TONTA APUESTA

26 1 0
                                    

Llamada:

—Hola ¿Quién habla?

—Tranquila, soy yo, Pol.

—Ah Pol ¿Cómo estás? —se oyó como ella soltaba un suspiro de alivio al oír quién era.

—Bien... ¿Qué hacías? ¿Te desperté?

—No, mis hermanas ya están descansando, pero yo estoy leyendo un libro.

—No te desveles.

—No lo haré —sonrió— ¿Cómo conseguiste mi número?

—Como trabajas aquí está asentado, espero no te moleste.

—Para nada, me hace bien hablar con personas.

—¿Y tus hermanas?

—Dije personas, ellas parecen salidas de una jungla.

    Ahora era Pol el que reía— Comprendo, oye... te quise llamar para saber si habías llegado bien, veo que sí.

—Todo bien, descuida ¿Tú todo bien? digo... solucionaste el problema.

—Oh sí, todo solucionado, difícil pero solucionado ¿Pudiste sacar turno?

—Sí, mañana les diré a mis hermanas para que no agenden nada ese día.

—¿Qué día es?

—El 26, me dieron para ese día, de todos modos luego regresaré al trabajo.

—Todo va a salir bien, eso es seguro.

—Eso espero... 

—Bueno... te dejo descansar, te veo mañana.

—Adiós.

Fin de la llamada.


    A la mañana siguiente: 

     Anat se encontraba en la playa, era consciente de que aquellos sujetos la perseguían, pero no iba a esconderse, pensaba enfrentarlos —si eso era posible— y no ocultarse más.

     Sentada en la playa muy calmadamente oyendo el vaivén del mar, sintió como alguien se sentó a su lado.

—¿Tú? —preguntó al verlo— ¿Acaso vienes todos los días a la playa?

—No, pero veo que tú sí.

—¿A qué has venido?

—A disculparme, no lo sé, sentí que te habías enfadado antes de irte o que te había dolido lo que te dije y como te encontré en la playa pensé que volverías a ella y no me equivoqué.

—Es un buen gesto que vengas a pedir disculpas, pero no me enfadé contigo, no niego que me dolieron un poco las palabras, pero son desvaríos míos, sé que no lo dijiste con mala intención — dijo para dejar de verlo y volver su vista al mar.

—Entonces ¿Estamos bien?

—Sí.

—Anat ¿Tienes algo qué hacer en la tarde? 

—No, nunca tengo nada que hacer —volviendo a verlo— pero mirar el mar es una de mis mayores alegrías.

—¿Quieres qué almorcemos juntos? sólo si quieres, conozco un buen lugar.

—Acepto —sonriendo— ¿De aquí a almorzar? —éste asintió— me gusta la idea.



ATRAPADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora