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30 de diciembre

Nos queda un tramo corto para llegar a Pinamar y yo ya quiero chocar el auto contra el primer árbol que me encuentre. Hicimos paradas porque obviamente sino nos moríamos, pero ya se me aplanó el culo de tanto estar sentada.

Este último tramo me toca manejar a mí, Bauti está durmiendo como una morza y Martu, como buena copiloto, es la encargada de cebar mates y poner musica.

—La puta madre, necesito que lleguemos.

—Ay Maca, ya estamos re cerca dejá de hinchar las pelotas— Me dice Florencia desde el asiento de atrás. Hasta hace un rato estaba leyendo un libro, pero parece que se desconcentró.

Ruedo los ojos y empiezo a tararear las partes que me se de My favorite part de Mac Miller y Ariana Grande. Martu es muy fanatica de la cantante y en este viaje nos lo hizo saber más que nunca. La musicalizacion fue puro pop y varió desde Taylor Swift hasta Ariana con todo lo que se puede encontrar en el medio. Sólo somos una chicas.

—Al fin— Digo al abrir la puerta cuando llegamos al estacionamiento del edificio. Me estiro de todas las formas posibles en las que el cuerpo humano pueda estirarse.

—Sos una exagerada— Suelta mi hermano.

—Cerra el orto, vos dormiste toda la última parte— Me quejo mientras sacamos las valijas del baúl.

—¿Qué mierda traes acá Macarena?— Vuelve a hablar Bautista, esta vez,
suelta la decimoquinta queja sobre mi valija en lo que vamos de viaje.

Martu abre la puerta, saludamos al guardia y después nos dividimos entre los dos ascensores para subir. Como es uno de los ultimos pisos tardamos unos minutos. Al llegar y abrir la puerta del departamento, no sólo me deslumbro por lo lindo que es por dentro, sino también por la efusividad de la prima de mi amiga.

—¡Prima!— Grita la, por el momento desconocida, para luego abrazar a Martina muy fuerte— No te imaginas cuanto te extrañé.

—Rena, dios mio, hace cuanto que no nos vemos— Al principio pienso que es sarcasmo. Porque mi amiga se fue a su provincia por navidad. Pero después explican que la familia paterna de Renata es oriunda de San Luis— provincia limitrofe de Mendoza— y que pasó navidad allá.

El establecimiento tiene tres piezas con camas matrimoniales. Por eso nos distribuimos de la siguiente forma: Mar y Bau en una, Florchu y yo en otra y Renata ya estaba instalada en la restante. Por suerte cada habitación tiene su baño y no voy a tener que escuchar los quejidos de mi hermano por la tardanza de mi proceso de skin care.

Renata nos hace un house tour y no hay momento en el que no me quede impresionada. La cocina es hermosa, no es grande pero tampoco chica. La mesada de mármol blanca me deja enamorada y hay plantitas que decoran cada rincón. Aquel espacio se separa del living por una barra amplia, que también funciona como mesa de comedor, y banquetas altas. Por otro lado, hay un televisor enorme que enfrenta a un sillón blanco de lino. Y por último, lo que corona el departamento es el balcón precioso que da a la playa de Pinamar. En otra vida fui diseñadora de interiores, porque amo prestarle atención a estos detalles.

—Es hermoso— Le digo a la mendocina.

—Ay gracias, mi viejo me dejó encargarme de la deco—el acento de su provincia se hace notorio cada vez que habla, mucho más marcado que el de Martu.

Cuando nos terminamos de instalar, nos ponemos las bikinis, hacemos unos mates y nos vamos para la playa.

—¿Y lo alquilan o sólo lo usan ustedes para vacacionar?— Pregunta mi hermano a la prima de su novia.

ETERNO | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora