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          La casa comenzó a llenarse de invitados al rededor de las once de la mañana. La mayoría conocidos del pueblo, gente que vivió toda su vida acá. Algunas señoras, amigas de mi abuela, se acercan a mi y mi hermano para preguntarnos como nos está yendo en la facultad y otras cosas que después puedan utilizar como información para esparcir chismes en el pueblo. 

A Bauti lo atosigan a preguntas sobre su novia, que vive en córdoba. Mientras los papás de Flor, mi mejor amiga, al llegar se quedaron conversando conmigo. Me felicitan porque ella les contó sobre mi nueva oportunidad laboral y también me llenaron de preguntas sobre como está su hija, porque según ellos no les cuenta nada. 

A todo esto, mis nervios están en la cúspide de su intensidad y creo que me empezó a doler la panza de tanto pensar en el caos que resultó visitar Calchín. Por eso estoy un poco aislada del tumulto de gente concentrada en el patio. 

Lo que más me preocupa a esta altura es en qué circunstancias mi mamá va a cruzarse con nosotros. Nuevamente reaccionó a una de las historias que subí a mi Instagram, también a Bauti, y posteó una foto con la ubicación del pueblo. Me duele un poco que después de años sin tener contacto, elije aparecer de esta forma.

Lo que le dijo a Julián fue indicio de que tiene planeado hacerle saber al pueblo que volvió y quizá, seis años más tarde, quiere mostrarle a la gente que se interesa por sus hijos. Incluso cuando eso no es verdad y solo quiera hacerlo para limpiar su imagen en Calchín. Me genera un poco de miedo pensar en lo que Lorena pueda hacer.

En segundo lugar, rondan los  Álvarez en mi mente, no solo Julián, sino toda su familia. Tengo una dicotomía interna entre querer verlos y querer escapar cuando crucen el umbral de la puerta principal. Me da un poco de pánico pensar en mantener una conversación amena, con personas que ya no forman parte mi vida, por mi culpa. Pero los extraño y eso me impulsa a no irme corriendo de este lugar.

Romina, mi prima, por la mañana me confirmó que la familia asistirá, y no hay ninguna duda de que Julián va a hacer presencia en la casa.

A los mensajes que me mandó, simplemente respondí "Hola, no se porque dijo que iba a vernos. No hablamos con ella hace seis años. Gracias por avisar".

Aunque, en mi interior, no estoy ni la mitad de calmada de lo que aparenta ese mensaje. Incluso anoche me costó dormir, porque me la pasé pensando los mil y un escenarios posibles, y todas las reacciones que tendría en cada uno de ellos.

Hace tanto tiempo que no lo veo, que no se como van a reaccionar mi cuerpo y mi corazón ante su presencia. Cuando nos separamos, pase de estar acostumbrada a su cercanía constantemente—incluso con él viviendo en Buenos Aires— a no tener contacto en absoluto entre nosotros. Me costó más que cualquier otra cosa en mi vida, porque estaba enamorada de mi mejor amigo y nos correspondíamos. Pero el dolor es como la fruta podrida, mientras más crece, más te consume, o por lo menos así lo sentía.

ETERNO | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora