos pequeñas carreras en la carretera y yo era conocida como la más rápida. Les daba ventaja.
— Usted primero damisela. -bromeé.
Me besó la mejilla sonriente y se subió a l moto. Yo me subí después y al atarnos los cascos, aceleré.

Voz de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora