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Manchester, Inglaterra

—Amor, ¿Te gusta más este o este?

—Ese— Le señalo el de la izquierda sin prestar mucha atención.

Sigo scroleando por mi telefono en Instagram y dejo que ella se encargue de aquello.

—Ay ¿En serio?— Levanto la mirada y observo su nariz arrugada y una ceja levantada.

—Sino la otra Agus, me da lo mismo— Un poco cansado de la situación, le resto importancia y vuelvo a mi telefono.

¿Qué tan importante es el color de una pared?

En piloto automático le respondo monosílabos a la rubia y sigo inmerso en mi Instagram.

Y la tarde venía siendo aburrida y monótona. Como todas las tardes en Manchester desde que me mudé. Pero no fue hasta veo sus ojos en aquella foto que se me paraliza el corazón. De repente un frío me recorre la espina dorsal y me cosquillean los dedos.

Siento como si estuviera en Córdoba de vuelta, rodeado de la gente que quiero y con ella. Esos ojos que me llevan a casa de vuelta, que me hacen extrañar todo lo que se convirtio en extraño y ya no es familiar.

¿Cómo es posible que un par de pipilas me hagan sentir de esta forma? ¿Me hagan extrañar algo que ya no tengo?

Y que quizá, nunca vuelva a tener.

Se encoje el pecho de tan solo verla sonreir y estar con la gente que la hace feliz. Sin embargo, un nudo se forma en mi garganta cuando veo las fotos y la narrativa del evento se construye en mi cabeza.

Porque sí, esas dos esferas azules siguen siendo las mismas, transmiten la misma alegria, el miso brillo. Pero definitivamente ella no es la misma y su mirada te lo demuestra.

Cuando te volves un agicionado en el arte de interpretar las miradas de Macarena Bimonte, aprendes a decodificar cada matiz de sus miradas. Y siendo un gran observador de aquellos ojos, desde hace tanto tiempo, puedo afirmar que lo que transmiten ahora es madurez. Obvio que alegría, felicidad y de emoción también, pero por sobretodo, crecimiento.

Y aunque una parte adentro mio sonríe al ver esas historias sobre Macarena embarazada, mi primer impulso es tensar la mandibula y respirar con dificultad.

—¿Amor estás bien?

Nunca crei que la voz de Agustina me pareceria tan irritante como en este momento.

—Si, no pasa nada. Estoy cansado. Me voy a hacer unos mates- le digo sin siquiera mirarla.

Tal como le dije, me voy a la cocina y mientras espero que el agua se calienta, vuelvo a abrir la aplicación de la camarita.

Es la primera vez en meses que hago esto, stalkear su perfil, el de la gente cercana a ella.

Nunca creí que iba a dolerme tanto.

Por cada foto que paso, más incertidumbre crece en mi interior.

Me quedo quieto mirando las fotos, contemplando los integrantes nuevos de su vida, con miles de pensamientos en mi cabeza que dan vuelta y se enredan en un sinfin de conclusiones sin sentido y que no me llevan a nada.

Entonces me pasa lo que no se supone que le tiene que pasar a nadie que stalkea a otro alguien en Instagram.

El ruido de la pava indicando que el agua esta lista y la voz—mas aguda de lo normal—de Agustina me sobresaltan y en un torpe movimiento likeo una de las fotos a las que le estaba haciendo zoom.

La pava sigue silvando, Agustina sigue llamandome por mi nombre a gritos desde el living.

¿Yo?

Yo estoy inmovil, con los ojos muy abiertos, sin parpadear, mirando lo que acabo de hacer.

ETERNO | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora