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24 de mayo 2022 Capital Federal, Buenos Aires

Me sudan las manos y los pensamientos no paran de disiparse uno tras otro en mi cabeza.

¿Cómo se supone que alguien está preparado para esto en la vida?

—Tranquila— Me dice Vera agarrándome la mano y depositando una caricia ahí— Va a ser igual que en Italia amiga. Y en unas horitas nos vamos a Ezeiza y volvemos a Córdoba.

Lo que más me agrada de la rubia es que ni siquiera sabe que se siente estar...en mi...situación, pero de alguna extraña forma me da la tranquilidad que necesito para no estallar de los nervios.

Ni siquiera es la primera vez que voy a hacer esto. Ya es la segunda vez que me acompaña. Pero cada día la situación me asusta más. Porque cada vez es más real. Y eso llega a aterrarme en niveles inmensos.

—Hola Maca ¿Cómo estás?— La doctora García entra en el consultorio con una gran sonrisa dibujada en el rostro. En el poco tiempo que llevo conociéndola, me di cuenta que es una mujer muy dulce. Te inspira confianza y te hace sentir cómoda en situaciones de lo más incomodas.

—Emm... bien. Un poco nerviosa.

—Para que te quedes tranquila, este procedimiento es igual al de la última vez— Mientras se pone los guantes de látex me dedica una mirada que me reconforta por un momento— Hola Vera, ¿Cómo les fue en Europa?

—¡Hermoso! Hicimos un montón de coberturas y hasta adelantamos trabajo. En un tiempito tenemos que volver— Responde mi amiga con total efusividad.

—Me alegro un montón chicas— La mujer comenzó a comentarnos sobre la vez que viajo a Italia a un congreso de medicina y al mismo tiempo tocaba unos botonees que no entiendo en una especie de computadora que está al lado nuestro— Maca, ¿Podes subirte la remera?

Le hago caso y con cuidado subo la tela de algodón blanca dejando al descubierto mi panza.

—Te voy a pasar este transductor ¿Okay?

Asiento un poco asustada.

Trato de no saltar de la camilla cuando siento que el frio del gel hace contacto con mi abdomen y trago grueso cuando la doctora empieza a esparcirlo por toda mi panza con ayuda de su aparato.

Le aprieto un poco la mano a Vera y veo que me sonríe.

Es curioso como puede ser que esté más feliz por esta situación que yo. Lo aprecio, sin dudas. No se que haría si no me estuviera apoyando durante las últimas semanas. Realmente me hubiera vuelto loca.

Aunque no niego que quizá en este momento también esté perdiendo la cabeza.

Es difícil procesar todo lo que pasó. Agradezco que mis jefes— y amigos— Vera y Pietro hayan decidido que volvamos a Argentina un tiempo antes de comenzar con la nueva tanda de coberturas para Tempo.

Eso me da la oportunidad de ir con mi terapeuta, visitar a mi familia, mis amigas. Porque realmente necesito la contención. Necesito que la gente que me conozca me ayude a darme cuenta de lo que estoy viviendo.

Necesito que la realidad me de una cachetada y me diga "Macarena reaccioná".

Desde el día que la doctora me dijo el resultado de los análisis es como si estuviera viviendo escondida y retraída en alguna parte de mi cuerpo. Como si todo lo hiciera en automático. Como si fuera externa a todo lo que me rodea.

Me asusta, porque a pesar de que tengo a mucha gente que me quiere, me siento sola y desorientada. Es aterrador incluso cuando hace un par de años me encontraba a mi misma fantaseando con vivir esta experiencia.

ETERNO | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora