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           —¿Segura que no querés venir Maca?— Escucho que le pregunta Bautista a su hermana desde la puerta de la habitación. 

—Me quedo acá Bau, no me siento muy bien— Escucho que le responde ella.

—Bueno, si necesitas algo mandame un mensaje— Habla finalmente él— ¿Vamos?— Me dice esta vez a mi.

Asiento y lo sigo.

—¿Está bien?— Le pregunto.

—No sé— Responde rascándose la nuca, ambos sabemos que la respuesta es no— Está un poco preocupada por Lorena.

—¿No viene?— Vuelvo a interrogar.

—No, se queda en la pieza— Dice apenado.

Sé que el no va a decírmelo, pero estoy seguro de que no viene con nosotros porque yo estoy acá.

—¿Trajeron los vasos?— Pregunta Romi cuando llegamos a la terraza de la casa de su abuela.

Bautista le dice que si, mientras yo me acomodo en la mesa y abro la caja del UNO. Agus sirve cerveza en los vasos y Rafa pone música. Al cabo de cinco minutos nos encontramos todos rodeando la mesa de madera jugando.

—¡No, Julián culiado!— Exclama Bauti cuando le tiro un "más cuatro".

—Cagate— Le digo riéndome— No es personal Bauti, hay que hacer sacrificios a veces mi rey.

—A vo' te voy a sacrificar gil— Dice con una mirada amenazadora.

—Dale Bautista, sigamos el juego— Se queja su prima menor, Delfi.

—Si boludo, sino vamos a estar hasta mañana jugando— Habla esta vez Agus.




        Ya pasaron varias horas, varias partidas, desde que llegamos. La noche nos abraza y el sueño está apareciendo.

Bautista toma las cartas que le corresponden del maso y con enojo tira la próxima. Escucho un ruido proveniente de la puerta y como acto reflejo llevo mi mirada a donde proviene. Los demás parecen no haberse percatado, están demasiado inmersos en el juego, yo por el contrario puedo ver a Macarena observar la situación. Nuestros ojos conectan por un segundo, hasta que la castaña desvía sus esferas azules al cielo que nos envuelve.

A diferencia de como estaba vestida hoy al mediodía, ahora lleva puesto lo que parece ser un pijama. Pero sigue viéndose tan hermosa, como siempre. 

Lo único que quiero hacer cuando la veo es abrazarla. Quiero darle seguridad, ayudarla a dejar de sufrir. Pero sé que ese no es mi trabajo, que la única forma de que ella deje de sentirse mal es conmigo lejos. 

ETERNO | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora